Desde que escogió sus carreras profesionales (economía y derecho), Juliana Botero tenía claro que quería emprender, pero también que para cumplir su sueño primero debía ser empleada. Y arrancó en temas de desarrollo, su pasión. Posteriormente, tuvo la oportunidad de laborar en la Embajada de Colombia en Países Bajos, en donde no había oficina de ProColombia, así que se metió de lleno en las labores comerciales de la relación bilateral. Tuvo que organizar una feria, y además de llevar bailarines de salsa y conseguir café, consideró una buena idea llevar chips de plátano, cuyo consumo estaba creciendo. De hecho, encontró un comprador neerlandés interesado y ahí empezó el problema, pero la oportunidad para Juliana, pues los productores en el país no se comprometían o no cumplían con los estándares.
Como le metió tanto empeño al tema, y ya por física pena con el comprador, le dijo que no se preocupara, que ella le respondía por el pedido y terminó contactando un proveedor que le hizo los primeros lotes, pero ella se encargó de toda la logística. Así empezó a ser empresaria y exportadora.
Mientras tanto, hizo una maestría en Desarrollo en el London School of Economics y su tesis fue justamente su emprendimiento: Pacífico Snacks, que no solo busca exportar y crear un negocio rentable, sino ayudar a resolver parte de los problemas del país, cogenerando oportunidades para la gente del campo y agregando valor a la cadena del plátano. Parte de su aprendizaje radicó en conocer el gusto de los consumidores neerlandeses, quienes usualmente reciben el plátano pintón; por ende, los chips tienen un sabor diferente a los que se hacen con plátano verde y además no les gustan solo con sal porque les parece soso, sino que les gusta que tengan sabor a ajo.
También comprendió que debía ‘profesionalizar’ el proceso industrial: mejorar la planta para que cumpliera con todos los requisitos que exigen los mercados internacionales y eso exigía inversiones, que los maquiladores no estaban dispuestos a hacer.
Entonces Juliana decidió a hacerlo ella misma. Consiguió un lote en la vía Cali-Candelaria y allí montó una planta de cero, que cumple con los estándares de las mejores prácticas de manufactura y en donde hoy trabajan más de 40 personas y en temporada pueden llegar a ser 70. Con esto y las certificaciones internacionales, abrió nuevos mercados (nunca ha vendido en el país) y hoy sus mayores clientes están en Estados Unidos, donde el plátano dejó de ser un alimento étnico para estar en la dieta de todos los consumidores de ese país.