Tener el nivel de inflación más alto de los últimos 22 años no solo se siente en los bolsillos, sino en la relación de los colombianos con el sistema financiero. Y el remedio para tratar la carestía consiste en subir las tasas de interés, lo que vuelve más onerosos los créditos, pero también más atractivo el ahorro.
Desde octubre del año pasado, el Banco de la República está subiendo sus tasas de interés, las cuales sirven de guía para todas las demás tasas de interés que se cobran en el país. Las del Emisor aumentaron de 2 a 9 por ciento, un movimiento fuerte y cuyo objetivo es frenar la demanda de crédito para reducir así el consumo y, con él, la inflación.
Sin embargo, el crédito no ha parado de crecer y hasta julio muestra un aumento del 16,1 por ciento anual, mientras que el ahorro solo avanza 13 por ciento. Esto muestra una contradicción, pues hogares y empresas se han endeudado más, pese a que en octubre de 2021 la tasa de interés promedio de los créditos bancarios estaba en 9,81 por ciento y en junio de 2022 ya iba en 14,34 por ciento. En otras palabras, hace nueve meses por cada 100 pesos que les prestaban pagaban casi 10 de intereses y ahora cancelan 14. Y por no hablar de las tasas de interés de las tarjetas de crédito, que en mayo iban en 26,78 por ciento, cuando un año atrás estaban en 23 por ciento.
Camilo Pérez, director de Investigaciones Económicas del Banco de Bogotá, dice que empresas y personas hoy ven condiciones favorables en la economía, lo cual se refleja en la mejora de los índices de confianza. Estos se encuentran altos frente a patrones históricos y con recuperación, una vez superada la incertidumbre electoral. “Y si la gente cree que a la economía le está yendo bien, se animan a seguir pidiendo crédito”, explica, al tiempo que considera que tal vez el aumento de las tasas de interés aún es insuficiente como para cambiar esa tendencia.
Para Alejandro Reyes, economista de BBVA Research para Colombia, si bien las tasas de interés subieron, lo han hecho más lento que la inflación. Vale la pena recordar que la canasta familiar registró hasta junio un crecimiento de 9,67 por ciento, mientras que un año atrás el dato era de 3,63 por ciento. “Como resultado, todavía las tasas de interés reales (sin inflación) están relativamente bajas y eso puede ser uno de los factores tras el crecimiento del crédito”, precisa.
¿El costo no importa?
Aunque las tasas de interés no son otra cosa que el costo del dinero, muchos deudores no se fijan en ese indicador cuando van a pedir un crédito, sino en cuánto les queda la cuota y si están en capacidad de pagarla. Por eso, es común ver en los concesionarios a personas haciendo cuentas no tanto sobre el valor del carro que piensan comprar, sino cuánto les pueden prestar y cuánto deben pagar mensualmente. Si ese valor se ajusta a su capacidad de pago, no lo piensan dos veces y se embarcan.
Algo similar ocurre con las tarjetas de crédito. Los dueños de los 16 millones de plásticos vigentes en el país no piensan en la tasa de interés cuando pasan su tarjeta por el datáfono, sino en si ese gasto alcanza a entrar en la fecha de corte y si no se les va a subir el pago de cada mes por ese concepto. Dichas estimaciones hacen que numerosos tarjetahabientes difieran sus compras incluso a 36 meses porque, más que la tasa de interés, les preocupa la cuota mensual.
“Eso se debe a la falta de educación financiera y no solo se da en Colombia, sino también en economías avanzadas como Estados Unidos, donde los hogares están más endeudados”, aclara Édgar Jiménez, profesor de finanzas de la Universidad Jorge Tadeo Lozano.
Los expertos consultados coinciden en que detrás del aumento del crédito está la recuperación del empleo (formal e informal) en los últimos nueve meses. En mayo ya el número de ocupados era igual al que había en febrero de 2020 (22,3 millones de personas), y esa posibilidad de generar ingresos es lo que anima a la gente a endeudarse.
No obstante, Reyes, del BBVA, advierte que, así como hay más gente pidiendo créditos de libre inversión y usando su tarjeta de crédito, también se presenta una ampliación de los plazos y un mayor uso de los avances. “Estos factores podrían mostrar que algunos hogares están acudiendo al crédito para complementar recursos en el mes a mes, lo que debe ser revisado con especial detalle”, puntualiza.
Efecto rezagado
Andrés Langebaek, director ejecutivo de Estudios Económicos del Grupo Bolívar, comenta que el crédito no ha sentido el impacto de las decisiones del Banco de la República, pues estas suelen reflejarse entre seis y ocho meses después en los créditos de consumo, y entre año y medio y dos años en los de vivienda.
En el caso de los préstamos hipotecarios, en los que los deudores son más conscientes de las tasas de interés, dado que un punto hace una gran diferencia en la cuota mensual, el rezago es mayor porque existe un espacio largo entre la decisión de compra y la recepción del bien.
“A los deudores hipotecarios les desembolsan después de pasar mínimo un año pagando la cuota inicial, lo que hace que las tasas de interés que ellos pagan no sean las del momento, sino las de un tiempo atrás”, precisa Langebaek.
Las tasas de interés hoy no dan señales de estabilidad, sino de seguir subiendo, en especial tras la decisión de la Reserva Federal (FED) de Estados Unidos, el banco central más poderoso del mundo, de continuar esa senda. El miércoles pasado, por segundo mes consecutivo, aumentó sus tasas en 75 puntos básicos para dejarlas en un rango entre 2,25 y 2,50 por ciento. La expectativa de los expertos es que en septiembre, cuando los directivos de la FED se vuelvan a reunir para tomar decisiones en este frente, suban las tasas otros 50 puntos básicos.
Esos movimientos de la FED serán replicados por el resto de bancos centrales, y el de Colombia no será la excepción. Tras subir sus tasas 150 puntos básicos el viernes pasado, los analistas estiman que habría espacio para que el Banco de la República realice otra alza en septiembre, pues aún no está claro si la inflación ya llegó a su techo, lo que implica que se necesitaría más remedio para controlarla.
Así como las tasas de interés buscan desincentivar el crédito, también son un aliciente para ahorrar. Si bien Colombia no se ha destacado por su grado de ahorro, ya se ven señales de mejoras en este frente. Hasta el 8 de julio los establecimientos de crédito tenían depósitos por 561,6 billones de pesos, los cuales estuvieron impulsados especialmente por los certificados de depósito a término (CDT), que crecen al 18,5 por ciento, el ritmo más alto desde abril de 2017. De hecho, para el 25 de julio, la tasa de interés de los CDT a un año alcanzó el valor más alto desde que se tiene registro (12 por ciento).
El profesor Jiménez señala que los rendimientos que hoy pagan los CDT los convierten en una buena alternativa para rendir el ahorro e, incluso, para considerarlos en lugar de otras inversiones para las que se requiere crédito. “Si uno, por ejemplo, vive en arriendo y quiere comprar vivienda, así las tasas de interés estén altas, vale la pena hacerlo porque se compensa un gasto con otro. Pero, si la idea es endeudarse para comprar una vivienda como inversión, es mejor pensarlo dos veces, pues las altas tasas de interés pueden hacer que el negocio no sea tan bueno, dado que los arriendos no han crecido al mismo ritmo, a lo que se deben sumar los gastos de mantenimiento. Ahí tal vez hoy funcionaría mejor el CDT”, subraya.
Aunque no todos los colombianos tienen capacidad de ahorro, pues al igual que el crédito depende de sus ingresos, bajo la coyuntura actual aquellos que puedan deberían empezar a guardar más y a endeudarse menos.