Los hogares acostumbrados a comprar manzanas para las loncheras de sus hijos, los colombianos que consumen una botella de vino cada vez que quieren celebrar algo o maridar comidas, el joven domiciliario que está ahorrando para comprar una moto y hasta la familia que está planeando viajar a la costa en avión a pasar el fin de año comparten una amenaza común: el acelerado encarecimiento del dólar.

Las razones que ponen al billete verde tocó la nunca vista cotización de 5.000 pesos parecerían no tener nada que ver con los planes de quienes ganan y gastan en pesos y que no piensan salir del país. No obstante, la verdad es que en una economía globalizada como la colombiana es imposible salir ileso ante una devaluación de 23 por ciento en lo que va de este año.

El dólar caro pasó de ser una preocupación de los especialistas o de quienes se dedican al comercio exterior a convertirse en un tema de conversación nacional. Psicológicamente, golpea duro tener que multiplicar por cinco cada vez que se quiere saber cuánto vale en pesos el más reciente celular o consola de juegos, que ahora se pueden cotizar desde internet y cada vez lucen más inalcanzables.

Y es que, al ser el dólar la moneda de referencia global, su tasa de cambio en los diferentes países “se convierte en el indicador más fiel de cómo el mundo ve a una nación, y lo que muestra la cotización actual es que no están viendo bien a Colombia”, explica Mauricio Santa María, presidente de Anif.

Prueba su punto en que al desvalorizarse el peso frente a la divisa estadounidense se empobrece el país, pues el salario mínimo, que el año pasado era de alrededor de 250 dólares, hoy está en 200. Es decir que el poder adquisitivo del peso se está mermando por dos razones, además, interconectadas: la inflación y la devaluación. Justamente, por eso, Santa María advierte que el dólar caro es tan dañino para la economía y para el colombiano de a pie, pues entre 25 y 30 por ciento de la canasta familiar está compuesta por productos importados, que se afectan cada vez que sube el dólar.

Y, cuando se piensa en importados, estos no se refieren a caviar, champaña o al último iPhone, sino a alimentos básicos como lenteja y ajo, mayoritariamente traídos del exterior, así como maíz, manzanas, uvas y peras. Aunque de ellos hay producción nacional, no alcanzan a satisfacer toda la demanda y, por tanto, es necesario importarlos.

Según el Dane, entre enero y agosto se importaron 7.624 millones de dólares de productos agrícolas, alimentos y bebidas (en ese grupo están los vapuleados fertilizantes por la guerra en Ucrania) y 2.583 millones de dólares de productos farmacéuticos y medicinales, así como infinidad de insumos que sirven para que la industria nacional produzca para el mercado local y también para que pueda exportar.

Ninguno se salva

De entrada, se pensaría que con una tasa de cambio a 5.000 pesos los primeros ganadores son los exportadores, pues recibirían más pesos por cada dólar que vendan. Aunque eso es cierto, también lo es que cada vez les cuesta más producir porque los insumos que traen del exterior están más onerosos y a eso se suma la carestía local. De hecho, vale la pena recordar que si la inflación al consumidor está en máximos de dos décadas (11,44 por ciento a septiembre), la de los industriales está aún más alta (28,35 por ciento).

Algo similar ocurre con el turismo. Como muchos aseguran, con un dólar tan elevado se volvió imposible viajar fuera del país, lo que implicaría un impulso para el turismo nacional. Sin embargo, ya las agencias de viajes aseguraron que la ecuación no es tan simple.

Paula Cortés Calle, presidenta ejecutiva de Anato, gremio del sector, asegura que, ante una devaluación tan marcada del peso, “la importación de bienes y servicios se encarece, generando presiones inflacionarias a toda la cadena de suministros que pueden afectar los costos operacionales de las aerolíneas, que eventualmente podrían ser trasladados a los viajeros en el valor de los tiquetes”.

Aerolíneas consultadas por SEMANA aseguran que, aunque tratan de no impactar tarifas por los cambios en la divisa, es innegable que el alza acelerada de la tasa de cambio en los últimos meses sí ha afectado y seguirá afectando tarifas. “Es que la gran mayoría de los costos de la industria son en dólares. Entonces, suben precios nacionales e internacionales”, reiteran.

“Nos preocupa esta situación, pues, si bien el turismo venía mostrando un buen ritmo de reactivación, consideramos que estas nuevas condiciones podrían afectar las reservas para la próxima temporada vacacional”, enfatiza Paula Cortés.

De hecho, en su más reciente informe de inflación, el Dane mostró que los paquetes turísticos han subido 10 por ciento y los tiquetes aéreos, 23 por ciento debido al alza del combustible y de los productos y servicios relacionados, lo cual encarece el costo total de los viajes.

Un grupo ganador neto con un dólar bordeando los 5.000 pesos es el de quienes reciben remesas del exterior. Estos giros ya alcanzan registros de 8.500 millones de dólares, una suma considerable si se tiene en cuenta que supera, por ejemplo, los 3.168 millones que entraron por exportaciones de café entre enero y agosto.

Daniel Velandia, economista jefe de Credicorp Capital, explica, sin embargo, que aunque cada vez más hogares reciben remesas, estos son minoría en el agregado nacional. Asegura que si se netean los posibles beneficios en exportaciones, turismo y remesas con todos los impactos negativos, el resultado es que el dólar a 5.000 pesos es más dañino que beneficioso para el país. “Y no solo en este momento, sino a futuro, pues, si con esa tasa de cambio la inflación se mantiene alta, el Banco de la República va a tener que seguir subiendo sus tasas de interés o va a tener que mantener la tasa más alta de lo actualmente estimado para 2023”, pronostica.

Uno de los sectores más afectados con el dólar es el de la movilidad. Aun cuando en el país se ensamblan carros, sus componentes principales se traen del exterior y eso hace que la divisa sea determinante en su precio final. Y ni qué decir de los que se importan completamente terminados. Lo mismo ocurre con las motos. Pese a ser ensambladas en Colombia, tienen piezas importadas muy sensibles a la devaluación. Esto implica que quienes aspiran a comprar carro o moto tendrán que ahorrar o endeudarse más para cumplir esa meta.

También hay preocupación en el sector comercio, que está preparando su artillería para la temporada de fin de año, en un 2022 en el que las ventas no han estado tan dinámicas como en 2021. Si bien gran parte de la mercancía que se espera vender en diciembre (los juguetes son casi ciento por ciento importados) ya llegó o viene en camino al país, el lío cambiario está en el momento de la nacionalización.

“Aunque se hayan comprado los productos a un precio de dólar determinado, cuando se nacionalizan los impuestos y los gastos se deben pagar a un dólar más alto y eso se traslada al valor final, al consumidor. Además, desde junio a la fecha, el aumento ha sido de 3.900 a 4.900 pesos por dólar, casi 1.000 pesos, y eso es mucho para un periodo tan corto y para cualquier negocio”, comenta una importadora de tecnología.

¿Qué está pasando?

Como se sabe, el dólar está subiendo porque se le considera un activo refugio con el que las personas se pueden proteger ante la incertidumbre. Y esta parece reinar hoy, en medio de temores de una recesión y con un conflicto entre Rusia y Ucrania que no da señales de acabar pronto.

Según Juan Pablo Espinosa, director de Investigaciones de Bancolombia, aunque el dólar está subiendo en todo el mundo, en Colombia es una señal clara de un entorno de incertidumbre acerca del rumbo de la economía nacional, lo que afecta la confianza y el sentimiento tanto de los consumidores como de los empresarios. “Eso va a hacer que la incertidumbre supere a la cautela, impactando las decisiones de gasto de la gente, al tiempo que puede hacer que el fenómeno inflacionario sea más agudo al final del año”, afirma.

Santa María, de Anif, agrega que, cuando se analizan las cifras de Colombia desde mediados de junio, de lejos se ve que es el país más devaluado entre los emergentes: “Acá se siente el fenómeno mundial, pero también otras cosas, y estas son básicamente una serie de anuncios del Gobierno que tienen al mercado nerviosísimo. Que el sector petrolero se va a acabar, que la salud la van a reformar por completo, que control de capitales, etcétera. Son anuncios que, así después salgan a desmentirlos o a corregirlos, hacen mucho daño porque cuando el Gobierno habla la gente se asusta”. Y advierte sobre otro impacto negativo en el costo de la deuda. “Y eso lo pagamos todos con impuestos”, reitera.

Otros expertos ven la situación cambiaria en perspectiva histórica. Édgar Jiménez, profesor de finanzas de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, señala que la devaluación actual (23 por ciento) está por encima del promedio de los últimos 32 años, que es de 14 por ciento. No obstante, no es la más alta (esta se registró en 2015, cuando el dólar subió 35 por ciento).

“La devaluación es parte de la cotidianidad en Colombia. El problema ahora es el valor nominal de 5.000 pesos, que se ve como un número muy grande, pero en realidad la devaluación de 2022 es la quinta más alta desde 1991”, puntualiza.