Con la pobreza hay el mismo dilema de si fue primero el huevo o la gallina: invertir para salir de ella o no se puede invertir porque se está en ella. Para entender con mayor acierto la existencia de las llamadas trampas de la pobreza, el Banco Mundial dedicó todo un análisis al tema en el informe de junio sobre ‘Proyecciones Económicas Globales’ en el que se llega a una conclusión que evidencia el ‘morderse la cola’ en el que está sumido ese fenómeno en las naciones que lo sufren: “los países pobres son los que gastan menos en los pobres”.
Las cuentas suenan increíbles. El gasto en protección social, como porcentaje del PIB del gasto público total, es del 3 % en las naciones de más bajos ingresos.
Entre tanto, en economías emergentes y mercados en desarrollo, la cifra sube a 26 %. Y en las naciones avanzadas, la destinación en gasto social es del 40 %.
Con ello, estos lugares que ya han alcanzado mayores niveles de desarrollo no solo han erradicado la pobreza, sino que promueven más el bienestar ciudadano, proporcionando mejor acceso a la educación; salud de calidad; aseguramiento en la vejez; entretenimiento y similares.
Cuatro de cada 10 de los pobres extremos del mundo habita en países de bajo ingreso, lo que configura el círculo vicioso que no permite atacar el fenómeno, el cual, por demás, podría agudizarse ahora, que hay nuevas amenazas sobre las posibilidades de los vulnerables, de salir a flote.
De hecho, La expectativa de desaceleración que tiene el Banco Mundial para este año, causaría un daño más severo en las economías más pobres. “En la mitad de los países de bajos ingresos, los ingresos por habitante (per cápita) se mantendrán en un 5 % por debajo de los niveles de 2019, antes de la pandemia. Es más, la recuperación de esos niveles ha sido y seguirá siendo más lento. Es decir, la situación parece un callejón sin salida, pues, “la fragilidad agrava más las crisis humanitarias y sigue siendo un impedimento sustancial para el desarrollo en las economías emergentes.
Invertir en los pobres para dejar de ser pobres
La puesta en el visor que hace el Banco Mundial, para que los países que buscan dejar de ser pobres inviertan en los pobres, evidencia que las naciones que no avanzan recortan o ponen menos plata en combatir la inseguridad alimentaria -primero- y otros temas sociales después.
Pero llama la atención que el organismo de la banca multilateral se refiere al cambio climático, que, al provocar desastres naturales más frecuentes y severos, lleva a exacerbar la pobreza extrema y la desigualdad, puesto que empeora los resultados de la salud, reduce la agricultura, entre otros. Es decir, parte de la inversión para combatir la pobreza que propone el banco apunta a ese blanco.
Invertir en los pobres para dejar de ser un país pobre requiere enfocarse en la educación, la cual -y quizás ese ha sido el Talón de Aquiles de países como Colombia- no es lo mismo que mejores resultados de aprendizaje, sostiene el Banco Mundial. Por tener la mirada puesta en el punto equivocado, los países compiten, por salir número uno en pruebas que a veces, poco o nada tienen que ver con lo que realmente debe ser la educación.
Ojo con la educación
Según advierte el Banco Mundial, ”los sistemas educativos en muchas economías en desarrollo no brindan el aprendizaje que desarrolla el capital humano”. Para meterse en el cuento como debe ser, hay que empezar por mejorar la medición y el seguimiento de los resultados del aprendizaje; aplicar incentivos al desempeño docente; dar participación de la comunidad en el seguimiento del desempeño escolar; y brindar atención médica y nutrición en la primera infancia, enfatiza el organismo en el informe.
Por el campo
La inversión social para salir de la pobreza también debe poner énfasis en la agricultura, pues, mejorar la productividad agrícola, a través de poner recursos públicos en investigación y desarrollo agrícola local, dará frutos en la meta común.
Para el Banco Mundial, también es deseable migrar hacia la eliminación de subsidios urbanos, y, más bien, irrigar recursos en mejoras en la infraestructura rural, además de enfocar esfuerzos para facilitar el acceso a los servicios financieros. Todo ello “puede sentar las bases para ganancias en productividad agrícola”, argumentó el organismo.
Suena lógico. El problema es que, aun con recursos, no se hace. Es decir, no hay foco.