La primera tonelada de algodón orgánico nativo producido en Colombia está ahora en las tiendas de moda del país, no como hilo o tela, sino en forma de camisetas de la colección Nativa, lanzada la semana pasada por la marca colombiana Punto Blanco.
La marca compró tres cosechas del algodón orgánico que empezó a ser producido en 2020, en la Sierra la Nevada de Santa Marta y además empezó a trabajar con materiales más sostenibles en 2020, aunque esta es la primera vez que utiliza materia prima de la agricultura familiar colombiana.
La marca creó una colección completa en la que la Sierra Nevada es el centro de inspiración por su diversidad natural y cultural, zona que ahora acoge el algodón nativo orgánico y que incluye una serie de productos sostenibles hechos con otros materiales como algodón orgánico importado, algodón y nylon reciclados, entre otros.
La primera cosecha de algodón nativo orgánico fue producida en una estación experimental de la Fundación Prosierra, con apoyo del proyecto de cooperación internacional +Algodón Colombia, llevado a cabo de forma conjunta por la Agencia Brasileña de Cooperación del Ministerio de Relaciones Exteriores, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Ministerio de Agricultura.
El proyecto apoyó la cosecha, el transporte y el desmote del algodón de la primera temporada, y sigue apoyando la segunda temporada que será cosechada en los primeros meses de 2021. La venta de las tres cosechas a la marca de moda colombiana es parte de la estrategia de acceso a mercados desarrollada por ProSierra y +Algodón Colombia.
“Este es un paso de suma relevancia para la incursión del algodón orgánico como producto nacional, muchos años han pasado para recuperar la producción de esta fibra milenaria y hoy vemos con esperanza la continuidad en las buenas prácticas ya adoptadas por los habitantes de la Sierra Nevada de Santa Marta”, afirmó el representante de la FAO en Colombia, Alan Bojanic.
Esta cooperación orientada a mejorar las condiciones de vida de las comunidades rurales, en articulación con instituciones, academias, ONGs y todos los actores del sector rural, ya que se busca fomentar la producción y comercialización, sin dejar de lado la seguridad alimentaria y la gestión sostenible de los recursos naturales y la conservación de la biodiversidad.
“Nos complace el ser parte de este proceso y especialmente de este tipo de alianzas con la empresa privada, centros de investigación y organizaciones locales, que brindan nuevas oportunidades para los pueblos indígenas y comunidades rurales, trabajando para estabilizar sus medios de vida y dar el paso a encadenamientos productivos que viabilizan el desarrollo rural sostenible en Colombia”, agregó Bojanic.
Para la vicepresidente de mercadeo del Grupo Crystal, Luz Eugenia Gallo, responsable por la marca Punto Blanco, la experiencia novedosa de obtener la fibra localmente por medio de este proyecto enseñó que “es posible cultivar y procesar este material de alta calidad en el país adaptando a lo que sabemos hacer. Se requiere un gran compromiso por parte de todos en la cadena, pero, con una visión estratégica, es posible lograr que esta fibra sostenible crezca en Colombia”.
La directiva también indicó que esto representa un mercado emergente que se abre para la agricultura familiar algodonera del país y todos los eslabones involucrados en esta cadena. “Esta primera cosecha se cultivó con maíz, fríjol, arroz y ajíes, una práctica valiosa para la seguridad alimentaria de los campesinos y sus familias”, comentó la ejecutiva.
Acerca del futuro del algodón orgánico sostenible, Gallo destaca que a medida que la industria y los consumidores entiendan el impacto de la sostenibilidad a lo largo de la cadena de valor, este algodón podrá convertirse en algo esencial, pues “muchos consumidores han adoptado la rutina de no usar bolsas plásticas y reciclar, así que consideramos que utilizar fibras orgánicas puede ser un paso más en esas rutinas sensibles con el entorno”.
El algodón orgánico desmotado también produjo 725 kg de semillas que fueron llevadas a las oficinas de la Fundación ProSierra. Una parte fue distribuida a familias agricultoras de la Sierra Nevada de Santa Marta para siembra e intercambio de semillas, entre ellas, comunidades indígenas como los Arhuacos, Wiwa y Kogui.