Con las cuentas económicas que presentó esta semana el Ministerio de Hacienda y las declaraciones del Gobierno, según las cuales el 7 de agosto entregará la casa en orden, resulta difícil imaginar que puedan existir piedras en el camino hacia una Colombia en mejores condiciones. Sin embargo, las amenazas están al acecho. Colombia parece seguir siendo un país que alza vuelo con rapidez, como lo hizo después de 2020, cuando tuvo que despegar desde el fondo tras una caída de 7 por ciento. El problema es su vulnerabilidad ante los choques, que tampoco faltarán en esta ocasión.
El Marco Fiscal de Mediano Plazo, la hoja de ruta que traza el Gobierno para una década, si bien muestra la velocidad que lleva la economía este año, para 2023 ya el motor estará más apagado. De hecho, el pronóstico oficial de crecimiento para la presente vigencia subió de 5 a 6,5 por ciento, mientras que el del próximo año bajó de 3,8 a 3,2 por ciento. Para el Ministerio de Hacienda se trata de un año bisagra, en el que se desvanecen la mayoría de efectos de la pandemia y todo vuelve a su curso normal.
Después del 20 de julio, una vez sean instaladas las sesiones del Congreso, se radicará el proyecto presupuestal que el Gobierno saliente le dejará hecho al entrante. Los números con los que se estiman las cuentas ya hicieron sacar pecho al ministro de Hacienda, José Manuel Restrepo. En este año no solo la economía en total crecerá más de lo previsto, sino que los ingresos tributarios sobrepasarán la meta anual al estar por encima de 202 billones de pesos, 19 billones más de lo que se previó en febrero. El año 2022, según lo expuesto por el Ministerio, suena a que todo parece estar en su lugar, pues lo que debe ir para arriba tiene impulso y lo que se requiere bajar está en descenso. Por ejemplo, la deuda pública al cierre del año ya no sería del 60 por ciento del PIB, sino del 56,5 por ciento, y el déficit fiscal también estará en un nivel inferior al pronosticado, de 5,6 y no de 6,2 por ciento.
Si la economía tiene dinamismo, arrastra a su paso el empleo. Según el Marco Fiscal, el mercado laboral ha recuperado más del 90 por ciento de los puestos perdidos a causa de la pandemia, pero la tasa de desocupación aún se mantiene en dos dígitos. Y la expectativa es que, luego de cerrar 2022 en 11,8 por ciento, solo bajaría a niveles prepandemia en 2023, y a menos de 10 (9,4 por ciento) en 2030.
Más allá del desempleo, un dolor de cabeza para Colombia desde hace varios años, los verdaderos icebergs con los que se puede encontrar la economía en el mediano plazo, sin que el país esté listo para soportar el choque, están por otro lado y pueden afectar la senda.
En vilo con la inflación
Aunque se establezcan pronósticos según los cuales la inflación cerrará el año con una cifra aún elevada de 8,5 por ciento, pero luego bajará a 5,6 por ciento en 2023, en realidad esta variable es la principal fuente de riesgo sobre el escenario macroeconómico previsto. Este indicador al alza lleva a una subida en los precios, lo que les cobra una factura más cuantiosa a las personas de pocos ingresos, que gastan casi todo en alimentos, justo el componente de la canasta que ahora tiene mayor inflación. Internamente, el Banco de la República ha hecho lo suyo subiendo tasas de interés, que actualmente ya están en 6 por ciento, y podrían llegar a 7,5 por ciento en el resto del año, según vaticina Hernando José Gómez, presidente de Asobancaria.
El aumento en las tasas es parte de una política monetaria que busca controlar la inflación poniéndole un freno al consumo, lo que a su vez desacelera el ritmo de la economía. Por esa razón, la intervención del Emisor tiene que ser salomónica. Más aún cuando hay presiones inflacionarias externas difíciles de controlar, a las que ahora se suma un choque interno: el aumento en el precio de la gasolina y el ACPM para reducir el déficit del Fondo de Estabilización de Precios de los Combustibles (FEPC), con el cual se subsidiaban los precios al consumidor cuando el petróleo estaba al alza en el mundo. Los analistas económicos de la firma Alianza estiman que la medida con la gasolina y el ACPM, si bien resulta positiva desde la óptica fiscal, pues el Gobierno ha financiado con recursos propios el déficit del FEPC, impacta negativamente la inflación. “Al materializar las alzas mensuales, en 2022 serían de 2.250 pesos; de 4.200 pesos en 2023 y de 3.000 en 2024. Se elevarían los precios de buena parte de los bienes y servicios”.
El momento del petróleo
Ese viento de cola que ha tenido Colombia con el petróleo no será tan duradero. En 2023 se reducirían los precios del petróleo, lo que de paso se llevaría por delante las exportaciones, que disminuirían en valor, quitando así parte de los beneficios que ha traído a esta nación el buen momento en las cotizaciones del crudo.
Desde 2021, como consecuencia de una demanda que se recuperó más rápido que la oferta, los precios del petróleo empezaron a repuntar, lo que se ve reflejado este año en los ingresos públicos (si hay mucha demanda y no se puede suplir, se produce escasez, disparando los precios). Luego vino el conflicto entre Rusia y Ucrania, y al ser Rusia uno de los principales productores de crudo y de repente dejar de llevar el producto a sus compradores, se causa un coletazo a la inflación global.
De esa forma, aunque los ingresos públicos de Colombia se han incrementado, el efecto inflacionario puede borrar las bondades de un petróleo caro. Eso, sin contar con que la vela del petróleo es transitoria. De manera que, si ahora ayuda a equilibrar y causar un efecto positivo en la desequilibrada balanza comercial del país, mañana puede dejar una zanja en las finanzas públicas cuando baje de nuevo el precio o el mundo avance aún más hacia la transición energética.
Por ahora, el Gobierno hace cuentas para establecer el presupuesto de 2023 con un petróleo a 100 dólares, en vez de los 70 con los que hizo las cuentas en febrero.
El Ministerio de Hacienda estima que en 2023 los precios del petróleo continuarán en niveles superiores a los 90 dólares por barril, previendo que la oferta de crudo seguirá afectada por la situación en Rusia. La demanda tampoco subirá mucho debido a la desaceleración de la actividad productiva global por la inflación.
Menos endeudados pero más caro
Colombia perdió el grado de inversión con dos de las más grandes calificadoras del mundo, Fitch y Standard & Poor’s. Automáticamente, la deuda pública cuesta más porque las entidades prestamistas le cobran una prima mayor al ser un país considerado con riesgo de no poder pagar. La nación se endeudó para cubrir las necesidades financieras que trajo la pandemia y ha ido pagando sus obligaciones con más rapidez de la prevista. Pero la deuda no deja de ser uno de los riesgos que pueden causar un choque difícil de capotear. El precio del dólar al alza castiga la deuda externa del país, que, según un reciente informe del Banco de la República con corte a abril, sumaba 100.557 millones de dólares, unos 391 billones de pesos.
A medida que la tasa de cambio es más alta, la deuda aumenta. El estimativo del Gobierno en el Marco Fiscal es que la divisa cotice en promedio 3.924 pesos en el año para ascender a 4.090 pesos en 2023.
También, la subida de tasas de interés en Estados Unidos, por parte de la Reserva Federal, termina afectando la deuda colombiana. Con esas amenazas, el nuevo Gobierno tendrá que estar con el faro encendido para virar a tiempo y no dejarse hundir por los choques.