Francia Márquez tiene una historia de vida como lideresa social, abogada, defensora del medioambiente y los derechos humanos, que la ha llevado a convertirse y presentarse enfáticamente como “la primera vicepresidenta afro” de Colombia. Está en trámites para encabezar también un Ministerio de Equidad, que acerque al país al “vivir sabroso”, declarado como meta por el Gobierno que lidera junto al presidente Gustavo Petro.
A la 27.ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 27), en Egipto, ha asistido para hablar, sobre todo, de la relación de la justicia social –especialmente racial y de género–, con el cambio climático; de la atención que merecen poblaciones históricamente excluidas y empobrecidas por el colonialismo, la esclavitud y el racismo, si se aspira a alcanzar la justicia climática.
DW: ¿Por qué considera usted tan importante este énfasis en la justicia racial y de género, para abordar los desafíos globales y locales que plantea la actual crisis climática?
Francia Márquez (F. M.): Para mí, como mujer afrodescendiente, mi presencia aquí, en Egipto, es muy importante, en un momento histórico, donde hay grandes desafíos para África, pero también para América Latina y el Caribe, para los países que han sufrido la colonización, la esclavitud, y que son los mismos que hoy están padeciendo en mayor proporción las consecuencias de la crisis ambiental.
Yo crecí en un territorio ancestral, soy descendiente de hombres y mujeres que fueron esclavizados. Y, si miramos las razones por las cuales se llevó a cabo todo ese sistema esclavista colonial, que usó como materia prima a seres humanos para comercializarlos internacionalmente, así como hoy se comercian bienes, creo que esto tiene mucha relación con lo que está pasando aquí.
Siendo una nieta de esos hombres y mujeres que fueron expropiados en su condición humana y sometidos a la esclavitud, yo creo que tenemos mucha legitimidad hoy para levantar la voz y demandar reparaciones históricas. No solo sobre los daños y perjuicios que generó el sistema colonial y esclavista, sino sobre los daños y perjuicios que hoy siguen padeciendo los pueblos y comunidades que han tenido que sufrir las consecuencias de la explotación o sobreexplotación de este modelo económico.
Cuando uno ve, en mi país, que la esperanza de vida de las mujeres afrodescendientes es menor que la del resto de las mujeres, yo creo que ahí hay una conexión histórica de violencias estructurales, que no ha permitido que estas mujeres tengan garantías para la vida, al igual que el resto de la sociedad. Y ese sistema económico, ese sistema de mercado que esclavizó a nuestros ancestros y ancestras, sigue dominando al mundo.
Para mí esas son las razones por las cuales es importante hablar del tema de pérdidas y daños, que para el caso de las poblaciones indígenas y afrodescendientes son pérdidas y daños sostenidos, que han estado ahí de manera permanente, socavando la vida de estas poblaciones.
DW: ¿Qué medidas concretas propone, desde esta perspectiva, para frenar el cambio climático en el mundo en general, y en América Latina o en Colombia en particular?
F. M.: Primero, nuestro Gobierno tiene un compromiso claro con la justicia climática. Y, para eso, asumimos el desafío de una política de transición energética. No es posible frenar la crisis climática sin que los Gobiernos se comprometan a dejar de emitir gases de efecto invernadero, que están llevando al planeta a un colapso.
Segundo, no es suficiente con que vengamos a la COP 27 a hablar sobre justicia climática, a hablar sobre los desafíos que tenemos, si los países responsables de emitir gases de efecto invernadero –los “países desarrollados”, como ellos se enuncian– no asumen el compromiso de reducir las emisiones. Por más que podamos hacer nosotros –los países que menos emitimos, pero que sí estamos viviendo las consecuencias–, no será suficiente.
Eso es fundamental para poder empezar una adaptación al cambio climático. Y yo creo que ahí está la gran discusión. Lo que hemos visto es que, cada año, se hace la COP y se llega a compromisos y acuerdos, pero muchos no se cumplen. Son pocos los países que se comprometen realmente con asumir los desafíos del cambio climático.
Creo que es necesario, en tercer lugar, en términos de adaptación y de sostenibilidad, tener en cuenta los saberes ancestrales y tradicionales de las comunidades. Si tanto los pueblos afrodescendientes como indígenas, o comunidades campesinas, históricamente han puesto su conocimiento al servicio del cuidado y la sostenibilidad ambiental, creo que es necesario dar voz, dar fuerza a esos conocimientos tradicionales y ancestrales, como una forma de contribuir.
Y cuarto, creo que es necesario poner la discusión de reparación histórica sobre la mesa, en una ruta de condonación de deuda externa de los “países desarrollados”, que permita a los países que han sido víctimas del colonialismo, de la esclavitud y del cambio climático, poder mejorar las condiciones de vida para las comunidades.
En mi país, por ejemplo, las poblaciones étnicas, indígenas y afrodescendientes son las más empobrecidas, las que tienen un número mayor de necesidades básicas insatisfechas. Hablar de justicia racial para estos pueblos podría significar que Colombia pueda condonar su deuda externa con varios países, que fueron responsables tanto del colonialismo como de la crisis ambiental que estamos viviendo hoy. Que liberen los recursos que nuestros Estados pagan a sus países en términos de deudas y que esos recursos se inviertan de manera eficiente y eficaz en estas comunidades étnicas, tanto indígenas como afrodescendientes.
Lo otro son los fondos de conservación. Para el caso de Colombia, tenemos un fondo de conservación ambiental para la Amazonia, entendiendo que la Amazonia hoy es un centro importante en términos de equilibrio, de sostén del planeta. Sin embargo, hay otras regiones como el Pacífico, por ejemplo, que es necesario impulsar. El Caribe es una de las regiones que más están siendo afectadas, está aumentando el nivel del mar, los huracanes se están intensificando. Son comunidades que necesitan fondos de adaptación, para poder enfrentar los desafíos de los impactos que están recibiendo.
DW: Ha mencionado los acuerdos incumplidos… ¿Para qué sirve y para qué no un evento como esta COP 27, que usted experimenta ahora como política, con un pasado tan fresco como activista?
F. M.: A nosotros como Estado nos sirve porque posicionamos nuestra visión política. Nuestra visión política es de justicia climática, de impulsar la transición energética, de descarbonizar la economía, de reparación histórica en términos de justicia de género y de justicia racial. Y yo creo que esta COP 27 sirve para eso, para poner el parlante de una nación a que suene y retumbe en el mundo.
Sirve a algunos países para traer recursos. Por eso está esta cumbre aquí, en África. Esto es un proceso de negociación donde las regiones van en bloque. África va a la negociación demandando, con justa razón, que gran parte de los recursos de adaptación para enfrentar el cambio climático sean invertidos en África, que es lo mismo que debería pasar para América Latina y el Caribe.
El Caribe, América Latina y África deberíamos estar juntos, articulados, porque estas tres regiones han sido impactadas de manera desproporcional por el cambio climático. Así que esa conexión sur-sur es muy importante. Para mí, estar aquí es poder tender lazos de articulación y esfuerzos conjuntos para eso.
Desde Colombia, nosotros estamos planteando fortalecer nuestras relaciones con todo el continente africano, empezar a dialogar con la Unión Africana. Los lazos con todo el Gran Caribe y, por supuesto, con Latinoamérica son fundamentales.
Ese es el sentido de estar aquí, más allá de muchas frustraciones, de avances que quisiéramos tener y que no se logran, porque es un proceso en disputa. Todavía hay un negacionismo en términos de reconocimiento a nivel global del cambio climático. Y eso aún sigue siendo una barrera en muchos países y en nuestra sociedad.
DW: Hay duras críticas a la postura del gobierno del presidente Petro de revisar las licencias de explotación de petróleo. Muchos temen una caída de la economía si Colombia reduce bruscamente la explotación de petróleo y carbón mineral. ¿Qué responde Francia Márquez a estas críticas?
F. M.: Yo creo que siempre vamos a ser un Gobierno criticado. La crítica siempre está, siempre que vamos en favor de la justicia, en favor de la vida, en favor de la paz, en favor de la dignidad.
El tema económico por el cual atraviesa nuestro país no solo pasa por discusiones o decisiones internas. Por ejemplo, la caída del dólar obedece a temas financieros globales. Hoy, hay un problema económico global que está afectando a Colombia y que afecta a todo el mundo. Y, por supuesto, cuando hablamos de tránsito del modelo minero-energético, no estamos diciendo que un día llegamos y al otro día ya no hay nada, sino que es un proceso.
Yo creo que la humanidad tiene que alistarse para eso. No solo Colombia, sino que, si queremos seguir existiendo y si queremos garantizar que la vida siga existiendo en este planeta, pues sí o sí nos toca empezar a hacer ese tránsito. Nosotros hemos decidido arrancar y eso es una necesidad. No creo que la economía se vaya a desbaratar más de lo desbaratada que está producto de la crisis.
La pandemia es una demostración de los efectos de la crisis ambiental. Y hoy el planeta tiene un problema económico a partir de lo que generó la pandemia. La pregunta más bien es: ¿cuántas pandemias más vamos a ser capaces de soportar como humanidad? ¿Y cuántas pandemias más va a soportar el sistema económico basado en el extractivismo?