Un informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) reveló recientemente que el aumento de los costos de la energía ha impulsado la inflación, especialmente en Europa, después de que los precios de los combustibles fósiles casi se duplicaron el año pasado. La entidad multilateral culpa también al incremento de los precios de los alimentos.

Al tiempo, las continuas interrupciones de la cadena de suministro, los puertos obstruidos, las tensiones logísticas y la fuerte demanda de mercancías han ampliado estas presiones sobre los precios, especialmente en los Estados Unidos.

Los precios más altos de los bienes importados han contribuido a la inflación en algunas regiones, incluida América Latina y el Caribe.

Advirtió sobre la probabilidad de que la inflación se mantenga elevada, pues las ganancias de precios este año promediarán el 3,9 % en las economías avanzadas y del 5,9 % en las economías de mercados emergentes y en desarrollo, antes de disminuir el próximo año, según la actualización de enero sobre perspectivas de la economía mundial.

Suponiendo que las expectativas de inflación permanezcan bien ancladas y que la pandemia finalmente se alivie, la inflación más alta debería desaparecer a medida que se alivian los problemas de la cadena de suministro, los bancos centrales elevan las tasas de interés y la demanda se inclina más hacia los servicios nuevamente, en lugar del consumo intensivo de bienes.

Los contratos de futuros de petróleo indican que los precios del crudo subirán un 12 % este año, mientras que los del gas natural lo harán un 58 %. Dichos aumentos para ambos productos básicos serían considerablemente menores que sus ganancias el año pasado y probablemente serían seguidos por una caída de los precios en 2023 a medida que los desequilibrios entre la oferta y la demanda se reduzcan aún más.

Del mismo modo, es probable que los precios de los alimentos suban a un ritmo más moderado de alrededor del 4,5 % este año y disminuyan el próximo, después de un aumento del 23,1 % el año pasado, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación. Esto debería aliviar las presiones de gasto de millones de personas en todo el mundo, especialmente en países con ingresos más bajos.

Dichas cargas recaen más fuertemente sobre los residentes de las naciones emergentes y de bajos ingresos, donde los alimentos suelen representar entre un tercio y la mitad del gasto de los consumidores. Esa participación es menor en las economías avanzadas, como Estados Unidos, donde los alimentos representan menos de una séptima parte de las facturas de compras de los hogares.

FMI redujo perspectiva de crecimiento de la economía mundial para 2022

El FMI proyecta que la economía mundial crecerá 4,4 % en 2022, es decir, medio punto porcentual menos del 4,9 % previsto en su informe de octubre de 2021 Perspectivas de la economía mundial, en gran medida a causa del recorte de las proyecciones de las dos economías más grandes.

De acuerdo con el FMI, el 2022 arranca en condiciones más débiles de lo esperado. A medida que avanza la nueva variante ómicron del virus que provoca la covid-19, los países han vuelto a instituir restricciones a la movilidad. A raíz del encarecimiento de la energía y de los trastornos en el suministro, la inflación es más alta y más generalizada de lo previsto, sobre todo en Estados Unidos y en numerosas economías de mercados emergentes y en desarrollo.

Además, la contracción que está experimentando el sector inmobiliario de China y la lentitud imprevista de la recuperación del consumo privado han limitado las perspectivas de crecimiento.

Un supuesto revisado que elimina de la proyección de base el programa de política fiscal denominado Build Back Better, el repliegue anticipado de la política monetaria acomodaticia y los continuos trastornos del suministro, generaron una revisión a la baja de 1,2 puntos porcentuales en el caso de Estados Unidos.

En el de China, los trastornos atribuibles a la pandemia en el contexto de una política de tolerancia cero de la covid-19 y las prolongadas tensiones financieras entre los urbanizadores se tradujeron en un recorte de las proyecciones de 0,8 puntos porcentuales.

El FMI también prevé que el crecimiento mundial se ralentizará a 3,8 % en 2023. Si bien esa cifra es 0,2 puntos porcentuales más alta que el pronóstico anterior, la corrección al alza refleja más que nada un repunte mecánico una vez que desaparezcan los actuales lastres del crecimiento en el segundo semestre de 2022.

El pronóstico depende de que los indicadores de una mala situación sanitaria desciendan a niveles bajos en la mayoría de los países para fines de 2022, suponiendo que las tasas de inmunización mejorarán a escala internacional y que aparecerán terapias más eficaces.

Se prevé que la inflación elevada continuará más de lo contemplado en la edición de octubre y que los cortes en las cadenas de suministro y los altos precios de la energía persistirán en 2022. Suponiendo que las expectativas inflacionarias se mantengan bien ancladas, la inflación debería disminuir poco a poco a medida que se disipen los desequilibrios entre la oferta y la demanda en 2022 y que responda la política monetaria de las grandes economías.

Los riesgos para las proyecciones de base mundiales se inclinan a la baja. La aparición de nuevas variantes del virus causante de la covid-19 podría prolongar la pandemia y volver a plantear problemas económicos. Además, las perturbaciones de las cadenas de suministro, la volatilidad de los precios de la energía y presiones salariales específicas generan gran incertidumbre en torno a la trayectoria de la inflación y de las políticas.

A medida que suban las tasas de política monetaria de las economías avanzadas, podrían surgir riesgos para la estabilidad financiera, así como para los flujos de capital, las monedas y la situación fiscal de las economías de mercados emergentes y en desarrollo, especialmente teniendo en cuenta que los niveles de deuda se incrementaron significativamente en los dos últimos años. Podrían materializarse otros riesgos mundiales dado que las tensiones geopolíticas siguen siendo agudas, y la actual emergencia climática sigue arrastrando una fuerte probabilidad de grandes catástrofes naturales.

En vista de que la pandemia continúa azotando, el énfasis en una estrategia sanitaria mundial es más destacado que nunca. El acceso mundial a vacunas, pruebas de detección y tratamientos es fundamental para conjurar el riesgo de nuevas variantes peligrosas del virus. Eso requiere una mayor producción de suministros, así como mejores sistemas de entrega dentro de los países y una distribución internacional más equitativa.