La volatilidad del dólar en Colombia continúa y este viernes, 5 de agosto, volvió a abrir al alza (4.325 pesos) tras cerrar en rojo este jueves 4 de agosto. Los inversionistas se encontraban a la espera de los resultados de desempleo de Estados Unidos, que se conocieron esta mañana.
La divisa estadounidense abrió ganando unos 57 pesos frente a la Tasa Representativa del Mercado (TRM) que la SuperFinanciera fijó para el día de hoy en 4.268 pesos con 30 centavos, la segunda vez que se ubica sobre los 4.200 pesos desde el pasado 6 de julio.
Sin embargo, si el dólar se compara con el precio de este jueves, cuando cerró en 4.295 pesos, está subiendo unos 30 pesos. Tras varios minutos de cotización, la moneda estadounidense se cotiza en estos momentos a 4.330 pesos.
De acuerdo con datos de la Bolsa de Valores de Colombia (BVC), en los primeros minutos tras su apertura, que se dio a las 8:00 a. m., la moneda de Estados Unidos ha tocado un mínimo de 4.325 pesos (precio de apertura), mientras que el precio máximo alcanzado ha sido de 4.338 pesos con 50 centavos.
El dólar en Colombia vuelve a subir luego de que este jueves los precios del petróleo registraran pérdidas. El WTI estadounidense volvió a sus niveles anteriores a la invasión rusa de Ucrania en febrero pasado, por debajo de los 90 dólares el barril.
El barril de West Texas Intermediate (WTI) para entrega en setiembre perdió 2,33 %, quedando en 88,54 dólares en Nueva York, un mínimo desde febrero antes de la invasión de Ucrania. En tanto, el barril de Brent (referencia para Colombia) del mar del Norte para entrega en octubre perdió 2,74 %, hasta quedar en 94,12 dólares en Londres.
Los temores a una recesión mundial volvieron a afirmarse en el mercado y la falta de crudo quedó en un segundo plano. El Banco de Inglaterra anunció este jueves que prevé que Reino Unido entre en recesión por más de un año a finales de 2022.
Este es el municipio de Colombia que está feliz con el dólar a más de 4.000 pesos
Una veintena de personas esperan turno en un centro de giros internacionales de Filandia, un pequeño pueblo del departamento de Quindío. Avanzan ansiosas para retirar remesas enviadas desde Estados Unidos, que ahora parecen pequeñas fortunas por la fuerte desvalorización del peso frente al dólar.
Difícilmente se puede encontrar un solo hogar en este municipio de 13.000 habitantes, en el centro del país, que no tenga un familiar migrante. Pero mientras una parte de Colombia sufre por la inflación, que llegó al 10,21 % interanual en julio, atizada por el aumento en el valor de las importaciones, aquí solo se ven sonrisas.
Leobardo Flores (55 años) vio partir a nueve de sus hermanos. Ellos “jalonaron el barco” y son la “locomotora” que le permitió educar a sus cuatro hijos y mantener durante 28 años su negocio, cuenta el extrovertido panadero.
“No solo dieron la atarraya para pescar, sino que (...) dieron los peces”, añade Leo, como lo conocen en el pueblo de casas variopintas, arquitectura colonial y paisaje ondulado. Filandia es la otra cara de la devaluación del peso, que alcanzó el 14 % en los últimos 12 meses, encareciendo las compras en el exterior.
El éxodo se inició en los años setenta y se agudizó una década después con el ocaso de la bonanza cafetera, cuando se desplomó el precio internacional del grano.
Desde entonces, cientos de filandeños migran a Estados Unidos, muchos por intermedio de traficantes que por unos 18.000 dólares los dejan a su suerte del otro lado de la frontera con México, según testimonios de los pobladores. La mayoría viajó a Nueva Jersey, a donde llegaron los primeros migrantes que ayudan a los nuevos con vivienda y a conseguir trabajos muchas veces extenuantes como obreros o meseros.
Incluso, un migrante indocumentado que habló bajo reserva de identidad, dijo que pensó en pedir dólares prestados para multiplicarlos en pesos. Pronto terminará la construcción de su casa. Su mamá vigila la obra desde una vivienda que alquila al frente.
Numerosos turistas recorren restaurantes, cafeterías y boutiques artesanales del poblado. En la plaza central se erige una escultura en homenaje al migrante filandeño, un caminante de valija en mano cuyo cuerpo se desvanece. La fiebre del dólar deja progreso, pero también familias rotas, vidas frustradas y muertos. El año pasado un lugareño falleció ahogado en el río Bravo durante su travesía hacia Estados Unidos.