En los últimos años, dos factores han impulsado la inflación en el mundo: los precios de los energéticos y los de los alimentos. El escenario pospandemia, con una demanda creciente, que luego se vio marcada por la crisis que generó el conflicto entre Rusia y Ucrania, fueron los ingredientes que hicieron desbordar el aumento de los precios llevando la inflación a cifras históricamente altas.
“El alza de los precios de los alimentos y de la energía luego de la invasión de Rusia a Ucrania pudo superarse, en gran medida, gracias a la desaceleración del crecimiento económico, a un invierno moderado y a las reasignaciones en el comercio de productos básicos”, afirmó Indermit Gill, economista en jefe y vicepresidente senior de Economía del Desarrollo del Banco Mundial.
Según la edición más reciente del informe Commodity Markets Outlook (Perspectivas de los mercados de productos básicos) del Banco Mundial, prevé que este año el ritmo de descenso de los precios de los productos básicos a nivel mundial será el más acelerado desde el inicio de la pandemia de covid-19.
Pero esta caída de precios tiene dos visiones: por una parte, empaña las perspectivas de crecimiento de casi dos tercios de las economías en desarrollo que dependen de las exportaciones de ese tipo de productos.
Y por otra, señala esta entidad financiera, se estima que la caída de los precios no brindará demasiado alivio a los casi 350 millones de personas de todo el mundo que sufren inseguridad alimentaria. De acuerdo con los cálculos del Banco Mundial, si bien se prevé que los precios de los alimentos caerán 8 % en 2023, serán los segundos más altos desde 1975. Además, desde febrero de este año, la inflación anual de los precios de los alimentos se ubica en un 20 % en todo el mundo, el porcentaje más alto de las últimas dos décadas.
“El alza de los precios de los alimentos y de la energía luego de la invasión de Rusia a Ucrania pudo superarse, en gran medida, gracias a la desaceleración del crecimiento económico, a un invierno moderado y a las reasignaciones en el comercio de productos básicos”, afirmó Indermit Gill, economista en jefe y vicepresidente senior de Economía del Desarrollo del Banco Mundial.
“Sin embargo, esto es poco consuelo para los consumidores de muchos países. En términos reales, los precios de los alimentos seguirán manteniéndose en uno de los niveles más altos de las últimas cinco décadas. Los gobiernos deben evitar aplicar restricciones comerciales y proteger a sus ciudadanos más pobres mediante programas de apoyo a los ingresos, en lugar de establecer controles de precios”, agrega Gill.
En general, se prevé que, en 2023, los precios de los productos básicos disminuirán un 21 % respecto del año pasado. Según las proyecciones, los precios de la energía caerán un 26 % y el precio del petróleo crudo alcanzará un promedio de 84 dólares el barril, un 16 % menos que el promedio de 2022. Se prevé que los precios del gas natural de Europa y Estados Unidos se reducirán a la mitad entre 2022 y 2023, mientras que los del carbón disminuirán un 42% en 2023. Asimismo, según las proyecciones, los precios de los fertilizantes caerán un 37 %, lo que representa la mayor baja anual desde 1974. Sin embargo, todavía se mantienen cercanos a su último máximo observado durante la crisis de los alimentos de 2008-09.
Ayhan Kose, economista en jefe adjunto y director del Grupo de Perspectivas del Banco Mundial, manifestó: “La caída de los precios de los productos básicos del año pasado ha ayudado a reducir la inflación general en todo el mundo. Sin embargo, las autoridades de los bancos centrales deben mantenerse atentas, ya que una amplia variedad de factores, como una oferta de petróleo inferior a la prevista, una recuperación de China más centrada en los productos básicos, una intensificación de las tensiones geopolíticas o condiciones climáticas desfavorables, podrían impulsar los precios al alza y reavivar las presiones inflacionarias”.
A pesar de las notables caídas que se prevén este año, los precios de todos los grupos de productos básicos importantes continuarán muy por encima de sus niveles promedio del período 2015-19. Los precios del gas natural de Europa rondarán casi el triple del promedio obtenido en dicho período. Por su parte, los precios de la energía y del carbón también se mantendrán por encima del promedio anterior a la pandemia.
“Se estima que los precios de los metales, que experimentaron un ligero aumento a principio de año, caerán un 8 % respecto del año pasado, principalmente, debido a la escasa demanda mundial y a la mejora en los insumos”, aseveró Valerie Mercer-Blackman, economista principal del Grupo de Perspectivas del Banco Mundial. “No obstante, a más largo plazo, la transición energética podría generar un aumento significativo de la demanda de algunos metales, en especial, litio, cobre y níquel”.
¿Y los alimentos en Colombia?
El pasado 5 de mayo, el Dane dio a conocer la cifra de inflación del mes de abril. Como explica un informe del Banco Popular, tras casi 24 meses de inflación alcista interrumpida (única excepción en mayo de 2022) la inflación del mes de abril por fin presentó su primer descenso en la lectura anual. La inflación de abril se ubicó en 0,78 %, sorprendiendo positivamente al mercado que esperaba una inflación de 0,96 % y llevando a la inflación anual a reducirse del 13,34 % registrado en marzo a 12,82 % en abril.
La disminución de la inflación responde principalmente al comportamiento de los alimentos que registraron una reducción en su inflación mensual del -0,07 % lo que llevó a reducir la inflación anual de este componente del 21,8 % al 18,5 % entre marzo y abril.
Para el BBVA Research, la inflación de alimentos generó la mayor sorpresa bajista, pasando de una variación anual de 21,8 % a 18,5 %. “Esta se explica por disminuciones en todas las subcanastas, con el protagonismo de los perecederos que cayeron desde el 23,7 % hasta el 16,9 %”, advierte la firma.
Por su parte, Credicorp Capital señala que los alimentos redujeron la presión de inflación en el mes (-0,07 % m/m, explicando -1,71 % de la variación mensual). Igual posición comparte el Banco Popular que considera: “Los alimentos fueron la principal razón del buen dato de la inflación total, tras 10 meses de constantes incrementos en su medición anual, la inflación de alimentos por fin dio un respiro. De hecho, la inflación mensual de alimentos resultó negativa por primera vez desde junio de 2021. Dentro de las razones de la reducción de este componente se encuentran la normalización del factor climático en los últimos meses en el país y la reducción a nivel mundial del precio de los insumos para la producción de alimentos”.
Sin embargo, a pesar de esta buena noticia, aún persisten las señales de alerta. Por una parte, como quedó planteado en las minutas de la más reciente Junta Directiva del Banco de la República, publicadas antes de conocerse el dato de inflación, en la que advierten que resalta, en particular, que la inflación sin alimentos ni regulados continúa elevada y con una tendencia creciente.
Subrayan los codirectores del Emisor que, si bien las medidas de expectativas de inflación a plazos superiores a un año han mostrado ajustes a la baja, “aquellas para fines de 2023 continúan elevadas y con tendencia creciente, tanto para la inflación total como para la inflación sin alimentos, lo cual contribuye a mantener los mecanismos de indexación de precios”.
Como señala Felipe Campos, gerente de Inversión y Estrategia de Alianza Valores y Fiduciaria, en la inflación de alimentos, Colombia con 18,47 % es de las más altas y solo le ganan algunos países europeos. Agrega que, aunque está moderándose en el mundo, “no somos líderes en esta tendencia”. Pero recuerda que históricamente, esta inflación debe caer rápido, lo que a su juicio representaría “precios más o menos quietos gran parte del año”.
En el panorama hay factores políticos, climáticos y sociales que mantendrán alta la incertidumbre sobre la evolución de la inflación en los próximos meses.
En particular, en el caso de alimentos, las preocupaciones se ubican sobre dos factores. Uno, la inminencia de un Fenómeno del Niño que llegaría entre septiembre y octubre de este año. El cambio de un régimen de lluvias –como el que vivió el país en los últimos meses- a uno de sequía, afectaría la producción de alimentos y podría generar presiones en los precios al alza.
El segundo es el tema social. El pasado Primero de Mayo, en su discurso en el balcón de la Casa de Nariño, el presidente Gustavo Petro dijo que “las reformas pueden llevar a una revolución; el intento de coartar las reformas puede llevar a una revolución”.
Y agregó: “Lo que se necesita de cualquier manera es que el pueblo esté movilizado como lo estuvo con Bolívar, como lo estuvo con Melo, como lo estuvo con López Pumarejo y Gaitán. El pueblo no puede dormirse. No basta con ganar en las urnas. El cambio social implica una lucha permanente. Y la lucha permanente se da con un pueblo movilizado”.
Esas palabras, que luego el presidente moderó, han retumbado en algunos productores del sector privado, pues podrían revivir las difíciles jornadas de la protesta social de hace un par de años, que significaron la parálisis de las operaciones, pero que además fueron el combustible que llevó a que la inflación en Colombia, en especial la de alimentos, se desbordara y solo dos años después empezara a moderarse.