El usurero o persona que presta con un interés muy excesivo ha sido una figura tradicionalmente mal vista en una sociedad.
En Colombia se volvió altamente peligroso el llamado crédito gota a gota, o paga diario, en el que inevitablemente caen los colombianos porque no encuentran manera de acceder a la banca comercial, que tiene que cumplir una norma de no sobrepasarse de la tasa de usura que divulga la Superintendencia Financiera, mes a mes.
Ambos escenarios tienen problemas. En el gota a gota, el usuario del crédito tiene que pagar a diario y el cobrador no siempre es un trabajador de un call center que llama para decirle que si no paga entrará en cobro coactivo (con abogados que encarecerán su deuda). En el caso del préstamo informal, el chepite a veces va con arma en mano.
Ante el crecimiento de la toma de créditos por gota a gota, a lo que se ve conducido el colombiano que tiene poca manera de respaldar un crédito en la banca formal, el centro de pensamiento económico Anif propone cambios en la tasa de usura, que no es otra cosa que el tope máximo en intereses con los que le pueden prestar a una persona, sin incurrir en un delito.
En la práctica, según explicaciones de Anif, se trata de “un mecanismo diseñado para proteger a los consumidores de cobros excesivos por parte de los establecimientos financieros”.
En mayo, luego de 12 meses de reducciones, la tasa de usura se ubica en 31,5 %, lo que es un tope alto en comparación con otros países que promueven más la inclusión financiera.
Si no hay tasa de usura, el mercado se regula solo
Para la Asociación Nacional de Instituciones Financieras (Anif), “la existencia de estos límites de precio tiene sentido solo bajo el supuesto de que la demanda de crédito es inelástica con respecto al precio (la tasa de interés). Si la demanda fuera elástica, el mercado se regularía solo y los bancos no podrían cobrar tasas demasiado elevadas, pues no habría demandantes de crédito, por lo que la intervención gubernamental sería innecesaria”.
Aunque el centro de pensamiento económico destaca que la existencia de la tasa de usura tiene una intención válida, “puede tener implicaciones de segmentación del mercado, incidiendo directamente en el acceso al crédito y en el comportamiento del mercado crediticio”.
¿Cómo funciona en la actualidad?
Cada mes, para el crédito ordinario y de consumo, hay un nuevo cálculo en la tasa de usura, que, entre otras, en el pasado, llegó a topes del 46 %, algo que hacía abrir los ojos a cualquiera.
Para las modalidades de microcrédito y préstamos de bajo monto, la tasa se aplica trimestralmente y es mucho más alta, en el entendido que estos usuarios son más riesgosos y pueden incurrir en riesgo de impago.
Recientemente, se eliminaron algunas modalidades, entre ellas el microcrédito, y se crearon nuevas, en el contexto en el que el Gobierno busca promover la economía popular y la productividad.
No obstante, según lo hallado por Anif en los cálculos realizados alrededor del tema de la tasa de usura, “una reducción de 1 % en la tasa de usura está relacionado con una disminución entre 0,26 y 1,1 % en el crecimiento nominal anual de esta cartera. Es decir, a medida que aumenta la tasa de usura se incluye a más personas en el sistema financiero, principalmente aquellas de mayor riesgo, lo que contribuye al dinamismo de la emisión de crédito”.
El que deja de crecer es el crédito de consumo, “que se contrajo entre 1,5 y 6,1 % de lo que habría podido crecer si no se hubiera realizado ese cambio que disminuyó significativamente la tasa”, argumenta Anif.
¿Cuál es la mejor forma de proteger al consumidor financiero?
Proteger a los consumidores suele ser el objetivo en el entorno financiero. Pero, según Anif, esa tarea “resulta menos efectiva si no se tiene en cuenta que se excluye del sistema a las personas que representan mayor riesgo, empujándolos hacia mercados crediticios informales y mucho más onerosos, como el gota a gota”.
El centro de pensamiento económico concluye que “los cambios de la tasa de usura deberían realizarse siempre y cuando en la discusión se consideren sus efectos sobre el acceso al crédito y la inclusión financiera, lo que es necesario si se quiere aumentar la penetración de productos, desincentivar el uso de efectivo y promover el crecimiento económico”.