En Colombia, los almuerzos conocidos como corrientazos, aquellos hechos con comida casera y que son la dieta fundamental de miles de trabajadores y estudiantes, hoy registran uno de sus mayores precios históricos. Antes de la pandemia por covid-19, en Bogotá el corrientazo oscilaba entre los 6 mil y 9 mil pesos. Hoy se encuentra entre los 12 mil y 18 mil pesos, promediando en 15 mil pesos.
Sobre este aumento, Henrique Gómez, presidente de la Asociación Colombia de Industria Gastronómica (Acodres), explicó “lo que buscan los colombianos con este producto es un plato de buena cantidad y con un precio muy asequible. Superada la Pandemia, nos comenzó a afectar una inflación de alimentos tremenda, la cual no ha cedido. Ese plato, que podía valer en promedio 7.500 pesos, en este momento se ha casi que triplicado”.
Además de esto, Gómez asegura que, mientras el poder adquisitivo de las personas sigue descendiendo, el corrientazo exige que sea vendido de manera masiva. Esto obliga a los empresarios del sector a hacer malabares para mantener los precios y sus ganancias.
“Los costos, solo de nuestra materia prima, están en constante aumento. Mes a mes, cada 15 días o incluso a diario, se ve cómo los productos aumentan. Esta situación, sumada a que para un restaurante de corrientazos es casi inconcebible alzar los precios -porque a medida que estos aumentan, son menos los clientes- hace que el sector sienta de primera mano la difícil situación económica que se vive en el país”. señala Gómez.
¿Cómo lo están viviendo los restaurantes?
Luz Dary Peña, dueña de uno de los restaurantes de corrientazos ubicados cerca de la Universidad Javeriana, asegura que antes de pandemia, en su negocio se hacía un reajuste anual de 500 pesos al precio del almuerzo. Una vez superada la crisis sanitaria, el negocio ha venido aumentando anualmente de a 2.000 pesos.
En un buen día Luz Dary alcanza a atender entre 70 y 80 comensales. Al preguntarle sobre el impacto de la inflación en su negocio, dijo que los insumos son el aspecto que más ha aumentado. Pero no ha sido el único. “Los gastos operativos, como los servicios públicos o el arriendo, también han subido mucho. Así perdamos clientes, aquí hemos tenido que subir los precios, sino el negocio no sería rentable”. Para mantenerse ha tenido que innovar con promociones y otras estrategias llamativas para fidelizar a los usuarios.
Por otra parte, para Ana María Moreno, quien es dueña de un punto de almuerzos ejecutivos en una plazoleta de comidas cerca a la calle 26, asegura que fenómenos como el del “cartel de la coca” – práctica de llevar el almuerzo desde casa- o la presencia de negocios informales, son puntos clave que afectan directamente a su negocio.
“Nos lo piden, pero nosotros no ofrecemos servicio para calentar los almuerzos, porque este no es nuestro negocio. Si en la plazoleta caben 100 personas y de allí 15 o 20 sillas se ocupan por personas que llevan su almuerzo, eso afecta directamente nuestra productividad. No es sostenible”.
Adicional a esto, Ana María añade “yo entiendo las dinámicas de informalidad, porque es una manera más sencilla de iniciar. Mi primer negocio nació en la cocina de mi casa. Pero al ver que cerca de mi restaurante hay alguien que vende almuerzos, sin los costos fijos del arriendo, impuestos, nómina y demás; es frustrante”.
Ana María explica que todos esos gastos extra, ella los debe asumir porque desde el principio sabía que quería una empresa formalizada, pero que es difícil sostener un negocio cuando, solo por el cobro del Impoconsumo, ya sabe que debe restar una buena porción de sus ganancias.
Es importante saber que en los restaurantes que no son franquicias, el impuesto que todo cliente debe pagar no es el del IVA (que vale 19%), sino el del Impoconsumo (que equivale al 4%). Este impuesto se creó en 2014 para incentivar el consumo. No obstante, desde el gremio despierta varias preocupaciones.
“La suspensión de este impuesto fue la razón por la que en pandemia, muchos restaurantes se salvaron de la quiebra. En el momento en el que el Gobierno quiso reactivar sus impuestos, sabíamos que eso dispararía los precios, porque se partiría de un precio desactualizado por la crisis sanitaria, a uno impactado no solo por la inflación, sino también por un 8% extra”, explica Gómez.
Para hacer frente a esta coyuntura, Acodres ha presentado una petición al Ministerio de Hacienda. Sobre esto, Henrique Gómez concluyó “entendemos la importancia de este impuesto. Es más, creemos que para el gobierno, nuestro sector debería verse como un fiel recolector de impuestos. Por eso hemos solicitado al ministerio de Hacienda, que de planear una nueva reforma tributaria, reevalúe el Impoconsumo. Que se baje del 8% al 4% y que gradualmente se vaya subiendo. De esta manera nuestro gremio tendría un respiro y podría enfocarse, no a sobrevivir, sino a crecer”.