Son cada vez más los ciudadanos que se transportan en patinetas eléctricas por las ciclorrutas de Bogotá. Hombres de negocios, jóvenes universitarios y hasta mujeres en tacones han optado por este medio de transporte unipersonal como una nueva alternativa de movilidad.
María Lee, una joven de 24 años, dice que decidió adquirir una patineta eléctrica porque la considera muy práctica para distancias cortas.
“Es un método sostenible tanto económica como ambientalmente. Es una decisión de movilidad porque empecé a darme cuenta, desde la universidad, que perdí hasta dos años de mi vida en el tráfico. Ahí fue cuando dije: no hay más opción, no voy a volver a pasar tanto tiempo en un trancón”, afirmó.
Y es que la Alcaldía de Bogotá le ha apostado a la transformación del espacio público con una millonaria inversión. Solo en la localidad de Usaquén, más de 866.000 millones de pesos han sido utilizados para la creación de ciclopuentes, ciclorrutas y mejoramiento de la malla vial.
Juan Vergara, gerente general de Go Green, empresa especializada en vehículos eléctricos unipersonales, dijo en un diálogo con SEMANA que, después de la llegada de Grin, se fortaleció el negocio de las patinetas eléctricas junto con la infraestructura vial, alcanzando a vender más de 7.000 vehículos de este tipo en la capital y algunas ciudades de Colombia.
“En 2019 inició el boom de la movilidad eléctrica y las personas comenzaron a enamorarse de ello. Nuestras ventas pasaron de 200 millones de pesos al año a más de 1 millón de dólares al año en cuestión de muy poco tiempo”, aseguró.
De hecho, el fortalecimiento de la infraestructura, sumado al tráfico vehicular, ha hecho que las personas tengan el incentivo de adquirir una nueva solución de movilidad.
Sin embargo, las estigmatizaciones no tardaron en llegar y las patinetas eléctricas comenzaron a ser catalogadas como un medio de transporte accesible solo para la clase alta. En palabras de Vergara, este es un producto que puede comprar cualquier persona, pero que se continúa viendo como un lujo más que una necesidad.
Por su parte, Lee enfatiza en que estos medios de transporte pueden ser adquiridos por toda la población. “Realmente los precios son bajos, no se necesita de gasolina y se está contribuyendo al cuidado del medio ambiente”, aclaró.
Además, a esto se le suma un mantenimiento sencillo que incluso el comprador puede hacer desde la comodidad de su hogar. Según Vergara, se habla de un mantenimiento de 80.000 pesos cada seis meses.
“Un vehículo eléctrico es una forma poderosísima de reducción de CO2. Por otro lado, ahorra muchísimo tiempo y además la felicidad que da montarlo es muy alta. Lo que produce en niveles de endorfinas, de relajación o de dopamina en el cuerpo es increíble”, aseguró Vergara.
A pesar de todo este incentivo y crecimiento del sector, el gerente afirma que aún falta una mayor apuesta en el país por la movilidad sostenible. De hecho, dice que en Colombia solo se han vendido 40.000 vehículos eléctricos entre todos los importadores, lo que representa una cifra muy baja frente a la población del país.
¿Qué pasó con Grin?
La empresa mexicana que había llegado a Colombia fue la que revolucionó el mercado de la movilidad eléctrica unipersonal. Sin embargo, con la pandemia y al ser un vehículo compartido que requería la manipulación de muchas personas, se frenó su uso.
“Por miedo a contagiarse de coronavirus las personas dejaron de usar Grin. La empresa se quedó sin ingresos y con un montón de patinetas que usaban antes para alquilar. Por eso, toman la decisión de cerrar la empresa y vender todas las patinetas que tenían; incluso muchas que estaban nuevas”, relató Vergara.