Faltando apenas unos 600 pesos para que el precio de la gasolina llegue a los niveles cercanos al internacional, y sin que el del diésel empiece a hacer el recorrido cuesta arriba, los usuarios en general, pero en especial los que prestan servicios de transporte público, sintieron el peso del alza y propiciaron tensiones sociales.
Los taxistas negociaron con el Gobierno y alcanzaron un acuerdo que incluye una compensación mensual, la cual, de paso, ayudará en su formalización, pues para acceder a ella deben actualizarse en el Runt (Registro Único Nacional de Tránsito). No obstante, no todos parecen conformes con la decisión y un grupo de estos trabajadores, hasta dijeron que la medida era arbitraria y unilateral.
Les habían anunciado una tarifa diferencial, lo que no dejó de inquietar a los operadores de las estaciones de gasolina, que temían enredarse con un cobro distinto para los taxis. Algunos analistas advirtieron que era un error y que detrás de los conductores de los más de 220.000 vehículos amarillos se vendrían otros, hasta terminar con un precio para cada gremio, dijo el exministro Rudolf Hommes.
De hecho, los transportadores de carga también reaccionaron, protestando contra el incremento en la gasolina y exigiendo la no subida del diésel. Al respecto, el ministro de Hacienda, Ricardo Bonilla, dijo que el objetivo de la protesta era electoral y político, pues para este año no se ha contemplado una subida de precios en ese combustible.
El argumento del Ministerio de Hacienda para aplazar la decisión de subir el precio del diésel es evitar que la inflación vuelva a dispararse, lo que podría suceder si los incrementos de ambos combustibles se hacen al mismo tiempo. No en vano, el Banco de la República hizo la estimación del efecto y manifestó que “por cada 10 por ciento de choque en los precios de la gasolina y del ACPM, se incrementa el índice de precios al consumidor en 1,31 por ciento”.
La mitad del problema
Pero esa demora en el aumento del diésel no es bien vista por algunos analistas. Julio César Vera, director de la Fundación XUA Energy, afirma que al subir solo la gasolina, el Gobierno aborda la mitad del problema relacionado con el déficit causado por los subsidios al precio de los combustibles, estrategia que se inició desde hace varios años en Colombia y ahora produce efectos nefastos. Es más, este ingeniero de petróleos que lideró el gremio Acipet es partidario de que las alzas se apliquen de inmediato, pues solo en agosto el diferencial con el precio internacional del diésel es de 8.150 pesos por galón, lo que significa un subsidio de más de 1,5 billones de pesos al mes, y es un ‘morderse la cola’.
Subir la gasolina y no el diésel no solo agranda el hueco en el fondo de estabilización de precios de los combustibles, pues se cierra la vena rota por un lado, pero se desangra la otra (la del ACPM), sino que se estaría estimulando la compra de vehículos de alta gama que se mueven con diésel, lo que además de ser inequitativo, porque se sigue subsidiando ese combustible, va en contravía de la transición energética.
“Cuando el combustible se paga al precio que es, la gente camina, se va en bus o comparte el vehículo. Es decir, se empiezan a generar eficiencias operativas. Si el producto vale menos, los ciudadanos terminan usando el combustible más de lo que deberían, como ocurrió en Venezuela, que con la mitad de los habitantes de Colombia tenía un consumo per cápita de casi tres veces más. El combustible era regalado”, recuerda Vera.
Vivencias de minoristas
Otra cara de la moneda son las estaciones de servicio, que dicen estar impactadas por el alza en la gasolina que se inició en octubre. En el país hay 6.400 bombas de gasolina, que tienen entre cuatro y 50 empleados según el tamaño, y son contratados en la formalidad, dice Ángel Rodrigo Roncancio, presidente de Fedispetrol, uno de los gremios de los minoristas.
El vocero describe el efecto de los incrementos en los precios del hidrocarburo. “En el sector rural no hay vías eficientes, por lo que poco pueden entrar los camiones, que son los que trabajan con diésel. En el caso de la gasolina, el dueño del campero que antes bajaba al pueblo dos o tres veces por semana a comprar víveres, ahora solo va una vez o se traslada en transporte público. Las ganancias de las estaciones de servicios bajan dramáticamente, mientras incrementan los costos de operación (el de transportar el mismo combustible a sitios alejados, por ejemplo, encarece más la gasolina en algunas zonas)”, señala.
Desde ese gremio le han propuesto al Gobierno que congele los precios, tanto de la gasolina como del diésel, por lo que resta del año, y en el entre tanto, los escuche en mesas de trabajo con participación de todos los integrantes de la cadena: “Ecopetrol, los mayoristas, los minoristas y los consumidores deben ser oídos para encontrar una fórmula menos gravosa”.
Fórmula compleja
Detrás del cobro de cada galón de gasolina hay toda una complejidad. Aunque son al menos 16 componentes, se destacan algunos.El pedazo que va como ingreso al productor, que es lo que se paga a Ecopetrol como refinador, es de 52 por ciento. El productor de etanol, sustancia que se mezcla con la gasolina para reducir el uso de hidrocarburos, se lleva el 5 por ciento. Los impuestos equivalen al 23 por ciento del precio, mientras que hay un margen para distribuidores mayoristas y minoristas, que es del 9 por ciento. También está otro 5 por ciento para garantizar el almacenamiento del producto.
Roncancio recuerda que hoy 2.682 pesos de los cobros en la gasolina son impuestos y de ellos el más grande es la sobretasa (está contabilizada dentro de ese 23 por ciento de la fórmula), cuyo recaudo llega a los municipios para que estos arreglen las vías que, en el componente terciario (conectan las cabeceras urbanas con las veredas), son un verdadero desastre, que, además, les resta competitividad a todos los sectores de la economía, pero en particular, al agro, que es una de las apuestas productivas de la administración Petro. “¿Quién averigua lo que se hace con esa plata de la sobretasa?”, cuestiona el directivo de Fedispetrol.
Pero aunque el incremento en el combustible desagrada al usuario, el propio Comité Autónomo de Regla Fiscal (Carf), que está alerta para que el Estado maneje las finanzas sin generar déficits peligrosos, aplaudió la medida. Andrés Velasco, director técnico del Carf, destacó que se ha hecho la tarea de cerrar el hueco, por lo menos con la gasolina. “El año pasado, el déficit era de 36 billones de pesos, eso es el doble de lo que la nación gastaba en todos los programas sociales”. Además, con el agravante de que el 70 por ciento del subsidio a la gasolina recae sobre los deciles de ingresos más altos, que no solo tanquean sus vehículos, sino que consumen más bienes para cuyo transporte se requiere gasolina.
La diferencia separa
Por todas esas aristas, muchas voces expresan que, con la gasolina, lo mejor es que todos paguen al precio que es, pese a que se tiene la idea de que por ser un país productor de hidrocarburos no debería pagar el precio internacional. Lo cierto es que las diferencias persisten y se hacen más evidentes. Ya el Ministerio de Transporte anunció un trato diferencial para los taxistas, que consistirá en una ayuda económica mensual como compensación al aumento del precio de la gasolina.
Al respecto, Julio César Vera estima que siempre será mejor que las medidas que se tomen para generar un alivio en el precio de la gasolina al consumidor sean por fuera de la operación diaria en las estaciones de servicio, para evitar así aumentarles costos y, de paso, promover la ilicitud (si a un grupo le venden más barato, entonces yo me vuelvo parte de ese grupo para recibir el beneficio). No obstante, Vera hizo algunas cuentas que evidencian la complejidad de aplicar la diferencia: “Si tenemos 220.000 taxis en el país que, en promedio, consumen cinco galones diarios y trabajan 24 días al mes, el costo sería de 26.400 millones de pesos mensuales por cada 1.000 pesos por galón, de beneficio. Y con un gran reto en la operatividad de la devolución de dichos recursos al conductor propiamente dicho y no al dueño del taxi como tal”.
La tarea que empieza en las mesas de trabajo que anunció el ministro de Minas, Andrés Camacho, para abordar de manera definitiva el problema con el precio de la gasolina es monumental.