Un día antes de que el Gobierno de Estados Unidos anunciara la inflación a marzo, que llegó a 8,5 por ciento anual, la más alta desde diciembre de 1981, ya varios analistas vislumbraban el dramático escenario que estaría por venir.
Michael Hartnett, jefe de estrategia de inversión del Bank of America, advirtió que “el shock por la inflación está empeorando, el shock por las tasas apenas está comenzando, y se avecina un shock por recesión”. De acuerdo con CNN, el ejecutivo sentenció que la inflación está “fuera de control” y “provoca recesiones”.
No fue el único aviso. Nathan Sheets, economista jefe global de Citigroup Inc. y antiguo funcionario del Tesoro estadounidense y de la FED, dijo en un programa de Bloomberg que una situación geopolítica y energética “muy grave”, sumada al plan de la Reserva Federal de aumentar las tasas de interés, haría que las probabilidades de una recesión sean “significativas” en el próximo año y medio. Sus cálculos establecen una probabilidad de uno en tres de una recesión mundial y de uno en cuatro para Estados Unidos.
Precisamente, el aumento en las tasas por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos, que está marcando la pauta en el mundo, podría ser más agresivo. El presidente de la FED de St. Louis, James Bullard, propuso un alza de 75 puntos base de la tasa de interés el próximo mes y elevarla a 3,5 por ciento. Aunque los mercados se preparan para que la FED siga la senda de aumento en las tasas de interés a una mayor velocidad y atajar así los precios, el riesgo es que se sobreactúe y ponga la economía en jaque. En este panorama, el Banco Mundial asegura que el crecimiento global se reducirá en casi un punto porcentual (a 3,2 por ciento este año) debido al conflicto entre Rusia y Ucrania, además de una desaceleración en China producto de las drásticas restricciones y aislamientos para controlar los nuevos brotes de covid, lo que dificulta alcanzar el 5,5 por ciento de crecimiento este año para el gigante asiático.
¿Y Colombia?
Aunque en el mundo la expectativa de recesión se mantiene, en Colombia la dinámica de la economía transita un buen camino. En febrero, según el índice de seguimiento económico (ISE), registró un crecimiento de 8,1 por ciento con respecto al mismo mes de 2021, cuando decreció anualmente 3,2 por ciento.
Y esta dinámica es reconocida por las entidades internacionales. Mientras que el Banco Mundial aseguró que América Latina crecerá este año 2,3 por ciento, la entidad considera que Colombia registrará un crecimiento de 4,44 por ciento. A su vez, el Fondo Monetario Internacional (FMI) proyectó que la economía colombiana tendrá un incremento superior al 5,8 por ciento en 2022.
El país viene con viento de cola. “La recuperación económica de Colombia en 2021 fue una de las más dinámicas en la región y se prevé que mantenga su ímpetu en 2022, impulsado por un firme consumo de los hogares y la continua recuperación de la inversión y las exportaciones”, advirtió el FMI. Según un análisis de BBVA Research, la economía colombiana resistirá el choque originado por el conflicto. Si bien la confrontación tendrá efectos negativos tanto en el crecimiento como en la inflación global, en el país los mayores precios de las materias primas impulsarán los sectores minero-petroleros, las actividades asociadas, como el transporte, la producción de energía y la refinación, y otras ramas no transables de la economía, en especial la construcción. Asimismo, los precios al alza del petróleo, al igual que el recaudo por una actividad económica más dinámica, mejorarán el cierre fiscal y las cuentas externas de Colombia.
A pesar de esta buena perspectiva, el país enfrenta varios retos. La inflación, como en el resto del mundo, sigue desbordada. A eso se suma el aumento de las tasas de interés, que le bajará el ritmo al consumo y podría hacer inviables proyectos de inversión estructurados en medio de una macroeconomía más estable. En el corto plazo, Colombia tiene margen de maniobra, pero habrá que asegurarlo para no ver un rezago el año entrante. Sin embargo, el mayor desafío es la incertidumbre electoral de un proceso tenso y polarizado por la presidencia de la república.