Es mucho lo que se ha avanzado en Colombia para acercar los derechos de las mujeres a los de los hombres.
Uno de los temas más rezagados ha sido el de la brecha salarial, alrededor del cual el DANE presentó unos resultados que muestran un sorprendente avance.
Mientras que en 2013 la llamada brecha salarial entre hombres y mujeres era del 18,2 %, en 2020 pasó a ser del 5,8 %. Esto quiere decir que siete años atrás, en el país, por cada 100 pesos en remuneración que recibía un hombre, a las mujeres, aun haciendo la misma labor, solo le daban un salario de 82 pesos. Esa relación pasó a ser ahora de 100 pesos en el caso de los hombres y 94 para las mujeres.
Existen muchas explicaciones para que las desigualdades salariales se mantengan. Por un lado, ellas son más propensas a entrar en empleos de tiempo parcial, precisamente para hacer frente a las labores de cuidado de sus familias. De hecho, en pandemia, las estadísticas del DANE demostraron la manera en que a la mujer se le multiplicó la jornada de trabajo, juntando la actividad laboral (que se hacía en casa) y las labores propias del hogar. Solo en el último trimestre de 2020, las mujeres invirtieron 5 horas diarias más que los hombres en trabajos no remunerados, según la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo (ENUT), del DANE.
En general, el director de la entidad de las estadísticas habló del menor acceso de la mujer al mercado laboral. Es así como, de los 22,2 millones de ocupados que había en 2019, se pasó a 19,8 millones en 2020, lo que implica que se perdieron 2,4 millones de empleos. Pues 1′018.000 de los que se quedaron sin enganche eran hombres y 1′426.000 eran mujeres. En ese mismo sentido, al ser ellas las más sacrificadas en el mercado laboral, está también la remuneración. Del número de hombres ocupados que quedaron en 2020, el promedio de ingreso era de 1′125.000 pesos, mientras que la remuneración promedio de la población femenina ocupada fue de 1′060.000.
Otra de las razones de las desigualdades salariales entre hombres y mujeres, es que ellas acceden a trabajos socialmente menos valorados, además de ingresar a sectores que, en general, pagan menores salarios. También hay argumentos, según los cuales, la propia mujer se subvalora. No en vano, existen estudios que han demostrado que, si a un hombre le falta el 40% de las habilidades para ocupar una plaza, con el 60% de las que tiene se defiende para convencer que es el merecedor de la posición laboral. En cambio, la mujer puede tener el 90% de las habilidades requeridas, y se enfoca en el 10% que le falta.