El sector fitness en Colombia enfrenta un panorama cada vez más desafiante. El aumento en el costo de la canasta básica, los servicios públicos, un dólar volátil y los efectos inflacionarios han obligado a los colombianos a reorganizar sus prioridades de gasto.
En este contexto, actividades como ir al gimnasio o a cualquier otro espacio asistido para ejercitarse se han vuelto cada vez más difíciles de mantener dentro del presupuesto familiar.
“Con el afán y las preocupaciones del día a día, muchas personas van dejando a un lado hábitos que son vitales para el bienestar. Es una práctica que cada vez se hace más común, fortalecida además, por la fuerte necesidad de los colombianos de cubrir gastos esenciales”, explica Alejandro Suárez, fundador de un gimnasio ubicado en el norte de Bogotá.
Suárez explica que, ante las condiciones económicas actuales del país, ha sido necesario ajustar los precios de los planes en su gimnasio. “Cuando comenzamos, en el 2020, cobrábamos 550 mil pesos y hoy hemos tenido que subirlos a casi 900 mil. Más allá de una búsqueda de ganancias, en realidad este aumento está pensado para poder cubrir los costos básicos y mantener el negocio en funcionamiento”, señaló.
Los emprendedores o empresarios de medianas y pequeñas empresas son los más golpeados con esta situación pues sus ingresos están directamente ligados a la continuidad e interés de los usuarios. Sobre esto, María Carolina Guerra, propietaria un estudio de pilates llamado Buttocorpo en Bogotá, señala que la inflación ha impactado fuertemente su operación. “Los servicios públicos, los materiales para las clases, incluso el transporte de los clientes. Todo es más caro, y no podemos aumentar nuestras tarifas al mismo ritmo porque los usuarios no lo soportarían”, señaló.
Además de los retos que impone la coyuntura económica del país, las nuevas dinámicas dentro del mismo sector fitness son una presión adicional para estas empresas. Las plataformas de entrenamiento virtual, aplicaciones y videos en redes sociales han ido ganado popularidad como alternativas más económicas y accesibles, algo que, para Guerra, pudiera considerase como su competencia más directa. “Aunque estas prácticas pueden aumentar el riesgo de lesiones o de una ejecución incorrecta, para muchos usuarios resulta más conveniente, pues pueden realizar su rutina en el momento que deseen”
La competencia con la virtualidad y la reducción en la capacidad de gasto han llevado a los negocios del sector a buscar alternativas para sobrevivir. “Hemos tenido que flexibilizar nuestros planes y buscar otras formas de mantener nuestra clientela, que indudablemente ha bajado”, comenta Guerra y resalta que en el pasado, los precios de su negocios solo se ajustaban una vez al año, pero que ahora, este ha tenido que modificarse varias veces por la misma subida de los costos de mantenimiento.
Por su lado, Alejandro Suárez coincide en que adaptarse es clave, pero destaca que la propuesta de valor debe también defenderse. “Nuestro enfoque no es competir con los precios de la virtualidad, sino destacar los beneficios tangibles de entrenar con expertos y equipos adecuados. No solo trabajamos el físico, sino también la disciplina y la mentalidad, algo que los clientes valoran a largo plazo”.
Sobre esta coyuntura, Paola Andrea Mira, administradora de empresas de la Universidad Manuela Beltrán, afirma que estas nuevas conductas continuarán creciendo, impulsadas en gran medida por el desarrollo tecnológico. En ese sentido, sectores como el fitness deberán encontrar maneras de integrar estas innovaciones en su propuesta.
“Fenómenos como el de la inteligencia artificial, por ejemplo, jugará un papel clave en esto porque muchas plataformas ya permiten que la persona le cuente quién es, cuál es su perfil, sus objetivos de salud y entrenamiento, y que este reciba automáticamente un plan semanal o mensual. Allí habrá que reevaluar el papel de los negocios y definir exactamente cuál es el diferencial que le ofrecen a sus clientes”, subrayó Mira.