SEMANA: ¿Cuántos colombianos salieron del país en 2023 y cuáles son las estadísticas que manejan desde el Cerac?
JORGE RESTREPO: Estas son estadísticas de Migración Colombia que reportan que el año pasado salieron 446.000 colombianos para no volver. Es decir, ese número es la diferencia entre salidas y entradas de nacionales registrados por esta autoridad migratoria.
SEMANA: Históricamente, ¿qué representa esa cifra?
J.R.: Este es el segundo nivel más alto desde que existen estadísticas, desde comienzos de los años 90. Desde entonces, todos los años, excepto uno, el de la pandemia, se ha registrado un mayor número de salidas que de entradas.
SEMANA: En los 90 era muy claro que se trataba de una situación del país complicada y la gente se iba huyendo del conflicto y de una crisis económica muy fuerte. ¿Qué podría explicar lo que pasa ahora para llegar a ese segundo lugar en salida de colombianos?
J.R.: Hay una crisis de seguridad que también había en los años 90, pero en unas escalas que no son comparables. Yo diría que hay varias razones. En primer lugar, hay algunos factores de atracción. La economía de los Estados Unidos y de muchos otros países desarrollados, donde los colombianos tienen un ingreso sin visa, están andando muy bien. Incluso la de Estados Unidos, pues tienen niveles de crecimiento históricos, mucho más altos de los que había tenido en las décadas anteriores y ese es un principal factor de atracción.
En segundo lugar, el peso colombiano, pese a la corrección que tuvo el año pasado, es una moneda que, aún hoy en día, está muy devaluada si se le compara con los niveles de 2019 o 2018, antes de la pandemia. Eso hace muy rentable para los colombianos trabajar en el exterior, enviar esas remesas. Cualquier dólar, euro, dólar canadiense o, incluso, pesos mexicanos, una moneda que también está revaluada, pues significa comprar muchísimo más aquí.
Y yo diría que en tercer lugar está el diferencial en la situación económica en Colombia, que el año pasado fue un año de aterrizaje de la economía, en el cual ya se empezaron a ver menos oportunidades, un menor crecimiento de los salarios reales. Y hay factores estructurales, la calidad de vida en las ciudades, la dificultad para la movilidad social, la inequidad en oportunidades y la poca pertinencia del sistema educativo. Pocas empresas se fundan en Colombia. Entonces, esa mezcla de factores estructurales y de coyuntura, tanto afuera como en Colombia, a mi juicio, es lo que explica estos altos niveles de salida de colombianos del país.
SEMANA: ¿Pesa en algo el tema de, por llamarlo de alguna manera, la tensión social que se está viviendo en Colombia? ¿La polarización, la incertidumbre política e incluso hasta las reformas que se están discutiendo?
J.R.: No creo que eso sea un factor determinante. Si así hubiera sido, por ejemplo, 2021 hubiera sido un año de mayores niveles de emigración. Eso puede llegar a afectar en el futuro. Lo que quiero señalar es que esos factores que mencioné antes son factores que no dependen de la coyuntura política. Tal vez el único de ellos que pudo haber dependido de eso, en un momento dado, fue la devaluación. Pero el año pasado, como también lo mencioné, ya hubo una corrección.
Esa situación no creo que se le pueda atribuir ni a Duque y su gobierno ni a las protestas que vivió ese gobierno ni a Petro y su gobierno y las propuestas de reformas y la pugnacidad política que se ha vivido durante el actual gobierno. Eso, si acaso, va a afectar la situación de migración en el futuro, porque si este año no comienza una recuperación rápida de la economía, vamos a continuar viendo que ese desbalance de oportunidades, de niveles de ingreso, de actividad económica con el exterior, va a seguir incentivando que colombianos sigan saliendo para quedarse fuera, así sea unos meses.
SEMANA: ¿Cómo explicar que en 2022, cuando la economía creció 7 %, hayan salido más personas que en 2023, cuando el PIB apenas avanzó 0,6 %?
J.R.: Y en 2023, además, se dio una corrección en el valor del peso, de los activos colombianos, que también –uno diría– no haría tan rentable salir a trabajar fuera de Colombia. Ahora bien, hay que recordar también que 2022 fue el año de la pospandemia, el año en el que muchas personas salieron a estudiar desde Colombia, que tenían aplazada la reunificación de los hogares, porque algún hijo o una tía o una madre iba a España a vivir con sus parientes allá. Esas razones son más sociológicas, familiares o de estudios y tal vez impulsaron a ese máximo histórico en la salida de colombianos en el 2022.
Pero insisto, hay factores de largo plazo que se mantienen: hasta que Colombia no tenga más oportunidades empresariales, de estudio o una educación más pertinente y cierre la brecha de oportunidades que hay entre jóvenes y adultos, dado que a los jóvenes es a los que les cuesta más trabajo conseguir empleo, vamos a seguir perdiendo población, un proceso que además lleva años, desde finales de la década de los años 90.
SEMANA: ¿Cuál es el perfil de las personas que emigran?
J.R.: Lamentablemente no tenemos mucha información detallada en las estadísticas de Migración Colombia, aunque se sabe que hay un mayor porcentaje de jóvenes y, siendo generosos con la definición de joven, son personas entre 20 y 35 años. Ellos concentran cerca del 45 % de este fenómeno migratorio en los últimos dos años. Eso no ha cambiado. Y hay una leve mayoría de mujeres. Pero, aparte de eso, no tenemos muchos datos.
Recordemos que estas son estadísticas que concentran las salidas principalmente por los aeropuertos. Uno de eso puede deducir, creo yo, sin temor a equivocarme, que son personas que tienen una capacidad de compra, pues pudieron adquirir un tiquete: al llegar a los otros países, en particular a los países desarrollados, tienen que demostrar que tienen cómo sostenerse un tiempo.
Estimo que muchas de ellas son personas que más que quedarse en la ilegalidad, probablemente, buscan quedarse a través de entrar a un programa de estudio, de tratar de conseguir un empleo, y si no, vuelven a Colombia. Recordemos que muchos jóvenes trabajan por períodos en los Estados Unidos, en Inglaterra o en España, lo cual está permitido por los diferentes tipos de migración que hay en esos países. En muchas de esas naciones, se puede ir a trabajar por tres o seis meses, dependiendo del sello que ponga el oficial de migración a la entrada. Imagino que muchas de esas personas vuelven, pero eso, aun así, no afecta al saldo migratorio.
SEMANA: ¿En la decisión de migrar está influyendo en algo la actual situación de seguridad en Colombia, con paros armados en algunas regiones y mayores extorsiones?
J.R.: No creo, porque los problemas de seguridad hoy principalmente tienen que ver con el sector rural. No afectan la seguridad urbana, aunque claro, tenemos un problema de delincuencia común en las ciudades, y hay una extorsión exacerbada, pero no creo que eso esté ligado a la migración.
No lo puedo demostrar, y creo que nadie lo puede demostrar, pero la situación de seguridad, incluso con el deterioro que hemos vivido en los últimos tres años en Colombia, ni se compara con la de finales de los 90. Recordemos también que en ese momento había una crisis política en particular, la del 98-99. Recordarán cuando el gobierno de Andrés Pastrana intentó hacer varias reformas y coincidió con una profunda recesión, la primera recesión y tal vez la única que ha sido originada en Colombia a través de una mezcla de política económica interna.
Recordarán ese texto que escribió una académica estadounidense y publicó en la revista Foreign Affairs que decía que Colombia era un estado fallido. Aquí en Colombia lo máximo que nos atrevemos a decir es que hay un riesgo de quebranto institucional, de ruptura institucional, pero todos sabemos que aquí no hay ninguna ruptura institucional en este momento.
En ese momento sí que hubo dificultades políticas, pero lo olvidamos, por fortuna.
SEMANA: Quisiera retomar el tema del perfil, porque hablamos de los que se fueron en avión, pero están todos los que se van por el hueco y nos aterramos de los que están en Necoclí y también de los que han devuelto de la frontera con Estados Unidos. ¿Cómo es la migración entre las personas con menos recursos?
J.R.: En efecto, las migraciones en avión son de personas de clase media o media alta. Para pagar un tiquete internacional se debe tener una capacidad de ahorro o de crédito importante. Pero es cierto, además de estas cifras oficiales, hay un conjunto de fuentes de información que están mostrando que la emigración de colombianos, principalmente de tipo irregular, está creciendo de manera desmesurada desde hace cerca de un año.
Voy a mencionar varias de esas fuentes. En la aduana de los Estados Unidos, hay unas cifras que muestran un crecimiento exagerado del número de detenciones en ese país de colombianos que están en situación irregular migratoria, así como del número de expulsiones. De hecho, ya en detenciones, Colombia es el tercero, después de México y de Venezuela, con un crecimiento extraordinario.
Además, en Europa también hay un crecimiento muy alto de las solicitudes de asilo. Las autoridades migratorias dicen que muchas veces se trata de personas que, al vencérseles el permiso de estadía en los diferentes países de la Unión Europea, solicitan el asilo como una medida para tratar de quedarse allá, que son procesos que pueden tomar varios años.
Entonces, es un mecanismo que tienen para evitar la expulsión y poder seguir trabajando. En México también hay un número muy importante de expulsiones, incluso desde el mismo aeropuerto, eso lo ha estado documentando la prensa. Y en los registros de frontera de Panamá, la migración irregular a través del Darién también muestra que ha venido creciendo la migración de colombianos de forma irregular hacia Centroamérica, Estados Unidos y Canadá.
SEMANA: ¿Hacia dónde se están yendo los colombianos que están saliendo del país?
J.R.: El primer destino, en las dos recientes mediciones, es México. Probablemente ese no sea el destino final, aunque a mi juicio hay muchos colombianos en México que utilizan su tiempo en ese país para tratar de buscar la manera de poder pasar irregularmente a los Estados Unidos. El segundo es España, el tercero es Chile, el cuarto corresponde a otros países de Europa y el quinto es Estados Unidos.
De manera que Estados Unidos igualmente concentra un número importante de salidas para quedarse allá. Ahora, estos saldos también se pueden calcular por país y cuando se estiman así, la diferencia entre entradas y salidas revela curiosamente que los que más entran son de Estados Unidos. En segundo lugar, los que vienen de Europa, con España, con el país más importante. Esto lo que le indicaría a uno es que, en efecto, muchas personas van, trabajan seis meses, tres meses y vuelven para volverse a ir más adelante.
No podemos saber en realidad cuál es el cálculo demográfico de estas estadísticas, es decir, si Colombia está perdiendo mucha población debido a este tránsito. Sin embargo, la división de población de las Naciones Unidas tiene unas estimaciones que hace con unos métodos equivalentes para todos los países y muestra que, en efecto, Colombia no solamente ha venido perdiendo población todos los años por causas migratorias desde 1999, sino que esa tendencia se aceleró en 2021, 2022 y 2023, siendo muy importante estos dos últimos años.
SEMANA: ¿Cuál es el impacto económico de perder población?
J.R.: Lo primero es verlo desde el tema micro, individual, para los hogares. Todas las personas que deciden o hemos decidido en algún momento vivir fuera de Colombia, lo hacemos porque estamos convencidos de que vamos a estar mejor fuera del país. Entonces, incluso en términos agregados, esto significa una mejora de bienestar para Colombia.
Sin lugar a dudas, los fenómenos migratorios deben ser vistos de esta manera. Uno no puede ser liberal en términos de la migración de salida, e iliberal y estar en contra de la migración en términos de llegada. Me parece que uno tiene que ser consistente. Así como Colombia se ha enriquecido con la migración de venezolanos a este país, los colombianos se enriquecen y están mejor al emigrar afuera.
Esto tiene efectos macroeconómicos. Un efecto positivo es la persistencia de este valor de las remesas, que el año pasado superó por primera vez los 10.000 millones de dólares, un nivel histórico, y eso ya es muy importante en términos macro. Eso balancea nuestro desequilibrio externo.
Creo que va a seguir siendo así, pero, en el mediano y largo plazo, esto significa una pérdida de capital humano, la pérdida de ese potencial de las personas que pueden crear empresa. No es tanto que se vaya la plata, sino que se va el capital humano. Y recordemos que, en todos los estudios de migración, en economía, en sociología, en psicología, se ha demostrado que las personas que emigran de un país, y esto no solo para Colombia, tienden a ser las mejores, las personas que tienen mejores rendimientos académicos, que son más arriesgadas para emprender, que son más creativas. Eso es lo que estamos perdiendo y eso sí no es una buena noticia.
SEMANA: ¿Estamos perdiendo el bono demográfico o lo estamos compensando con la llegada de nuevos migrantes?
J.R.: El problema es que Colombia ha visto, como muchos otros países, una caída abrupta de la natalidad después de la pandemia. Muchas personas lo atribuyen a la crisis sanitaria, otros dicen que es el efecto de la desesperanza, de la falta de oportunidades y de la dificultad que hay para formar hoy una familia. Cada vez es más caro irse a vivir con alguien, constituir un hogar con un núcleo familiar independiente. Y eso desestimula no solamente la natalidad, sino la creación de esos nuevos hogares. Lo que es cierto es que estamos viviendo un cambio estructural en términos demográficos, al cual contribuye esta emigración. No es el factor determinante, yo creo que, así como mencioné ahora, Colombia se enriqueció gracias a la inmigración de venezolanos al país, muchos de los cuales tienen doble nacionalidad, y también con la plata que trajeron y las capacidades creativas y de empresa que ellos tienen, pues yo diría que estamos acelerando la pérdida del bono demográfico.
Todavía Colombia tiene unos años para aprovecharse de ese bono demográfico. Pero, sin lugar a dudas, ya estamos viendo los efectos de la desaceleración de esa montaña de gente joven con capacidad de producir, consumir y generar ingresos. ¿Sabe dónde lo estamos viendo? Debo decir que yo soy profesor universitario y en todas las universidades estamos viendo que es cada vez más difícil atraer estudiantes. De manera que yo creo que esos cambios ya los estamos viendo y tenemos que prepararnos. Por ejemplo, en vivienda, en centros comerciales, en superficies comerciales, en el retail, son cambios que tenemos que empezar a ver, y ¿por qué no?, también en el mercado de trabajo. Cada vez es más difícil conseguir personal no calificado, y en eso hay una gran diferencia entre la inmigración y la emigración.
En Colombia, para simplificar y generalizar, y con la excusa de quienes nos escuchen, porque es una simplificación y como todas puede ser injusta, emigra más personal calificado que el personal calificado que hace inmigración en Colombia.
En una época, de Venezuela vinieron muchos inmigrantes calificados, ingenieros que contribuyeron, por ejemplo, al desarrollo de la industria petrolera, pero eso cada vez lo estamos viendo menos.
SEMANA: Es correcto decir que, con estas cifras de remesas, ¿el segundo mayor producto de exportación de Colombia son los colombianos?
J.R.: Así es, estoy completamente de acuerdo con usted, y además es el primer producto de exportación no tradicional, sin lugar a dudas. De pronto el turismo en años que viene, si logramos resolver el problema de la criminalidad, que afecta tanto la seguridad en un sector tan sensible. Pero en este momento, sin lugar a dudas, esa es, después de las exportaciones extractivas minero-energéticas, la principal fuente de recursos al país.
SEMANA: ¿Cuál sería el mensaje para el Gobierno, sin satanizar, como usted bien lo ha dicho, frente a la salida de colombianos o la llegada de extranjeros?
J.R.: Me parece que tiene que hacerse una agenda de política muy compleja, con muchos elementos. Por ejemplo, este fenómeno migratorio debería cambiar por completo la reforma educativa y la reforma pensional, imagínense usted, todas estas personas, ¿dónde se van a jubilar? ¿En qué país están ahorrando para eso? Y la reforma a la salud, al igual que la reforma laboral, hacen más difícil la contratación. Significa también que vamos a impulsar la emigración de los jóvenes que, como mencioné antes, cada vez se les dificulta más encontrar trabajo. De manera que yo creo que el principal mensaje es que hay que revisar la agenda de reformas para que Colombia frene, por lo menos, los factores de expulsión de los colombianos al exterior. Es decir, un joven en Colombia debe tener la oportunidad, o por lo menos la esperanza, de obtener una pensión de retiro que le permita vivir justamente, de vivir en una ciudad donde pueda tener la capacidad de compra de una vivienda. Imagínense ustedes cómo tendría que cambiar el programa de vivienda para poder incentivar a los colombianos que se queden aquí. No para que las viviendas las compren los que viajaron hace diez años.