Con los créditos en Colombia todo parece estar al revés. Nueve de cada diez negocios son microempresas (98 por ciento), pero del total del crédito formal que se otorga en la industria financiera, solo 3 por ciento es microcrédito y está colocado en 2,8 millones de beneficiarios de los 1.103 municipios del país. Ellos a veces solo pueden poner un negocio de supervivencia, como una venta de jugos, para conseguir lo del diario.

La gente que está en la llamada base de la pirámide socioeconómica no es objetivo para la banca tradicional. El 49,3 por ciento del crédito que se mueve en el sistema financiero es comercial y el 31,7 por ciento de los préstamos son de consumo. En ambos casos se llega a usuarios que tienen con qué respaldar su deuda, porque el foco para el otorgamiento de los créditos es evadir el riesgo de no pago.

Con ese esquema que beneficia a unos pocos y se concentra en el que tiene más oportunidades, las entidades prestamistas lograron utilidades por 14 billones de pesos en 2021, mientras que la pobreza en el país bordeó el 40 por ciento, según las cifras del discurso del presidente Gustavo Petro en las últimas semanas. Todo porque se cocina un revolcón al financiamiento, de manera que impulse más la economía popular, en busca de que se incremente la producción agropecuaria e industrial y se genere riqueza.

Aunque las líneas gruesas de lo que ha sustentado hasta ahora el ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, se centran en el crédito cooperativo, en las microfinanzas y en la banca pública de desarrollo, de la cual hace parte Bancóldex, Finagro, Findeter y la Financiera de Desarrollo Nacional (FDN), son muchas las aristas que hay en torno al nuevo modelo de financiamiento que se intenta diseñar.

Democratizar el crédito

La almendra está en ‘democratizar el crédito’ para que suba la productividad, pero para eso se requieren fuertes cambios, que incluyen, por ejemplo, suspender el camino del grupo financiero Bicentenario, que se planteó en el Gobierno anterior como algo que iba a ser poderoso: el tercero más grande del país. De ese conglomerado hacen parte el Banco Agrario, que es un banco de primer piso, es decir, presta directamente al usuario final; Findeter, Finagro, Bancóldex y la FDN, que son banca de segundo piso, pues irrigan recursos en instituciones financieras para que sean ellas las que lleguen al beneficiario del crédito, así como el Fondo Nacional del Ahorro.

Las aseguradoras estatales Segurexpo y la Previsora; las fiduciarias Fiduprevisora, Fiduagraria y Fiducoldex, y los fondos de garantías (FNG y FAG) también fueron incluidas en el grupo, del cual ya se sabe que saldrían –inicialmente– el Banco Agrario y Finagro, que volverían a estar bajo el Ministerio de Agricultura.

Foco en crédito agrarioTanto el presidente Petro como otros integrantes de la actual administración mencionan la meta de poner a producir el campo colombiano, y para ello se necesita financiamiento, el cual no ha llegado al pequeño productor, que es el que más lo necesita.

Aun así, son los pequeños los que más producen, según lo evidencian las estadísticas del área rural del país, en la que el 0,4 por ciento de las unidades productivas agropecuarias (UPA) tienen más de 500 hectáreas y representan el 77,3 por ciento del suelo que se puede explotar para la agricultura.

Los productos, en su mayoría, están en las pequeñas parcelas, las de menos de 5 hectáreas, y son el 70,4 por ciento de las UPA, pero solo cubren 2 por ciento del campo colombiano. La ministra de agricultura, Cecilia López, dijo que el valor promedio de los préstamos en Colombia es de entre 8 y 10 millones de pesos; en consecuencia, a quienes necesitan 1 millón de pesos o menos, no está llegando la financiación.

Darán la pelea al gota a gota

Como resultado, entre los habitantes del campo y de zonas apartadas de las grandes ciudades pulula el ‘gota a gota’, mecanismo de financiamiento ilegal al que acuden los que no tienen acceso al sistema financiero. Allí los créditos se pagan con intereses del 20 por ciento diario, y poniendo en riesgo la vida del deudor, pues si no logra cumplir con la onerosa obligación cotidiana, le cobran con mecanismos aterradores.

Las entidades dedicadas a las microfinanzas tratan de darle la pelea al gota a gota, por lo que están en estudio para ser parte de la transformación del financiamiento que planea el Gobierno de Petro.

María Clara Hoyos, presidenta de Asomicrofinanzas

¿Van a seguir pensando en el riesgo a la hora de prestar?

María Clara Hoyos, presidenta del gremio Asomicrofinanzas, tiene agrupadas 40 entidades financieras que cubren parte del vacío que hay en los bancos con los créditos, y aunque la tarea no es fácil, registran grandes logros. “Un estudio que se hizo hace tres años, en el que se analizaron nueve millones de transacciones, demostró que el 26 por ciento de la población atendida a través de microcrédito pudo superar la línea de pobreza”, señaló.Aun así, todavía hay mucho por ajustar.

El riesgo de colocación es alto y hay dificultades que impiden que los resultados sean a gran escala, como se busca con la política financiera para el cuatrienio. Se necesita llegar más a la zona rural, pero, aunque cada vez existe más digitalización, no hay conectividad para implementar estrategias que abaraten el crédito, y las tasas de interés terminan siendo la principal barrera para el acceso.

En muchos lugares hay problemas de orden público o pocas vías para que el microempresario comercialice el producto o servicio que ofrecen, lo que asusta a los prestamistas, que se concentran en el “aseguramiento y reaseguramiento” de los recursos que prestan y no en fomentar la productividad, según reclamó Petro.

La oferta de las microfinanzas puede llegar hasta donde está el microempresario, y lo ha hecho (35 por ciento del microcrédito está en la zona rural), aunque es costoso. No cobran como el ‘gota a gota’, pero el promedio de las tasas de interés es del 38 por ciento. Las entidades prestamistas son ONG, fundaciones y bancos especializados en microfinanzas, como Bancamía, Banco W, Mundo Mujer o Mibanco, que requieren de la banca de fomento para que les preste y les respalde el riesgo que asumirán al poner créditos en manos de los que inician negocios.

Los colombianos que buscan emprender tendrá la oportunidad con las medidas en financiamiento que se implementarán.

Microfinancieras llegan a todos lados

Las microfinancieras le apostaron a la base de la pirámide, en donde financian, por lo general, negocios de subsistencia, es decir, aquellos que no tienen garantías prendarias y, si entran en mora o dejan de pagar, no dan cabida a embargos, porque, en su mayoría, el único patrimonio con el que cuentan es un cuadro en la sala con la imagen del Sagrado Corazón.

La banca de fomento les reduce los cupos porque su cartera vencida supera la de las otras entidades financieras. Por eso, la presidenta de Asomicrofinanzas tomará la vocería para que no los midan con la misma vara. “La banca de fomento prioriza a entidades que son fuertes y tienen mejores indicadores de cartera, mientras que les dan cupos pequeños a los que trabajan con quienes están en la base de la pirámide”, sostuvo Hoyos.

La propuesta de la presidenta de Asomicrofinanzas es que esas entidades que ponen plata desde el segundo piso asuman mayores riesgos, ampliando las asignaciones a las microfinancieras, que no solo cumplen la labor de prestar plata, sino de hacer pedagogía para que el negocio funcione y perdure. Con ello, el beneficiario queda preparado y con historial crediticio para llegar después a acceder a préstamos de mayores montos.

Es mejor acompañado

Otro de los protagonistas en el financiamiento será el sector cooperativo, que, según datos de Confecoop, tiene cerca de 3.000 prestamistas. Fuentes cercanas al empalme expresaron que el objetivo que se busca es introducir un cambio regulatorio, de manera que las cooperativas no solo puedan atender a personas naturales (sus asociados), sino también a micronegocios, principalmente agropecuarios.

Carlos Acero, presidente del gremio de cooperativas, agregó que el esquema había sido propuesto ya por el hoy ministro de hacienda, cuando lideró la Misión Rural para la Transformación del Campo, en 2014. El objetivo es que las cooperativas puedan irrigar créditos con plata proveniente de Finagro o de cualquier otro bando de fomento.

Un segundo fin es promover la asociatividad para que se puedan otorgar créditos y responder por la obligación de manera grupal. En crédito hipotecario, aunque aún no hay mayores detalles, Petro manifestó, unas semanas antes de llegar a la Casa de Nariño, que su interés era transformar al Fondo Nacional del Ahorro en banco público de primer piso para dar créditos con tasas de interés real de cero y priorizando la financiación de la vivienda rural.

Todo ese engranaje es el que se está alistando.