El clima político y las condiciones para la inversión en Colombia pasan actualmente, según información de Fedesarrollo, por uno de sus momentos más malos después de los registrados en el paro cívico de abril de 2021. Esta situación no solo está impactando el crecimiento económico de 2024, sino que también impactará el de 2025.
Esa es una de las conclusiones del estudio de proyecciones anuales de Davivienda y Davivienda Corredores, que compilan en la publicación titulada El Libro 2025. Andrés Langebaek, director ejecutivo de Estudios Económicos del Grupo Bolívar, explicó que hoy hay un ambiente que los empresarios perciben como convulsionado y que no es favorable para invertir. “Nadie invierte cuando las circunstancias pudieran ser tan complejas y pueden derivar en resultados difíciles de predecir. Eso genera un costo directo en la economía, pero también afecta muchas otras variables como los proyectos de ley en el Congreso, pues se complica su aprobación”, explica.
Los expertos de Davivienda estiman que este año Colombia puede crecer 2,1 % y luego 2,9% el año entrante, cifras que aún estarían por debajo de lo que se considera el PIB potencial del país. Langebaek considera que esto se debe a que el país hoy tiene un hándicap (desventaja) por la caída de la inversión privada, que en 2023 descendió 30,9 % -que es la mayor caída desde 1999-, y este año sigue cayendo a un ritmo, según sus estimaciones, de 11 %. “Y cuando uno no invierte, se disminuye la posibilidad de crecer en el futuro. Entonces así existan factores a favor del crecimiento en 2025, como las menores tasas de interés, la baja inversión sigue pesando”, insiste.
Para que las proyecciones de crecimiento se mantengan, los expertos de Davivienda también consideran necesario que el ajuste del salario mínimo que se aplique en 2025 no “sea excesivo” y que sea acorde con los parámetros tradicionales de inflación pasada, inflación futura y productividad. Su cálculo es que podría funcionar una cifra de 7,7 %, lo que permitiría redondear el salario mínimo en 1.400.000 pesos, esto teniendo en cuenta que históricamente las cifras redondeadas son más fáciles de entender y de aplicar. “Además, en nuestros cálculos nos da que es un nivel de salario mínimo que compensa efectivamente el aumento que estamos teniendo en productividad y el proceso de desinflación que se está registrando. Hay que ayudarle el Banco de la República para que ese proceso continúe”, puntualizó Langebaek.
La incertidumbre política que vive el país, sumada a las preocupaciones fiscales, también está impactando el financiamiento público. Germán Cristancho, gerente de Investigaciones Económicas y Estrategia de Davivienda Corredores, explicó que por estas razones han subido las tasas de interés de los títulos de la deuda pública (TES) a diez años, quedándose en un nivel cercano al 11%. Esas son las tasas de interés de largo plazo de la economía y si ellas están al 11%, para el resto de los agentes financieros, como los bancos, va a ser muy difícil cumplir con la promesa de mantener tasas de interés por debajo de ese nivel. “Así se le empieza a poner un piso al costo de financiación de la economía, que termina haciendo que sea más difícil impulsar el crecimiento y generar el alivio que necesitan los hogares y las empresas”, precisó.
Cristancho insistió en que las tasas de los TES reflejan tanto las dificultades fiscales como las políticas, lo cual no es solo evidente en Colombia, sino también en Brasil y México. Mientras en índices que miden la deuda de economías emergentes, como el de Bloomberg Barclays, se ven tasa de interés promedio de 6,5 % para los títulos a 10 años, los de esos tres países están entre 10 % y 12 %. La diferencia es que los de Brasil vienen bajando, mientras que los de México y Colombia van al alza.
El riesgo de la tributaria
Otro factor que afecta las proyecciones de crecimiento de 2025 es la posibilidad de una nueva reforma tributaria, que para los expertos de Davivienda tiene algunos aspectos nocivos, como volver a implementar el impuesto patrimonial a las empresas, lo que va en contravía de la necesidad de recuperar la inversión privada. “Ese impuesto ya lo habíamos tenido en el pasado, pero se justificaba en proyectos que unían al país en ciertos propósitos. Hubo, por ejemplo, unos bonos de paz y el país hizo un esfuerzo para pagarlos y fueron transitorios. Después vinieron los bonos de guerra y eran unas imposiciones que tenían un propósito en el que nos identificamos. Esta vez no es tan sencillo, no hay ese propósito”, dice Langebaek.
Igualmente, considera que la tasa de impuesto al patrimonio del 2% para los patrimonios más altos es muy elevada y en un periodo de 10 años implica una importante reducción del mismo. Igualmente, aunque cree que suena bien gravar las apuestas digitales, lo ve complicado de implementar desde el punto de vista tecnológico, dado que aún la Dian no ha logrado cobrar el IVA por los pagos de plataformas de streaming, que son muy populares en el país.