Aunque hoy por hoy, más niños que nunca están en la escuela, muchos no dominan conceptos básicos ni habilidades claves. El Banco Mundial estima que siete de cada diez estudiantes de países de ingresos bajos y medios viven en “pobreza de aprendizaje”, incapaces de leer una frase simple cuando terminan la escuela primaria.
La mayoría de los sistemas escolares en el mundo se ha estancado o disminuido en la última década, incluso a niveles registrados antes de la pandemia de covid-19.
A estos sistemas no solo se les pide ajustar y mejorar la formación de sus estudiantes, también que participen en la resolución de problemas de un mayor espectro, como tensiones sociales, afrontar los crecientes desafíos de salud mental entre los jóvenes, tener una posición frente a la inestabilidad política y la polarización, y hasta la lucha contra el cambio climático.
“La pandemia exacerbó estos desafíos. Se amplió el tiempo de aprendizaje perdido, así como las brechas de equidad dentro y entre países, mientras que los cambios en la fuerza laboral se han acelerado. Esto está creando un efecto a medida que las pérdidas de aprendizaje chocan con una creciente necesidad de habilidades de orden superior. Si las tendencias históricas continúan, tomará hasta 2040 volver a donde estábamos en 2019 en términos de los resultados de aprendizaje de los estudiantes”, señala un estudio de la consultora McKinsey, que calcula que mil millones de niños en el mundo están en lo que denomina “pobreza de aprendizaje”.
Además, se espera que la automatización incremente la demanda de trabajadores capacitados, creando una mayor necesidad de habilidades tecnológicas, socioemocionales y cognitivas. En ese sentido, es probable que el reciente aumento de la inteligencia artificial generativa acelere esta fuerza laboral para estas transiciones.
En este contexto, McKinsey realizó un estudio para comprender cómo los sistemas escolares a nivel mundial pueden reactivar el crecimiento y recuperarse de las pérdidas de aprendizaje de la pandemia. Examinó a los conductores de mejoras del sistema escolar en la década previa a la pandemia por el covid-19 y cubrió tanto los sistemas escolares que estaban mejorando como aquellos en decadencia. Analizó datos globales y habló con más de 200 líderes del sistema, donantes y filántropos, líderes de organizaciones sin fines de lucro, académicos y consultores, todos los cuales señalaron la complejidad del desafío.
Los resultados
Según el estudio, en la década que precedió la pandemia del covid-19, el desempeño escolar en la mayoría de los sistemas se estancó o disminuyó. “De los 73 países con datos longitudinales a lo largo de la última década, apenas 23 lograron alcanzar mejoras significativas, consistentes y sostenidas en los resultados”, señala.
La pandemia hizo que se exacerbaran los desafíos. Colombia, por ejemplo, tiene un desempeño inferior en educación y ningún país latinoamericano supera el desempeño regular, según estimaciones del Banco Mundial. En simultáneo, el giro hacia el trabajo remoto y el comercio electrónico aceleró los cambios en la fuerza laboral, lo que provocó un efecto: que las pérdidas en el aprendizaje colisionan con una demanda creciente de habilidades de orden superior.
De acuerdo con el análisis de McKinsey, solo el 20 % de los sistemas educativos analizados alcanzó sus objetivos de aprendizaje y de resultados del sistema. La encuesta a los 400 líderes reveló las principales razones del fracaso en las reformas educativas.
Para el 65 % hay prioridades opuestas, es decir, la educación no es considerada una prioridad, lo que resulta en la imposibilidad de reunir los fondos públicos o las donaciones necesarias para ejecutar las iniciativas.
Además, el 61 % señala que el financiamiento es inadecuado o no equitativo, mientras que para el 48 % se evidencia una falta de talentos educativos. Por su parte, el 46 % considera que la capacidad de implementación es limitada, al tiempo que el 33 % destaca la discontinuidad en el liderazgo y para el 31 % uno de los factores más importantes es la resistencia de los involucrados.
De acuerdo con el estudio de McKinsey, ninguno de los países de la región está en un nivel bueno o avanzado en términos de educación. Los de mejor posición son Chile y Costa Rica, que se encuentran en un nivel medio, y Colombia, en un nivel inferior. Sin embargo, existen casos como el de Perú y el estado de Ceará en Brasil que implementaron acciones para mejorar su educación.
“En el caso de Perú, Jaime Saavedra se convirtió en ministro de Educación, reconstruyó el equipo directivo del Ministerio e incorporó talentos de otros sectores, como el financiero, que aportaron competencias nuevas y necesarias. En el estado de Ceará en Brasil, las 150 escuelas con mejores resultados del estado adoptaron a las 150 escuelas con peores resultados; si la escuela con peores resultados mejoraba, ambas escuelas de la pareja recibían una recompensa económica”, describe el análisis de la consultora.
Según la investigación, los sistemas que avanzan en forma sostenida aplican un conjunto de siete estrategias de refuerzo para alcanzar mejoras significativas y a largo plazo. Ellas son: fijar un conjunto reducido de prioridades para enfocarse en los avances, con objetivos coherentes, sostenidos y basados en evidencia; crear una estructura no concentrada en un único líder e involucrar a otras instituciones más allá del ministerio; establecer una comunicación auténtica de dos vías con educadores y familias; crear coordinación y una cadencia para el cambio, transformando las estrategias en planes, presupuestos y cronogramas; construir estructuras de implementación y habilidades en los niveles medios; medir los resultados de los estudiantes y volverlos transparentes; usarlos para crear momentum y ajustar las políticas y la metodología, y expandir lo que funciona bien, dejando espacio para la innovación y midiendo los resultados positivos.
Si las tendencias históricas continúan, más de 700 millones de niños estarán en situación de “pobreza educativa” para 2050. Sin embargo, para McKinsey, aunque la pandemia acabó con décadas de mejoras educativas, si todos los sistemas lograran mejorar los resultados de sus estudiantes al mismo ritmo que los sistemas más eficaces, 350 millones de alumnos podrían salir de la “pobreza educativa” en los próximos 30 años.
Qué hacer
McKinsey plantea que los sistemas en las bandas de desempeño más bajas como Colombia necesitan enfocar sus esfuerzos en desarrollar habilidades de alfabetización y matemática básicas, al igual que garantizar la disponibilidad de materiales para todos los alumnos. También plantea el apoyo a los docentes con planes estructurados e implementar mecanismos de evaluación de la instrucción efectivos para reflejar los diferentes niveles de resultados de los alumnos. Este paquete de intervenciones es conocido como “pedagogía estructurada”.
“Además, se podría priorizar el reclutamiento, desarrollo y retención de docentes y líderes escolares de alta calidad; mejorar el bienestar de los estudiantes para aumentar la asistencia a clase y el aprendizaje; y garantizar la justicia y la equidad en la distribución de recursos, el modelo de gobierno y las operaciones”, concluye la investigación.