En Colombia, la disminución de la natalidad se ha convertido en un fenómeno que ha generado preocupación. En especial, tras la revelación del Dane de que entre 2023 y 2024 el número de nacimientos cayó 15,2 %, un descenso histórico y el más alto de la última década.

Aunque este fenómeno usualmente se analiza por sus efectos en el sistema pensional y la estructura demográfica, otros sectores, como el educativo, también pueden ser un reflejo del bienestar económico y social del país. Este es el caso de los jardines infantiles.

Entre las posibles razones de esta baja, está el cambio en las proyecciones de vida de un alto porcentaje de la población, explica experto.

Gloria Bernal, directora del Laboratorio de Economía de la Educación de la Universidad Javeriana, asegura que el sector de jardines infantiles ha sufrido unos periodos fuertes de quiebra, en especial en los establecimientos ubicados en los estratos socioeconómicos más altos. La experta explica que los costos de mantener un buen jardín, como los que en su mayoría están en estas zonas, son altos, y que son imposibles de sostener si se comparan con un jardín infantil casero, que no cuenta con ninguna preparación pedagógica, sino que está diseñado, no para enseñar, sino para cuidar.

“Estos espacios muchas veces no están preparados para dar una atención óptima a los niños, pero son los que usualmente sobreviven porque son mucho más fáciles de sostener”, aseguró Bernal.

Dentro de esa radiografía que ofrece la experta, ella reconoce que la pandemia por la covid-19 fue uno de los factores clave que dejaron en evidencia los desafíos del sector educativo. Bernal resalta que, durante esa crisis sanitaria, muchos jardines infantiles cerraron definitivamente, incapaces de sostener sus costos operativos.

“Es paradójico, pero los jardines que no cumplían con estándares de calidad, como aquellos que funcionan en salas de casas o sin personal especializado, fueron los que mejor resistieron. En cambio, los jardines de alta calidad, con mayores inversiones en infraestructura y personal, fueron los más golpeados”, añadió.

Además de eventos esporádicos como una pandemia, hay otros expertos que creen que más que coyuntural, la baja en la natalidad y su afectación en sectores como los jardines infantiles obedecen a una causalidad mucho más de fondo. Carlos Andrés Caldas, psicólogo y docente en la Universidad Manuela Beltrán, coincide con esto y menciona que la caída de la natalidad tiene raíces en las nuevas dinámicas de comportamiento que presenta la sociedad colombiana.

“Hoy en día, las personas priorizan la realización personal, el crecimiento profesional y los proyectos individuales, lo que posterga o incluso descarta la maternidad y paternidad”, comenta. Este cambio en la concepción del rol de la familia, sumado a las difíciles condiciones socioeconómicas, como el alto costo de vida, ha llevado a que la tasa de natalidad continúe descendiendo y a que, con ello, la demanda de servicios como los jardines infantiles se vea afectada.

Colombia no es el único país que vive este cambio. En Europa, por ejemplo, los gobiernos han tomado diferentes compañas para fomentar la natalidad. | Foto: Salud Hernández-Mora

Con respecto a esto, Martha Lucía Valencia, representante de la Asociación Nacional de Jardines Privados (Andep), señala que la competencia entre jardines se ha intensificado en los últimos años. “Con menos niños naciendo, los jardines deben innovar para atraer a las familias. Ofrecer servicios adicionales, como apoyo psicológico, actividades extracurriculares o programas educativos más integrales, se ha convertido en una estrategia clave para mantener la matrícula”, sostuvo Valencia.

A pesar de estos esfuerzos, la disminución de la demanda sigue representando un reto y expertos sugieren que es crucial una interacción más fluida y un mejor engranaje entre los sectores público y privado para enfrentar esta situación.

El ideal sería, según los expertos, que sector privado y público colaboraran para potencializar esa capacidad de los jardines infantiles de atender a los niños más pequeños de Colombia. | Foto: Trevor Williams

“En un jardín oficial, por ejemplo, puede haber, en un solo salón, entre 30 y 40 niños, un número bastante alto. Por otro lado, en una institución privada, así se esté por debajo del número máximo de niños por profesor, eso no significa una disminución en el salario de ese docente o de las instalaciones”, aseguró Bernal. Es decir que, aunque diferentes, tanto público como privado, hoy experimentan diferentes retos con respecto al volumen de los niños y de quererlo, también podrían trabajar en conjunto para mitigarlos.

Al preguntar sobre medidas que se han tomado en otros países sobre la baja natalidad, los expertos consideran que, en caso de necesitarlo, un ajuste que podría funcionar sería la universalización de la educación infantil obligatoria, una medida que ya se ha intentado presentar en el Congreso sin mayores resultados. “Si el preescolar se volviera obligatorio en Colombia, esto no solo aumentaría la cobertura, sino que garantizaría que todos los niños, independientemente de su nivel socioeconómico, tuvieran acceso a una educación inicial de calidad”, argumentan.

A corto plazo, los negocios de jardines infantiles podrían tratar de enfrentar esta coyuntura diversificando su oferta para la entretención y educación de los niños.

Ante un panorama en que los servicios de jardinería infantil van a tener que reinventarse a futuro, la diversificación de estos programas se ha convertido en una de las posibles soluciones a corto plazo.

“Es una discusión delicada, porque a pesar de que el buscar nuevos espacios o actividades con las que enganchar clientes parezca lo más recomendable, esos espacios no dejan de ser iniciativas muy costosas, lejanas de poder hacerse de manera masiva”, concluye la experta, añadiendo que esta medida no alcanza a convertirse en un factor que tranquilice ni que deje de poner en riesgo la sostenibilidad del sector.