Después de registrar la peor caída en la economía el año pasado, con una contracción de casi 7 por ciento, producto de los efectos de la pandemia, el país creció 1,1 por ciento en el primer trimestre de este año, aún en medio de restricciones, limitaciones y picos del virus. Una cifra que no estaba en las cuentas del más optimista.
A pesar de este esperanzador dato, los efectos que han dejado la pandemia y los bloqueos son dramáticos. Tres de cada cuatro colombianos están en situación de pobreza o vulnerabilidad, se retrocedió más de una década en los avances sociales, la clase media se ha reducido, el desempleo no cede y las grandes brechas frente al campo y la ruralidad se mantienen y profundizan.
Por eso los ojos del país están puestos en el sector empresarial. Este ha demostrado que si las condiciones mejoran, está listo para impulsar la recuperación de la economía y atender, como lo hizo en medio de la pandemia, situaciones extraordinarias con gran solidaridad y sentido de compromiso, procurando mantener vivos los empleos y el tejido empresarial de grandes, medianas y pequeñas firmas.
Su inversión social ha venido en aumento y en algunos casos seguirá creciendo.A pesar de un sentimiento antiempresarial que ha venido gestándose en redes sociales, los colombianos han empezado a recuperar el valor que tienen de las empresas para retomar la senda de crecimiento y convertirlas en generadoras de empleo de calidad, también en foco de progreso y equidad. Según una reciente encuesta de Invamer con su tradicional Poll, la favorabilidad del sector empresarial pasó de 47 por ciento antes del paro a 62 por ciento un mes después; la cifra más alta entre todas las instituciones, y que no se veía desde hace casi siete años.
Además, como lo demuestra el Índice de Inversión Social Privada, en el peor año de la economía, en el que los resultados de las 1.000 empresas más grandes del país registraron una caída en sus ingresos de 7,6 por ciento (57 billones de pesos menos que en 2019) y una reducción de las utilidades de 34 por ciento, es decir, 23 billones de pesos menos, las compañías incrementaron en más de doble los recursos para sus actividades sociales, que en 2020 fueron por 2,8 billones de pesos, frente a 1,3 billones de 2019.
Pero la tarea apenas comienza. Las lecciones de la pandemia obligaron a las empresas a reenfocar su inversión social y ampliar los montos que tenían destinados en principio. Ahora la tensión social se suma a este complejo escenario, en el que gran parte de la población ve amenazadas sus expectativas de trabajo digno, salud, educación e incluso de la posibilidad de alcanzar una pensión, con unas cuentas fiscales apretadas y poco margen de maniobra.
¿Qué viene ahora?
Como dice Bernardo Vargas, presidente de ISA, “no estamos haciendo una apuesta especial a la inversión social. Después de la catarsis larga y profunda que hicimos para diseñar nuestra estrategia 20-30, en donde realizamos un análisis concienzudo de dónde estaba nuestro impacto, dónde residía la mayor parte de nuestros riesgos, a dónde estábamos tocando en la sociedad, a quién estábamos interviniendo, concluimos que una empresa como ISA, que hace gran infraestructura como parte central de su desarrollo de negocios, tiene que interactuar con comunidad, respetar el medioambiente y ser parte de las conversaciones a lo largo de los ámbitos sociales y ambientales para estar seguro de que logre desempeñar su labor”.
Las inversiones de ISA en gestión social voluntaria en América Latina se acercaron a 12 millones de dólares.
Por su parte, Juan Esteban Calle, presidente de Cementos Argos, considera que se le está dando más visibilidad a la creación de valor social. “Estamos potencializando la oportunidad que tenemos de hacer la vivienda más asequible para millones de personas con esfuerzos de innovación, metodologías constructivas, formas de acceso y financiación. Además, conectar zonas apartadas del país y desarrollar una infraestructura digna, hospitales, escuelas, colegios, universidades, sistemas de transporte masivo y escenarios para la recreación y el deporte. Y, al mismo tiempo, somos conscientes de que tenemos que generar muchísimo más empleo, apostando de una forma importante en el país, invirtiendo más para poder generar mucho más empleo”, agrega.
Por ejemplo, una de sus principales tareas es multiplicar un programa que desarrolla hace diez años: Hogares Saludables. Se trata del mejoramiento básico de pisos, cocinas y baños en aquellas viviendas que presentan un déficit en sus condiciones de habitabilidad. Ahora la meta es realizar otros 10.000 mejoramientos de vivienda en Colombia en los próximos cinco años.
Para Samira Fadul, vicepresidenta de Asuntos Corporativos de Bavaria, el último año ha dejado grandes enseñanzas. “La emergencia sanitaria derivada de la covid-19 y la situación social y económica por la cual atraviesa el país nos ha demostrado que, más que preparados, debemos estar unidos. Trabajar y buscar nuevas formas para contribuir al desarrollo de Colombia en iniciativas que impacten positivamente a la sociedad y al medioambiente. Estar abiertos al cambio e impulsar el trabajo articulado de diferentes actores para lograr grandes resultados”, dice.
Bavaria le apuesta al desarrollo de iniciativas que dejen capacidad instalada y liderazgo en las comunidades en las que impacta. La tensión social está en la prioridad de la agenda. Como advierte Vargas, de ISA, las protestas surgen de sectores que se ven alejados de las conversaciones, y es un reto grande para las empresas y todos los componentes de la sociedad ver cómo construir “no desde polarizaciones o ideologías, sino desde la causa común de trabajar por el país.
No solo las grandes empresas, cada vez más las pequeñas y medianas participan en esta conciencia colectiva empresarial de que el trabajo de construir sociedad es tan importante como el de producir utilidades o generar desarrollo desde su propia huella. En ese orden de ideas, mucho de lo que hacen las empresas no se conoce y es responsabilidad de todos nosotros hacer más visibles sus acciones. Pero también abrir espacios de conversación para que las empresas tengamos ojos en la nuca y nos permitan ver los anhelos de comunidades que de pronto no estamos viendo”, puntualiza.
Las empresas deben seguir el camino de generar impacto social, construir la sociedad y estar más visibles en ese reconocimiento que genere círculos virtuosos que a su vez ayuden para que la sociedad tenga una evolución positiva.
Aunque avanza la búsqueda de alianzas para potenciar la inversión social y su impacto, aún hay espacio por recorrer. Según el informe de la firma Jaime Arteaga y Asociados (JA&A), solo 20 por ciento de las alianzas se hicieron entre el sector privado y el Gobierno, mientras que 43 por ciento fue con otros privados y 27 por ciento con las mismas comunidades.
Como un mantra, los empresarios consideran que la compañía que no cree valor social no va a ser sostenible en el tiempo. Para ser exitosa, una empresa necesita que su entorno esté lleno de oportunidades. En eso las compañías tienen una gran responsabilidad y deberán desempeñar un papel protagónico para cristalizar en la población esas oportunidades que están esperando. Ahora los modelos de negocio no solo son rentables: también deben ser sostenibles e incluyentes.