Esta semana salió nuevamente la noticia de la millonaria reclamación que la empresa española Sacyr le está haciendo al Instituto Nacional de Vías (Invías) por unos costos del Puente Pumarejo que la entidad no le reconoció a la compañía.
Aunque el tema se reveló hace varios meses, cuando se conoció que el Consorcio SES Puente Magdalena, de la constructora, estaba solicitando un pago de $133.000 millones al Estado colombiano y radicó la demanda en el Centro de Conciliación y Arbitraje de la Cámara de Comercio de Bogotá, en los últimos días, el director del Invías, Juan Esteban Romero, confirmó el tema al diario El Heraldo, de Barranquilla.
Además de los costos que Sacyr indica que no se le fueron reconocidos, también están argumentando un presunto incumplimiento del contrato por parte de la entidad y un desequilibrio económico del contrato, por lo que solicitaron, desde el pasado 6 de abril, que se declarará la liquidación del mismo.
La demanda tiene dos puntos. El primero tiene que ver con que el Invías se haga cargo del tiempo de más que duró el contrato, lo cual tiene un costo de casi $100.000 millones; mientras que los otros $33.000 millones están relacionados con las actividades ejecutadas por el Consorcio y no pagadas por la entidad.
Cabe mencionar que en 2020 la constructora ya había presentado una demanda, que posteriormente retiró, por un total de $118.000 millones.
La construcción del puente
El Puente Pumarejo es “un ícono que va a identificar al Caribe, es un hito y le dará impulso al desarrollo de Barranquilla”, explicó en su momento el director del proyecto de la constructora Sacyr, Juan Pablo Durán.
Para desarrollarlo se utilizaron, por primera vez en Colombia, sistemas constructivos que tuvieron que adaptarse a la geografía de la región, además de capacitar mano de obra y traer profesionales de otros países especializados en áreas como la geología.
“Ese es otro de los factores que hacen que este proyecto sea único”, explicó Durán. Y recordó que también diseñaron un sistema de monitoreo en tiempo real para controlar el estado de cargas y esfuerzos del puente.
El Pumarejo inicia su recorrido en Barranquilla y concluye en el municipio de Palermo, Magdalena. Contó con una inversión de $735.000 millones, tiene un gálibo de 45 metros que permite el paso de grandes buques como los tipo Handyside de 10.000 toneladas de carga. Y es el segundo puente más ancho del mundo gracias a su tablero de 38,10 metros, al superar al del Golden Gate, en San Francisco (que tiene 28 metros); y al de Brooklyn, en Nueva York (26 metros).
Requirió 33.000 toneladas de acero de refuerzo, lo que equivale al peso de 4,5 torres Eiffel, y tuvo que superar complejos procesos de construcción, algunos de ellos se ejecutaron sobre barcazas y con remolcadores en mitad del río Magdalena. Es el puente atirantado más grande de Colombia, el único del Caribe y ayuda a conectar al Atlántico con Magdalena y también a los proyectos de cuarta generación (4G) que se construyen entre Cartagena y Barranquilla.
Juan Pablo Durán, director del proyecto, quien inició la obra y la dirigió hasta finales de 2017, indicó que “el puente es tan espectacular y monumental que no podía realizarse con sistemas que se encuentran habitualmente en el mercado. Todo ha sido pensado, fabricado y diseñado especialmente para esta obra”.
Un ejemplo de ello es la autocimbra utilizada durante el proceso constructivo: tenía 140 metros de largo y pesaba 1.500 toneladas, tres veces más que una convencional. En España, por ejemplo, muchos viaductos para el tren de alta velocidad son ejecutados con autocimbras de 500 toneladas. La que se utilizó en el puente supera todos los estándares.