La toma de créditos por parte de los colombianos no entra en pausa. En 2021, los desembolsos, según Asobancaria, llegaron a 442 billones de pesos, después de una aceleración de la inclusión financiera en los últimos dos años, en parte para enganchar al sistema de financiación a los beneficiarios de subsidios. Ahora, 33 millones de personas cuentan con al menos un producto financiero, pero con la inflación rayando el 7 por ciento empieza la preocupación entre quienes tomaron o están pensando en pedir un crédito, debido a una inminente subida de los costos al endeudarse.
Los préstamos hipotecarios y educativos son los directos implicados en la ecuación crédito-inflación, pero este indicador también salpica otras obligaciones financieras: en su mandato de controlar el costo de vida, el Banco de la República está subiendo sus tasas de interés, las cuales sirven de guía para las demás tasas de interés en el país. No obstante, los créditos hipotecarios y los educativos están sintiendo más rápido el aumento del nivel de precios, pues sus tasas de interés están atadas a variables como la Unidad de Valor Real (UVR) –que nació como reemplazo del vilipendiado Upac– o al índice de precios al consumidor (IPC).
Si bien la mayoría de los préstamos de vivienda son pactados en pesos (con una tasa de interés fija), hay un número importante de obligaciones en UVR cuya tasa de interés es variable y se mueve cada mes con la inflación. Son estos últimos los que verán el efecto en su próxima factura. También lo sentirán muchos jóvenes y sus padres con las obligaciones que tienen en el Icetex, las cuales se mueven con el IPC más unos puntos adicionales establecidos por ley.
Por esas razones es inevitable que muchos deudores hoy estén nerviosos con sus obligaciones financieras luego de conocer el resultado de la inflación de enero. Esta arrancó el año más arriba de lo esperado y muy cerca del techo al que se creía que el país llegaría solo hasta marzo-abril o, inclusive, en mayo. Sin embargo, expertos consultados por SEMANA llaman a la calma.
La cartera hipotecaria de los colombianos, incluyendo los préstamos de los bancos y del Fondo Nacional del Ahorro (FNA), según estadísticas de la Superintendencia Financiera, asciende a 89,7 billones. Los bancos tienen 81,7 billones de pesos, de los cuales solo 9 billones corresponden a créditos en UVR.
En el FNA, la cartera de vivienda es de 8 billones de pesos, pero en esta entidad, a diferencia de los bancos, el 80 por ciento de los créditos está en UVR, lo que corresponde a 6,4 billones de pesos. Una estadística aún más llamativa es que, del total de los préstamos en el FNA, 4,6 billones son para comprar vivienda de interés social y, en ese segmento, el 82,6 por ciento está en UVR.
Alejandro Vera, vicepresidente de Asobancaria, señala que en general los colombianos son más dados a tomar los créditos en pesos, que tienen una tasa fija, que hoy promedia entre 9,15 y 10,77 por ciento, según la entidad prestamista, y que es igual durante los 15 o 20 años del crédito.
Elegir parquearse en un punto seguro, con todas las cuotas iguales hasta que se termine de amortizar el crédito de vivienda, proviene en muchos casos del fantasma Upac, que se creó en los años setenta justamente para facilitar a las familias la compra de un inmueble.
En principio, el Upac estaba anclado a la inflación, pero luego, con una reforma aplicada, se amarró a la tasa DTF, que, a su vez, dependía del comportamiento de las tasas de interés bancarias. Un alza desmesurada de dichas tasas hizo que las obligaciones de los deudores del Upac se dispararan y muchos de ellos perdieron su vivienda. Ese temor de que el crédito hipotecario se volviera más caro que el inmueble financiado hizo que en el imaginario colectivo muchos le temieran a ese tipo de obligaciones, pese a que en 1999 se expidió la ley de vivienda que acabó el Upac y creó la UVR, cuyo cálculo ya no depende de las tasas de interés bancarias, sino de la variación mensual de la inflación. Por eso, ahora, con un costo de vida al alza, muchos deudores quieren salir en estampida a cambiar la denominación de sus créditos. ¿Hay razón para el susto?
Mientras que en un préstamo hipotecario en pesos las cuotas son iguales, en uno atado a la UVR el pago mensual puede variar, pues depende de la inflación del mes anterior y al cálculo se le agregan 4 o 5 puntos. Por ejemplo, en 2020, cuando la inflación cerró en 1,61 por ciento, el deudor hipotecario en UVR debió pagar en enero de 2021 una cuota con una tasa de interés del 7 por ciento, inferior al 9 por ciento que estaban pagando en promedio los que tenían el préstamo en pesos. Para febrero de este año, el panorama cambió, pues al deudor en UVR el interés se le subió a casi 12 por ciento, teniendo en cuenta que la inflación anual de enero fue de 6,94 por ciento, a lo que se le deben adicionar cinco puntos; una cifra sin duda más alta que la de un préstamo con cuota fija. “El crédito en UVR tiene una cuota menor cuando lo toma el usuario, pero carga con toda la volatilidad de la inflación”, señala Juan Pablo Espinosa, director de Investigaciones Económicas de Bancolombia.
Él prefiere dirigir la mirada hacia los créditos de consumo, pues considera que serían la fuente de exposición más fuerte que tendrían las familias en el contexto actual. En crédito de consumo, los colombianos deben 181 billones de pesos y allí la tasa de interés es muy alta; en promedio, hasta el cierre de enero estaba en 16,26 por ciento. “El que tiene los créditos vigentes, en principio, no estaría tan expuesto a esta situación”, pero, para quienes van a pedir un crédito nuevo, las condiciones podrían ser más apretadas. Esto, por las decisiones del Banco de la República, que para controlar la inflación ha venido subiendo sus tasas de interés. Estas empezaron 2022 en 3 por ciento y ya van en 4 por ciento. Esa subida se irá transmitiendo gradualmente a las tasas de interés que cobran los bancos. “Como resultado, durante este año vamos a ver que, cuando los ciudadanos vayan a pedir un crédito, la tasa de interés será mayor”, precisa Espinosa.
En cuanto a los deudores del FNA, según la presidenta de la entidad, María Cristina Londoño, si bien es inevitable que en los créditos en UVR se incremente la cuota, será algo transitorio en el horizonte de un crédito hipotecario que es a largo plazo. “Los créditos en pesos son a 20 años, en UVR se extienden hasta 30 años y, con ello, les ayudan a las personas de menores ingresos a tener su vivienda sin afectar tanto el flujo de caja personal, pues las cuotas son más bajas y así habían estado por mucho tiempo”.
Además, “la expectativa es que la inflación retorne a los niveles proyectados por el Banco de la República y se ubique de nuevo en el rango meta de entre 2 y 4 por ciento. Se pueden subir un par de cuotas, pero, cuando se estabilice la inflación, también lo harán las cuotas”, reitera Londoño. Acepta que algunos deudores del FNA están pidiendo cambiar su crédito a pesos, pero insiste en que este es un fenómeno que solo se da cuando la inflación sube y, hasta el momento, no ha afectado la dinámica de solicitudes y aprobaciones que traía la entidad.
Del efecto de la inflación en los deudores del Icetex habla Manuel Acevedo, presidente de esa entidad, quien confirma que el impacto lo sentirán unos pocos, pues en su mayoría son créditos subsidiados. Estos préstamos tienen tasas equivalentes al IPC más unos puntos adicionales, los que usa el Icetex para cubrir los costos en los que incurre para prestar sus servicios.
En todo caso, “La tasa de interés no existe para el 88 por ciento de los usuarios, porque tienen tasa subsidiada. Ellos lo que ven reflejado en su recibo es el ajuste que se hace en términos del aumento del costo de vida, que es la inflación, y sucede año tras año”.
“En el Icetex hay 911.000 usuarios de créditos educativos. De esos, 500.000 están en programas en los que no pagan intereses ni capital, son créditos condonables. Otros 400.000 sí tienen que hacer el pago, y, de ellos, 300.000 cuentan con subsidio de tasa de interés, es decir, solo ven que se modifica el valor cada año con la inflación, la cual se había mantenido baja los pasados tres años. Los 100.000 restantes no tienen subsidio de la Nación. Este grupo tiene un crédito en el que el componente es la inflación y los puntos adicionales. Y hay 11.000 personas con créditos para estudios internacionales, que tampoco tienen subsidio”, dice Acevedo.
En conclusión, el susto con la ecuación crédito-inflación tiene sus razones. Y entre los deudores, tanto los estudiantes como los que tienen hipotecada su vivienda en UVR, cruzan los dedos para que el Banco de la República tome las decisiones correctas.