Hace un año, se creía que en 2021 el país iba a crecer 4,7 por ciento. La incertidumbre en medio de la pandemia, el profundo golpe a la economía, los nuevos picos de contagio y muerte, y la destrucción de cientos de miles de empleos no daban argumentos para el optimismo.

Sin embargo, hoy la historia es otra. Aunque se está comparando con tal vez el peor año de la economía nacional –un 2020 con una contracción de casi 7 por ciento– el comportamiento de 2021 puede ser histórico y registrar un crecimiento de más del doble de lo que se estimaba e, incluso, superar el 10 por ciento.

La dinámica ha sido sorprendente, en especial porque se ha dado en un año en el que el primer semestre estuvo marcado por picos de pandemia, pero también por las tensiones sociales que derivaron en paros, bloqueos y protestas que paralizaron la actividad productiva en muchas regiones y pusieron en jaque a distintos sectores, algunos de los cuales aún sienten el impacto. Además, la vacunación en el país ha estabilizado los contagios por cuenta de la pandemia y la aparición de nuevas variantes no ha desembocado en nuevos picos que se están esperando desde el mes de octubre y que, por fortuna, no se han materializado hasta ahora.

Como resultado, a lo largo del año las autoridades económicas y los analistas corrigieron al alza las expectativas de crecimiento de Colombia este año. Para el tercer trimestre, la economía creció 13,2 por ciento y la expectativa es que el último trimestre puede ser mejor, con una gran actividad comercial, gracias a los tres días sin IVA –con ventas por más de 30 billones de pesos–, fechas como el Black Friday y el Ciberlunes, pero especialmente, por la Navidad.

El repunte registrado hasta ahora y el que se espera para diciembre se debe a la suma de dos fuerzas: una oferta amplia y una demanda acelerada. A pesar de las dificultades y limitaciones, el aparato productivo y las empresas han dado muestras de resiliencia y de estar listos para responder a la hora de la reactivación. Pero, sin duda, uno de los grandes protagonistas de esta recuperación en forma de V han sido los hogares, los cuales dispararon el consumo que tenían contenido por la pandemia y rompieron todas las proyecciones. Del crecimiento acumulado de 10,3 por ciento durante los tres primeros trimestres del año, el consumo privado explicó 10,4 puntos porcentuales, mientras la inversión fija fue responsable de solo 1,9 puntos porcentuales. Las exportaciones netas contribuyeron negativamente y explican la diferencia, señala un análisis de Corficolombiana. Esta firma calcula que el gasto de las familias colombianas se expandirá 13,1 por ciento en 2021 frente a 2019, haciendo que su peso en el tamaño de la economía aumente de 69 a 73 por ciento para dicho periodo.

Aunque hubo un gran dinamismo en distintos frentes, hay cuatro que le dieron combustible al gasto de los hogares: primero, la disminución del desempleo, a cerca de 12 por ciento, lo que aumentó el ingreso disponible de las familias, aunque la informalidad sigue alta. Segundo, el peso de las remesas que se calculan en unos 8.000 millones de dólares al año y que se convierten en gasto, pues se destinan principalmente al pago de alimentación, vivienda, estudios y servicios. Además, muchos de los colombianos en el exterior se beneficiaron de los estímulos que entregaron países como Estados Unidos. Tercero, el aumento del crédito y la liquidez que irrigó el sistema financiero para compras. De hecho, uno de los mejores termómetros es la vivienda, que tuvo este año una cifra récord en comercialización de inmuebles. Y, cuarto, el uso en 2021 del ahorro acumulado por las familias que lograron mantener sus empleos e ingresos, pero que por las cuarentenas y confinamientos limitaron sus gastos. Ese ahorro, que superó los 26 billones de pesos en el tercer trimestre de 2020, cayó a un billón en el segundo trimestre de este año.

Todo indica que el gasto de los hogares y la dinámica empresarial servirán para que, si se logra crecer 10 por ciento, el ingreso de la economía se ubique casi 3 por ciento por encima de los niveles prepandemia, según Corficolombiana.

¿Qué viene?

La gran pregunta es si el viento de cola que hoy impulsa la economía se mantendrá y la respuesta es que probablemente el crecimiento se empezará a ralentizar, pues la base de comparación será más pareja con los periodos anteriores. Sin embargo, no hay homogeneidad en el estimativo de crecimiento para el año siguiente. En promedio, se calcula que el PIB avanzará 4,2 por ciento, con un máximo de 6,3 por ciento estimado por Barclays Capital y mínimo de 3,4 por ciento, proyectado por Davivienda.

Para algunos organismos como la Ocde, Colombia estaría entre las mejores economías de América Latina y estima que en el próximo año el país logrará una expansión de 5,5 por ciento.

Si bien el año entrante se espera que el crecimiento se mantenga, distintos factores podrían convertir ese viento de cola en nubarrones que oscurezcan el panorama en el corto plazo. Por un lado, el gasto de los hogares se moderará y registrará una expansión de 3,3 por ciento, según Davivienda, mucho más cercano al crecimiento promedio observado en la década inmediatamente anterior a la pandemia que fue de 3,6 por ciento. Corficolombiana lo estima en 4,1 por ciento. Por el otro, estará la incertidumbre de un año electoral.

¿Qué moderaría el gasto? Quizás una de las mayores preocupaciones está en una inflación desbordada, por encima del rango meta del Banco de la República. En noviembre de 2021, la variación mensual del Índice de Precios al Consumidor (IPC) fue de 0,50 por ciento, mientras que la variación año corrido fue 4,86 por ciento y la anual, 5,26 por ciento, es decir, 3,77 puntos porcentuales mayor que la reportada en el mismo periodo del año anterior, cuando fue de 1,49 por ciento, según el Dane. Ha sido impulsada por rubros como alimentos y bebidas no alcohólicas, alojamiento, agua, electricidad, gas y otros combustibles.

La disparada de la inflación tiene una explicación no solo estadística por la comparación con el año anterior, sino como un efecto de las crisis internacionales en producción y en las cadenas logísticas –lo que se ha denominado la crisis de los contenedores– que ha generado escasez de productos y aumentos de precios en productos finales, materias primas, insumos y fertilizantes, y en los mismos fletes, que en algunos casos pasaron de 1.000 o 2.000 dólares por contenedor a valores por encima de 10.000 dólares. También en el encarecimiento de combustibles y energéticos, que en Colombia impactan los gastos cuyos precios son regulados, como los servicios públicos y el transporte. Además, hace unos días el precio del dólar rompió la barrera de los 4.000 pesos, aunque posteriormente se corrigió hacia los 3.900. A pesar de esta corrección, el peso es una de las monedas más devaluadas de la región, lo que hace que los importados se encarezcan.

Esta ha sido una tormenta perfecta que se sumó a la reactivación del consumo y la demanda en el mundo. El impacto en Colombia ha sido duro, pues el Índice de Precios al Productor ya supera en casi cuatro veces al del consumidor, y eso presiona la inflación, pues parte de esos costos se trasladan a los precios finales. La inflación también se verá afectada en los primeros meses del año, ante el aumento del salario mínimo –que podría estar cercano al 10 por ciento–, lo cual no solo encarece la mano de obra, sino otros rubros de gasto como peajes y arriendos, cuyo valor se indexa al ajuste salarial.

Con el aumento de la inflación, y la recuperación de la economía, la Junta del Banco de la República ha iniciado el aumento de su tasa de interés de intervención que se estima, a lo largo del año entrante se ubique entre 4,5 y 5,5 por ciento (hoy está en 2,5 por ciento). Las mayores tasas de interés buscarán desestimular el endeudamiento. También, las remesas podrían tener una menor dinámica con la terminación de las ayudas estatales por pandemia en los países desarrollados, lo que podría afectar el consumo de los hogares receptores de dichos giros.

Aunque hay expectativa de que el gasto público aumente con la terminación de programas y proyectos, también se vería resentido por la ley de garantías en época electoral, a pesar de que quedó abierta la ventana con los convenios interadministrativos.

Si no es el consumo, entonces ¿quién tomará el liderazgo en el crecimiento? La inversión es la llamada a recuperarse. En 2020 tuvo una caída de 20,3 por ciento, tras un crecimiento de 3,8 por ciento en 2019. Para este año, Davivienda estima que crecerá 10,9 por ciento y 6,3 por ciento el año entrante. Sin embargo, la coyuntura no le favorece. Uno de los factores que va a determinar el avance o desaceleración de la inversión está relacionado con las jornadas electorales que se avecinan.

Tradicionalmente en época de elecciones, las empresas y los hogares disminuyen su ritmo de inversión y de gasto a la espera de que se defina quién será el próximo presidente y cómo quede conformado el Congreso. En este momento, la incertidumbre no solo se refiere al nombre del nuevo jefe de Estado, sino también a la posibilidad de un cambio de modelo económico, tras lo que ha ocurrido en Chile y Perú.

Se suma a ello la aparición de nuevas variantes de la covid-19 que pueden poner en jaque la economía con restricciones de movilidad, que ya se ven en algunos países.

Pero falta algo clave

Es claro que la reactivación de la economía se está dando en Colombia, pero está incompleta. El desempleo sigue en dos dígitos: en octubre se ubicó en 11,8 por ciento y la generación de empleo no va al mismo ritmo que lleva el crecimiento de la economía. Además, aunque se recuperaron 854.000 empleos en el décimo mes del año, aún hay casi tres millones de colombianos desempleados. Si bien es cierto que el mercado laboral se acerca a tener los niveles de ocupación que había antes de la pandemia, persiste el fenómeno de la informalidad, el cual es causa innegable de una inestabilidad en los ingresos de las personas. Tampoco hay que perder de vista que el desempleo venía al alza desde antes de la pandemia; es decir, no era un fenómeno coyuntural, sino estructural, y podría mantenerse en esa tendencia, teniendo en cuenta que la crisis cambió muchas cosas que harán que ciertas actividades en las que estaban entrenados los colombianos ya no sean tan demandadas. Es por eso que el BBVA –por ejemplo– estima que la tasa de desempleo urbano se ubicará en 13 por ciento a finales de 2022 y en 12,4 por ciento cuando termine 2023.

Según expresa Sergio Clavijo, exdirector de Anif y académico en la Universidad de los Andes, la baja inversión y la incertidumbre política podrían reducir los pronósticos de llegar a 4 por ciento en 2022. Mientras tanto, señala el desempleo como “el gran lunar estructural”, pues, aunque entre 2020 y 2021 ha bajado de 16 a 12 por ciento, el panorama no se despejará hasta tanto no se realicen las reformas que bajen los costos no salariales que tienen las empresas al contratar, de manera que se impulse la formalidad y se eleve la productividad.

No será un año fácil, pero es fundamental mantener el viento de cola que ha estimulado la economía en los últimos meses para que las cuentas y el crecimiento no se pierdan en la turbulencia.