La realidad económica vivida a lo largo de 2020, sumada a la necesidad, en muchos casos, de asumir el ciento por ciento del cuidado de los hijos, ha hecho que la situación para las mujeres en el campo laboral no sea sencilla, acrecentando una brecha laboral que ya existía en el país. Según las cifras del Dane, antes de la pandemia la ocupación femenina se ubicaba en 41,4 por ciento, y a la fecha, se sitúa en 39,3 por ciento.
“El cierre de los colegios, unido a un fenómeno cultural que otorga la responsabilidad de la educación a las mujeres y a un alto porcentaje de hogares con jefatura femenina, ocasionó que estas últimas se vieran obligadas a dejar sus trabajos, especialmente cuando estos empezaron a ser presenciales”, explica Cristina Fernández, investigadora de Fedesarrollo. Con las medidas de confinamiento, la carga en el cuidado se incrementó.
En agosto, el Dane presentó datos de las horas semanales en las labores de oficio y cuidado, y ya se veía un crecimiento sustancial en el trabajo doméstico no remunerado para mujeres. Las horas en promedio de ocupados en el trabajo y en los oficios del hogar y cuidado en hombres y mujeres son datos que reflejan la situación.
Mientras que en los hombres las horas dedicadas al trabajo superan las 40, en las mujeres la cifra no supera las 38. En cuanto al tiempo usado en labores del hogar, en las mujeres supera las 25 horas, en los hombres alcanza máximo 12,3 horas (ver gráfico).
Paula Herrera, profesora asociada de Economía en la Pontificia Universidad Javeriana, anota que “el hecho de que los niños y niñas no puedan ir a estudiar hace que todas las labores de oficio y de cuidado se incrementen. Ya teníamos antes de la crisis un desbalance en el trabajo doméstico no remunerado: mientras que las mujeres dedicaban siete horas en promedio al día, los hombres solo destinaban tres”. Herrera detalla que si bien los hombres aumentaron en algo las horas para este tipo de actividades durante las cuarentenas, las mujeres incrementaron sus horas en las labores domésticas no remuneradas y redujeron las horas de los trabajos pagos.
Las cifras del Dane señalan que la tasa de desempleo para las mujeres en enero de 2021 fue 22,7 por ciento y para los hombres de 13,4 por ciento. Herrera anota que una de las ocupaciones que se vieron fuertemente afectadas en términos de empleo fue la de servicio doméstico, la cual emplea a más mujeres. “Cuando se dejan de demandar estos servicios, porque hay una contracción en los ingresos de las familias, hay un doble impacto en la ocupación de las mujeres. Por un lado, las mujeres pierden sus puestos de trabajo en donde son más demandadas y, además, las mujeres que las emplean, al no poder acceder a estos servicios, se les incrementa el trabajo no remunerado”, describe.
Por su parte, Fernández agrega que otro aspecto que afectó la presencia de las mujeres en la fuerza laboral es el hecho de que existe una mayor participación de las mujeres en trabajos que requieren mayor proximidad, que a su vez son los más afectados por la covid-19.
Frente al tema, Ana María Ibáñez, asesora económica principal del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), aseguró durante la conferencia ‘Población fuera de la fuerza laboral (inactiva) en Colombia: un análisis con perspectiva de género’, realizada por el Dane, que la mayor caída del empleo femenino y la recuperación más lenta del mismo es una regularidad observada en todos los países de América Latina y Colombia no es la excepción. “Hay tres factores que explican esta regularidad y en los que tenemos que actuar: las mujeres trabajan en mayores proporciones en los sectores más afectados por la pandemia como comercio y servicios, que requieren más presencialidad, los costos de despido de las mujeres son más bajos porque suelen tener menos tiempo de trabajo debido a las interrupciones por la maternidad y el cuidado de los hijos, y la asignación tradicional de roles que priman en la sociedad: las mujeres son percibidas como las principales responsables del cuidado del hogar y de los hijos”.
Para atajar el desempleo en las mujeres urge priorizar en la reactivación económica los trabajos de cuidado remunerado, que pertenecen a los sectores de educación y salud, en los que no ha habido una rápida recuperación y hay más demanda de puestos para ellas, pues hasta el momento los programas de empleo de emergencia se concentran en sectores como el de la construcción, en el que la participación femenina es menor.
Desde antes de la pandemia
No hay que perder de vista que desde antes de la pandemia, en el mercado laboral las brechas para las mujeres ya eran muy amplias con respecto a los hombres: en 2019 la tasa global de participación de mujeres en la fuerza laboral era de 53,1 por ciento, mientras que la de los hombres fue de 73,9 por ciento.
En cuanto a los ingresos promedio mensuales de 2019, los de ellas estaban 12,9 por ciento por debajo que los de ellos. Y en enero de 2020, la tasa de desempleo femenino era de 16,5 por ciento y de 10,4 por ciento para el masculino. La investigadora de Fedesarrollo afirma que la brecha de género más importante en términos laborales para las mujeres se encuentra en el acceso al trabajo formal. Explica la economista que una de las principales causas es que aún existen problemas de discriminación o sesgos creados por la legislación, que hace más costosa e incierta la contratación de mujeres, especialmente en edad reproductiva.
“Unido a lo anterior, vale la pena resaltar una brecha invisible que es la de participación laboral. La cultura de que el cuidado debe estar en cabeza de las mujeres y la falta de centros de cuidado llevan a que las mujeres no puedan participar en el mercado laboral durante unos años, y cuando logran salir de sus ‘obligaciones’ de cuidado, son discriminadas por tener más edad y menos experiencia que los hombres”, asegura Fernández.
Al respecto, los datos del Dane indican que el año pasado 51,9 por ciento de las mujeres en edad de trabajar no estaban ocupadas ni buscaban estarlo.