Hace pocas semanas, el mundo vivió varios hitos en lo que a tokens no fungibles (NFT, por sus siglas en inglés) se refiere. El artista digital Beeple vendió dos obras: la primera, un collage digital, en formato JPG, llamado ‘Todos los días: los primeros 5.000 días’, que fue subastado por 69,3 millones de dólares.

La segunda creación es un video de 10 segundos en el cual se ve una representación del expresidente de Estados Unidos Donald Trump tirado en el suelo de un parque lleno de grafitis. Este fue vendido por 6,6 millones de dólares.

BleepeArtista digital

Ambas obras fueron subastadas por la prestigiosa casa Christie’s, la cual ha marcado el camino para que el arte digital tenga la misma o mayor valoración que las creaciones convencionales. Además, Christie’s ha empezado a recibir la criptomoneda ethereum como método de pago, marcando así toda una revolución en el arte.

Otro que ha hecho fiesta con los NFT ha sido el cofundador de Twitter, Jack Dorsey, que, tras una subasta de varios meses, vendió su primer trino por un total de 2,9 millones de dólares. Este –que fue el primer tuit de esta red social y dice: “aquí instalando mi twttr”– fue comprado por Sina Estavi, director de la plataforma de blockchain llamada Bridge Oracle y que además es un entusiasta de los criptoactivos y de esta nueva tendencia.

¿Por qué pagar millones de dólares por un archivo que se puede ver de manera gratuita a tan solo un par de clics de distancia?

Para entender esta fiebre, es necesario saber que un token no fungible no es más que una mezcla de código digital –como cualquier contenido de computadora–, pero fundado en el protocolo de tecnología blockchain. Por esta vía se convierte en un activo digital único e irrepetible, lo que permite certificar su validez, protegiendo asimismo la propiedad intelectual.

Esto es fundamental: ese código, que no es más que una mezcla de ‘unos y ceros’ –como ocurre con el lenguaje digital–, es completamente único. La tecnología blockchain ahora sirve para dar fe del carácter original y auténtico de un producto digital.

Jack dorsey Cofundador de Twitter | Foto: 2018 Getty Images

En eso consiste la principal revolución y es lo que cuesta más trabajo digerir. Por qué alguien puede decir que es fácil copiar una foto, una canción o cualquier otra producción digital, y de esa manera se tiene a mano el trabajo artístico. Justamente allí radica el asunto: aunque alguien sea capaz de ver el tuit de Dorsey o la obra de Beeple en una exhibición, nadie puede decir que tiene el original, porque el código de esa creación tokenizada solo está en poder de la persona que lo compró.

Así las cosas, un NFT es la manera de garantizar exclusividad y unicidad, algo que hasta el momento estaba reservado solo para el mundo físico. Alguien que adquiere uno de estos activos digitales está comprando un certificado de autenticidad de la obra. Aunque una persona tuviera una copia de la misma, solo el poseedor del NFT tiene la posibilidad de certificar la creación original digital. Otra ventaja de esta tecnología es que también le da el control a los artistas –sean pintores, actores o cantantes– sobre su obra, pues pueden ejercer su derecho de autor y tener trazabilidad sobre el uso de la creación.

Definitivamente, este boom de adquisiciones millonarias es apenas la entrada en escena de los NFT. Así lo ve Bryan Benson, director de Operaciones de Binance Latam, quien considera que esta tecnología es tan nueva que todavía no hay ningún experto en el tema y nadie puede decir que tiene el panorama claro sobre las implicaciones de los NFT para muchos mercados y actividades humanas.

De acuerdo con Benson, esta es apenas la punta del iceberg de un abanico de infinitas posibilidades en torno a los tokens digitales. Destaca que aunque estas millonarias transacciones han sido lo que más ha sonado del tema, las ventajas que podría tener esta tecnología pueden revolucionar la economía, mucho más allá de las obras de arte. Una de ellas, explica, es la democratización de la tecnología NFT: en un futuro cercano no habrá que ser millonario para entrar en el mundo de los tokens, que, en el largo plazo, se convertirán en un activo usual de intercambio.

Benson incluso considera que esta herramienta no se restringe al plano digital; cree que a futuro diversas personas puedan invertir en el mundo inmobiliario, por ejemplo, comprando una pequeña parte de un edificio que haya sido previamente tokenizado. Es decir, los NFT revolucionarían la tarea de gestión del suelo y el rol de notariado y registro, claves en cualquier sociedad.

Lo mismo puede ocurrir con la educación –por medio de la tokenización de los contenidos pedagógicos–, la salud –con la tokenización de las historias clínicas o las patentes– y cualquier otra actividad que requiera descentralización, seguridad en el traspaso de la información digital y garantía de autenticidad.

tecnología del blockchain permite que cada NFT sea único e irrepetible y, por lo tanto, seguro, tal cómo ocurre con las criptomonedas.

Los tokens en general –no solo los no fungibles– funcionan como una unidad de valor digital. Además, tienen todas las características para transformar la economía y crear un nuevo ecosistema de servicios, pues facilitan el intercambio de bienes y servicios en un sistema descentralizado transparente. Ese fue el punto de partida, por ejemplo, de las monedas digitales o criptomonedas, que funcionan sin que exista un banco central que las emita.

Alberto González de Mena, experto de BBVA, explicó en un pódcast que aparte de la seguridad, lo verdaderamente disruptivo y revolucionario es la capacidad de la tecnología para crear activos digitales de cosas no transaccionales o sin liquidez, lo que facilita el intercambio de estos en el ámbito global, y que, adicionalmente, su aplicación va más allá de la industria del arte. Para González, los NFT jugarán un papel decisivo en todas las industrias.

Como es habitual, los NFT son un mundo nuevo del cual se conoce poco y en el que no hay muchas voces expertas. Por eso, se puede prestar para que inescrupulosos desarrollen esquemas piramidales o hagan estafas bajo seudónimos, como ha sucedido y todavía pasa con múltiples criptomonedas.

En torno a esta nueva dinámica en la industria del arte, muchos han alertado que el mundo podría estar presenciando una gran burbuja. Incluso el propio Beeple le expresó a la BBC unos días antes de la subasta de una de sus obras: “Podemos estar en una burbuja ahora mismo”.

Hay varias voces en contra. David Gerard, autor del libro Attack of the 50-Foot Blockchain, le dijo al mismo medio que quienes están vendiendo NFT son criptotimadores.

Otra de las personas que también ha mostrado una preocupación por el tema ha sido la abogada Hester Peirce, miembro de la Comisión de Bolsa y Valores, quien expuso en la cumbre de tokens de seguridad de Draper Goren Holm que cree que existe un riesgo de que los creadores de tokens no fungibles generen accidentalmente productos de inversión al comercializar “fracciones o derivados de los artículos de colección digital”. Pierce dijo además que, teniendo en cuenta la creatividad de los realizadores de tokens no fungibles, es necesario que la gente sea cautelosa a la hora de comprarlos.

Pero es fundamental insistir en que este boom o burbuja de criptoactivos es apenas la punta del iceberg. Como suele ocurrir en otros campos, la tecnología avanza mucho más rápido que la regulación, por lo que la comisionada afirmó que la SEC está considerando crear todo un marco regulatorio al respecto.

Los NFT son una nueva aplicación de la tecnología blockchain, y su impacto tendrá muchas repercusiones porque representan un paso más en garantizar, en el mundo digital, la descentralización, la seguridad en el circuito de la información digital y la autenticidad. Eso es una verdadera revolución.