La pandemia ha generado situaciones atípicas, pero quizás una de las más llamativas radica en que países como Colombia, cuyos habitantes están acostumbrados a ver cómo la canasta familiar sube sustancialmente todos los años, hoy registran una menor tasa de inflación que Estados Unidos o algunas naciones europeas, en donde el aumento constante del costo de vida había dejado de ser una preocupación.
En noviembre, la inflación anual del Reino Unido llegó a 5,1 por ciento, el registro más alto en una década; en Chile (con 6,3 por ciento) dicen que les tomará dos años volver al nivel de 3 por ciento y en Estados Unidos reportan un dato no visto hace 39 años: 6,8 por ciento.
Igualmente, en Colombia el costo de vida subió 5,26 por ciento anual en noviembre, una cifra que supera el rango meta del Banco de la República, que es de entre 2 y 4 por ciento, pero que no tiene antecedentes muy lejanos, pues en 2016 estaba en 5,96 por ciento.
El encarecimiento de las materias primas, en especial del petróleo, así como las disrupciones del comercio global por la llamada crisis de los contenedores están detrás de la carestía global, pero la primera duda es por qué en Colombia, que no es inmune a esos fenómenos, la inflación ha subido menos. La respuesta de los expertos es unánime: por el control de precios que tiene la gasolina en el país y que, por ende, no refleja el alza de 45 por ciento que ha tenido el barril de petróleo en lo corrido del año.
“En Estados Unidos el galón está entre 12.000 y 13.000 pesos; en Brasil, en 19.000 y acá entre 8.000 y 9.000 pesos. Ese es un precio fundamental en el cálculo de la inflación y mientras en el mundo los costos del transporte suben 15 por ciento, acá lo hacen al 5 por ciento. Si el precio de la gasolina no estuviera regulado, hoy la inflación estaría entre 100 y 150 puntos básicos por encima de su nivel actual” dice Felipe Campos, gerente de Investigaciones de Alianza.
Sin embargo, el no tener un nivel de inflación alineado con el resto del mundo no es gratuito. Se paga con recursos públicos a través del Fondo de Estabilización del Precio de los Combustibles (FEPC), que por este concepto acumula un déficit de entre 8 y 9 billones de pesos, que habrá que pagar en algún momento, lo que implica tener que empezar a subir la gasolina.
Pero más allá de lo que ocurre con los combustibles, lo cierto es que la canasta familiar cada vez está más cara y, como de costumbre, la papa es la responsable, al haber subido 75 por ciento en lo corrido del año.
En general, los alimentos son los productos que más se han encarecido, como resultado de temas climáticos que afectan las cosechas, el encarecimiento de los insumos por el dólar y por la crisis de los contenedores, así como por los impactos que aún persisten del paro nacional.
Como las cosechas de los alimentos son cíclicas, se esperaría que una vez se recuperen, los precios bajen, sin embargo, eso hoy no está tan claro y la mayoría de los expertos esperan que la inflación siga subiendo durante los primeros meses de 2022.
“Desde el año 2000 a la fecha, la inflación ha promediado en 4 por ciento en Colombia y ha oscilado entre 1,5 y 8,5 por ciento. Actualmente supera la media del 4 por ciento y es posible que vuelva a máximos del 8 por ciento antes de empezar a corregir a la baja”, sostiene Juan David Ballén, director de análisis de Casa de Bolsa.
En general, en los primeros meses de cada año todos los precios suben porque se ajustan al aumento del salario mínimo y para 2022, tras un alza inédita de 10,07 por ciento, han aumentado las expectativas de más inflación en la primera parte del año. Esas mayores expectativas son las que han motivado al Banco de la República a subir sus tasas de interés, que son las que sirven de referencia para todos los tipos de créditos. Dichas tasas estuvieron estables en 4 por ciento entre 2018 y marzo de 2020. Con la pandemia bajaron hasta 1,75 por ciento, pero desde octubre pasado empezaron a subir y ya van en 3 por ciento.
Los economistas prevén que las tasas del Emisor seguirán subiendo con el fin de controlar la inflación y terminarían 2022 cerca de 5 por ciento.
“En el primer trimestre vamos a tener fuertes presiones inflacionarias por la normalización en precios de rubros que cayeron por los días sin IVA, el salario mínimo y las presiones que se mantienen por cuenta de los alimentos. Así, la inflación se ubicaría por encima del 6 por ciento en los primeros meses y posteriormente cedería, pero quedaría por encima de la meta del Emisor”, dice María Paula Castañeda, economista de BBVA Research.
Del mismo modo, la campaña electoral podría impactar el costo de vida, en la medida en que empuje el dólar por encima de 4.100 pesos o si impulsa nuevos paros. “El proceso electoral ya está afectando la inflación, pues la subida del salario mínimo tiene un claro componente político”, concluye Daniel Velandia, de Credicorp.