La Organización de las Naciones Unidas (ONU) define la “desigualdad económica” como la “diferencia que existe en la distribución de bienes, ingresos y rentas dentro de un grupo, sociedad, país o entre países”. Esto se genera cuando los recursos económicos, en lugar de distribuirse de manera equitativa, se concentran en pocas manos.
Esta problemática sigue en aumento, debido a que de los 8.000 millones de habitantes que se estima tiene el planeta, en un porcentaje inferior –que se calcula que es del 1 %– se concentra más de la mitad de la riqueza global. Así lo indica un informe de Credit Suisse, donde se manifiesta que para 2021 la riqueza en el mundo creció un 9,8 %, calculándose en 463,6 billones de dólares. De ese monto, más de 200 billones de dólares se concentraron en los que poseen las mayores fortunas globales.
Manuela Tomei, subdirectora general de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y miembro de la Comisión de Desarrollo Social de las Naciones Unidas, alertó que el 10 % de los más ricos de la población mundial se lleva actualmente el 52 % de la renta mundial. Es decir, que si el 1 % de la población acapara la mayoría de la riqueza, de ese porcentaje hay un grupo mucho más selecto que tiene en sus manos la mayor cantidad de los recursos generados por la economía mundial.
En contraste, la mitad de los más pobres del planeta tan solo obtiene el 6,5 % de la riqueza mundial (aproximadamente 30 billones de dólares, si se parte del dato de riqueza en el mundo previamente señalado). Esta situación de desigualdad en la distribución de la riqueza en el planeta se ha acentuado mucho más, especialmente en los últimos años como consecuencia de la pandemia, impactando en gran medida a los países pobres o de ingresos bajos.
“La pandemia mató a más de 6,8 millones de personas, sumió a millones en la pobreza extrema y el hambre, y destruyó empresas y puestos de trabajo. Muchos países aún se están recuperando de ella, mientras el mundo se enfrenta a otras crisis”, declaró.
Por ello, desde el organismo internacional se señala que el crecimiento de las desigualdades en materia de ingresos, empleo y derechos también ha contribuido en la intensificación de la discriminación, principalmente hacia las mujeres, los migrantes y los refugiados.
“La participación de las mujeres en los ingresos totales procedentes del trabajo es inferior al 35 %, lo que supone solo un aumento del 5 % respecto a 1990″, destacó Tomei, quien además manifestó que “214 millones de trabajadores viven en la pobreza extrema –con menos de 1,90 dólares al día– y que el número de trabajadores pobres está aumentando en los países en desarrollo”.
La subdirectora de la OIT destacó la desigualdad entre los mercados laborales mundiales, tanto en oportunidades como en resultados, y dijo que persisten grandes brechas de género en el empleo, el desempleo, la remuneración y las pensiones.
“Unos 290 millones de jóvenes en todo el mundo no reciben educación, empleo o formación, mientras que 2.000 millones de personas trabajan en la economía informal”, alertó.
Del mismo modo, señaló que a causa de la pandemia por la covid-19, la inestabilidad de los empleos y los ingresos, las condiciones de trabajo insalubres e inseguras y la falta de protección social provocaron un impacto desproporcionado en estos trabajadores, que vieron cómo sus ingresos se reducían en un 60 % en 2020.
Finalmente, describió la desigualdad “como un fenómeno multidimensional, específico de cada país y de cada época” y añadió que “ninguna actuación política individual ni ningún actor aislado conseguirán resolver el problema, sino que será necesaria una combinación de todos ellos”.