La alta volatilidad en el precio del dólar se ha convertido en la constante. Y los colombianos tendrán que acostumbrarse a ella, al menos mientras la incertidumbre por las nuevas variantes del coronavirus sigan amenazando la dinámica económica.
Lo que hace poco parecía inesperado e increíble hoy ya es paisaje. La divisa norteamericana se ha valorizado de tal forma que superó de nuevo los $ 4.000 al comenzar esta semana. No obstante, durante las jornadas posteriores volvió a reducirse y al cierre se ubicó cercana a los $ 3.900. La historia, eso sí, no es nueva.
Un año atrás, cuando la pandemia azotaba de la peor forma al mundo y los precios del petróleo se cotizaban en negativo, la tasa de cambio superó por primera vez en el país el umbral de los $ 4.000. La cifra exacta, $ 4.153 por dólar, quedará marcada en la historia. Por lo menos hasta que otro récord la deje en el olvido.
Mientras ese momento llega, al Gobierno nacional, a las empresas y a los ciudadanos de a pie les tocará seguir moviéndose en este escenario. No hay que dejar de lado que el peso colombiano ha perdido más de 13 % su valor frente al dólar en lo que va de este año.
Y eso lo ha hecho merecedor de la medalla de oro en las monedas más devaluadas de 2021 Turquía y Argentina lograron la plata y el bronce, respectivamente. Por su parte, Venezuela quedó fuera de concurso al registrar una devaluación de 165 %.
Ahora bien, más allá de los ganadores en el medallero, es clave entender las razones detrás del resultado. Sobre todo en tiempos en que a nivel local la situación general está más calmada que unos meses atrás y la reactivación va en marcha.
En el pasado, más de un analista estimaba una disparada de la tasa de cambio a causa de los más de 30 días de paro nacional. Y ni qué decir de cuando el país perdió el grado de inversión, luego de que Fitch y Standard & Poor’s le rebajaran la nota.
¿Castigados?
Ni en esos momentos la divisa estadounidense subió tanto como ahora. ¿Qué está pasando, entonces? La respuesta, como viene sucediendo desde hace un año y medio, la puede tener el coronavirus.
En Colombia y en los demás países emergentes la tasa de cambio está afectada por una especie de castigo a esos mercados como consecuencia de la variante delta. Más peligrosa, contagiosa y letal, esta mutación de la covid-19 azota al mundo, justo en momentos en que el regreso a la normalidad parecía más factible.
Desde Estados Unidos hasta Asia, pasando por Europa, la delta cambió los planes de los Gobiernos y obligó a que una decena de países regresen a los confinamientos.
Si bien estos no han sido tan estrictos como los del año pasado, el solo hecho de que las alertas se hayan prendido provocó una disparada global del dólar. Sobre todo, porque se teme que esta variante afecte, particularmente, a los países más atrasados en las vacunaciones.
Sin contar con que un rebrote del virus podría implicar nuevos cierres o efectos en los sistemas de salud, aún resentidos por el turbulento 2020. A lo anterior se suma una idea que está tomando fuerza: la posible disminución del estímulo monetario de Estados Unidos en los próximos meses, lo que técnicamente se conoce como tapering.
“Como consecuencia, el dólar a nivel global ha venido fortaleciéndose, pero, además, hay otra razón coyuntural de Latinoamérica que tiene que ver con una mayor incertidumbre política, debido a lo que está pasando en Chile con la Constitución; en Perú con la victoria de Pedro Castillo, y con las elecciones de 2022 en Colombia”, dice Daniel Velandia, economista jefe de Credicorp Capital.
Agrega que esa incertidumbre es la que ha tenido al dólar bordeando los $ 4.000 en el país. Eso podría indicar que la tasa de cambio se mantendría en dichos niveles durante unos meses. Este campanazo debe ser recibido, inicialmente, por el Gobierno y los mandatarios territoriales que tienen deudas asumidas en dólares.
El solo hecho de que el peso pierda valor supone que se deberá pagar más a los acreedores. Esta misma lógica aplica para empresas y personas con productos o servicios en esa moneda. De acuerdo con Alejandro Useche, economista y profesor de la Universidad del Rosario, esta realidad acarrea más perjuicios que beneficios. Por un lado, porque miles de personas tienen deudas en dólares.
Y, por otro lado, porque cerca del 20 % de la canasta familiar es importada y se encarecerá: alimentos, ropa y medicamentos, fundamentales hoy para mitigar la pandemia. “Hay un perjuicio grande y directo en el bolsillo del consumidor y que rápidamente estamos empezando a ver en los mayores índices de inflación del país”, explica.
A pesar de esto, no hay mal que dure 100 años. De hecho, según un análisis de Davivienda Corredores, dirigido por Germán Cristancho, en los próximos meses se verán caídas de la tasa de cambio. En parte, esto responde a un mayor avance en el Plan Nacional de Vacunación, ad portas de abrirse a toda la población mayor de 18 años.
Este y otros factores tienen a los analistas viendo un panorama más despejado para lo que resta de año. Las proyecciones oficiales y de entidades privadas apuntan a que la moneda norteamericana cederá y volverá a niveles de entre $ 3.500 y $ 3.700 al cierre del año. Pero cualquier cosa puede pasar.
“Si bien nos ayudará el avance de los programas de vacunación y la rápida apertura de la economía, será difícil que en diciembre el tipo de cambio esté en $ 3.500, pues en ese momento el factor político pesará más”, precisa Velandia.
La atención, entonces, se enfoca en el debate electoral, que ya arrancó, y en el desarrollo de la pandemia. Por ahora, el precio del dólar está en sus manos.