La economía colombiana podría pasar de los gozosos a los dolorosos muy rápidamente. Para este año, los analistas han venido corrigiendo sus expectativas al alza y se estima que el crecimiento podría llegar, incluso, a estar por encima del 8 %, una de las mejores cifras, no solo de la región sino del planeta.

El viento de cola de la recuperación de la economía que viene del año anterior, impulsado por el consumo de los hogares, ha mantenido una fuerte dinámica en el comportamiento de la actividad productiva y comercial del país. Además, también ha ayudado el efecto base de comparación con periodos de 2021 ―en especial en el segundo trimestre del año― ,que estuvieron golpeados por las protestas y bloqueos que paralizaron la actividad productiva.

La caída del desempleo, el aumento en los créditos ―cuya cartera aún no muestra signos de deterioro― y cifras históricas en la llegada de remesas al país han sido los soportes para mantener el gasto y apuntalar el crecimiento de 2022.

Los cálculos y estimativos de este año se tuvieron que corregir al alza, como el crecimiento. Corficolombiana, en su más reciente estimación, pasó de 6,5 % a 8 %; Davivienda lo fijó en 7,8 % y hasta el Banco de la República pasó en sus previsiones de 6,9 % a 7,8 %.

Pero, así como el crecimiento al alza llenó de orgullo a los gobiernos entrante y saliente, otros indicadores también se proyectaron en aumento, pero estos sí encendieron las alarmas.

El caso más complejo ha sido el de la inflación. Se preveía que pudiera tocar techo en el tercer trimestre de este año, pero todo indica que, al menos en los próximos meses se mantendrá en doble dígito por factores como el incremento en el precio de la gasolina, que seguramente a final de año se acercará a los 10.000 pesos por galón; el invierno y su impacto en los alimentos, cuyos precios en la variación anual a septiembre han crecido 25 %; la volatilidad de dólar, que ha tocado picos superiores a los 4.600 pesos, y hasta la definición, a final de año, del incremento del salario mínimo para 2023 que tendrá como base una inflación de doble dígito más la productividad de un año, como el 2022, que tuvo una dinámica sobresaliente.

Otro indicador, que siguió la misma línea de la inflación, fue el de las tasas de interés del Banco de la República, que en cerca de un año pasaron de 1,5 % a 10 %, tratando de desacelerar el consumo y poner en cintura el costo de vida, pero encareciendo el dinero.

Ahora, en el mundo soplan vientos de recesión. La inflación desbordada, los aumentos en las tasas de interés de los bancos centrales ―precisamente para controlar el índice de precios al consumidor―; el conflicto entre Rusia y Ucrania, que mantiene puntos de tensión muy altos, y hasta la política de China de cero covid que, ante mínimos brotes de contagio, cierra ciudades y paraliza la producción y las actividades logísticas, se están convirtiendo en la tormenta perfecta para el año entrante.

“Las expectativas para 2023 parten de una realidad económica que no permite ser excesivamente optimista sobre la evolución del crecimiento global y la resolución rápida de los problemas sociales actuales en el mundo. Sabemos que el aumento de las tasas de interés en prácticamente todos los países deberá reducir el consumo. También sabemos que los altos niveles de deuda pública, derivados de las políticas diseñadas para atenuar los impactos de la pandemia, disminuyen las posibilidades del activismo de la política fiscal. Adicionalmente, la fragmentación del mundo en espacios geopolíticos rivales puede llevar a tener costos importantes en términos de una menor eficiencia económica global y la falta de coordinación en la formulación de políticas para afrontar problemas globales como los derivados del cambio climático”, advierte un análisis de Davivienda, de su Libro 2023.

Por estas razones, los analistas ven sombras y nubarrones que llevarán a una menor dinámica en la economía en el país, y la incertidumbre marcará el contexto económico. El rango de crecimiento para el año entrante va entre cerca de 2,5 % y menos de 1 %. Uno de los cálculos más pesimistas es el del Banco de la República, que pasó su estimativo de crecimiento de 1,1 % a apenas 0,7 %.

“El indicador de seguimiento de la economía (ISE) [del Dane], al igual que varios indicadores para el tercer trimestre, comienzan a mostrar señales de desaceleración de la actividad productiva. Esa tendencia podría reforzarse en los próximos meses como consecuencia del agotamiento de los efectos de la demanda represada postpandemia, los efectos de la mayor inflación sobre el ingreso real, un menor impulso fiscal y la postura restrictiva de la política monetaria. Teniendo todo esto en cuenta, y los riesgos asociados a un contexto internacional adverso, el equipo técnico revisó su pronóstico de crecimiento para 2023 de 1,1 % a 0,7 %”, dijo el Emisor en sus más recientes minutas.

Por su parte, uno de los más ‘optimistas’ en el crecimiento del año entrante es Davivienda, que lo calcula en 2,2 %; sin embargo, en una perspectiva mucho menos favorable que la de este año por factores como el menor crecimiento mundial; el aumento en el costo de uso del capital, explicado por el efecto de la fuerte depreciación de la tasa de cambio en los últimos dos años, así como por el alza de las tasas de interés; las presiones bajistas que los incrementos en los costos de los insumos están generando sobre los márgenes de rentabilidad en algunos sectores, y la incertidumbre relacionada con la pérdida de poder adquisitivo como resultado de la persistencia del fenómeno inflacionario.

Por su parte, Corficolombiana prevé una desaceleración pronunciada en 2023 y sus cálculos van en 1,8 % de crecimiento. Las razones que plantea son una moderación del consumo privado por los altos niveles de precios y tasas de interés, así como la menor entrada de remesas, que reducirán el ingreso disponible de los hogares. “La depreciación del tipo de cambio y el incremento en los precios de los combustibles contribuirán a frenar el ritmo de gasto privado, que aun así seguirá siendo el principal motor del crecimiento dada su elevada participación en el PIB”, dice la firma.

También, argumenta que la inversión y las exportaciones disminuirían en un contexto de alto costo del capital, menor demanda externa y términos de intercambio menos favorables. De hecho, calcula que la inversión fija se estancaría 10 % por debajo de su nivel de 2019, ante el panorama desfavorable en construcción y minería. Y considera que, aunque el mercado laboral seguiría avanzando, lo hará a un menor ritmo.

“Preocupa la permanencia en la inactividad de cerca de dos millones de personas y la brecha negativa del salario de los informales (62 % de los ocupados) frente al de los formales, que podría verse acentuada por un incremento sustancial en el salario mínimo”, advierte Corficolombiana.

A su vez, BBVA Research considera que la economía colombiana cerrará el 2022 con un crecimiento del 7,6 %. “Sin embargo, esto será la puerta de entrada a una nueva etapa en la que se verá una desaceleración saludable y sostenible que llevará al PIB de 2023 a un crecimiento de 0,7 %”, dice su análisis.

Según Juana Téllez, economista jefe de BBVA Research para Colombia, “el fuerte dinamismo de la demanda interna presionó aún más los precios del país al alza, profundizando los choques internacionales de los precios y obligando a la respuesta del Banco Central del país, pues era necesario empezar a propender por crecimientos más saludables y sostenibles en el mediano plazo para el PIB total y el consumo de los hogares”.

Pero los anteriores no son los únicos factores que presionarán el crecimiento de la economía el año entrante. Como advierte Davivienda en su estudio, hay que sumar otros dos factores de incertidumbre específicos: “el alcance de las políticas que implementará el nuevo Gobierno Nacional y el efecto que puede llegar a tener la reforma tributaria sobre el crecimiento. Sobre este último punto, vale la pena resaltar que los programas de ajuste fiscal, caracterizados por un aumento en los impuestos y una disminución del gasto, tradicionalmente suelen tener efectos recesivos. En esta oportunidad, sin embargo, no se aplicará la receta tradicional, pues si bien hay un aumento en los impuestos, también se espera una expansión del gasto. Los resultados de esta combinación de políticas son, intrínsecamente, difíciles de pronosticar”, señala.

De hecho, en un estudio de la Andi, el 68 % de los encuestados considera la incertidumbre por la reforma tributaria como el principal factor desfavorable en el clima de negocios.

Para el año entrante, el Gobierno ha anunciado que impulsará tres grandes reformas: la laboral, la pensional y la de la salud que, como ahora la tributaria, sus discusiones pueden sumar en ese nivel de incertidumbre en el que se moverá la economía en 2023.

A favor del crecimiento del año entrante, además del gasto que pueda generar el gobierno central, está la tracción que traigan los gobiernos locales (municipios y gobernaciones) que entran en su último año de mandato. Sin embargo, falta ver cómo quedaron sus recursos, tras afrontar la pandemia, y si serán suficientes para dinamizar la economía de todo el país.