Un fantasma recorre América Latina: el del populismo económico. El riesgo de que se impulsen políticas contra principios como la iniciativa privada, la independencia de los bancos centrales o la libertad de empresa parece cada vez más latente. La preocupación cunde y si se concretan los riesgos, muchos inversionistas van a salir corriendo de la región.

Perú es un ejemplo de ello. El dólar en ese país, que arrancó el año cerca de 3,6 soles, se disparó hasta los 4 soles por cuenta de la incertidumbre sobre las políticas del nuevo Gobierno. Durante la campaña electoral, Pedro Castillo –quien probablemente se convertirá en presidente– ganó adeptos criticando a los fondos privados de pensiones, a las empresas de servicios públicos y, en general, a las compañías privadas. A cambio, prometió establecer medidas para intervenir los mercados.

Las elecciones parecen ser el escenario natural de esta tendencia y la región atraviesa una zona de turbulencia por cuenta de la insatisfacción social y las protestas. México acaba de elegir congresistas; Ecuador y Perú tienen nuevos presidentes; Chile dará inicio a las sesiones de la Asamblea Constituyente desde el 4 de julio. El país austral también tendrá elecciones legislativas y presidenciales en noviembre y diciembre. En Argentina se renovará el Congreso a finales de este año. Y para completar el cuadro están Colombia y Brasil, que el próximo año cambiarán congresistas y presidente.

La pregunta que muchos se hacen hoy es hasta dónde van a llegar los cambios de la política y si significarán giros radicales en las nociones, por ejemplo, de banca central o de propiedad privada sobre las que se fundan las economías.

A pesar de todo, el director de investigaciones económicas para la región Andina en BTG Pactual, Munir Jalil, se mostró optimista.

Puso como ejemplo el caso de Perú, donde Castillo ya ha moderado su discurso. Prueba de ello es que nombró como su más cercano asesor al reputado economista Pedro Francke, defensor de la economía de mercado y exfuncionario del Banco Mundial. Además, Castillo envió otro mensaje claro al pedirle al actual presidente del banco central del Perú, Julio Velarde, que permanezca en el cargo, donde ha estado durante casi 15 años.

Castillo quería disipar así cualquier duda sobre su posición frente a los principios de una banca central independiente y el funcionamiento de los mercados.

Estas señales muestran que una cosa es la campaña electoral y otra cosa es gobernar, por más profundas que sean las reformas pendientes.

Pero el populismo también puede venir del poder legislativo. En Colombia, por ejemplo, el Congreso acaba de aprobar un proyecto de ley que reduce la jornada laboral. Muchos empresarios consideraron inconveniente esa medida, porque aumenta los costos laborales y de mano de obra.

Sin embargo, el más evidente riesgo de populismo legislativo se puede concretar en Chile, donde el asunto ya va en una nueva constituyente.

Jalil señala que una de las preguntas sobre los resultados del proceso constituyente chileno se refiere al impacto fiscal. “Por ejemplo, si de la constituyente se deriva un principio como la educación universal, pues hay que preguntarse eso cuánto vale y cómo se va a pagar”, explicó, al referir la disciplina fiscal que ha caracterizado al país austral.

Los países deben ir con pies de plomo en las actuales circunstancias: la economía de mercado y la noción de propiedad privada pueden verse profundamente afectadas si no se resuelven con eficacia los problemas reales de la población. La región está atravesando una zona de turbulencia. Nadie puede dudar de que la situación social es muy crítica por el desempleo y la pobreza. Hay que ponerse al día con esas deudas históricas. Pero en esa tarea no se deben cometer errores. Es mucho lo que está en juego. Sería un error que terminara ganando la política ‘antieconómica’.