La desigualdad, uno de los temas más vergonzosos para una sociedad que se respete, le quedó grande a todos los gobiernos de los últimos años. Nadie ha podido dar en el blanco para promover una mejor vida, por lo menos a la mayor parte de los colombianos. Por el contrario, El país es tan vulnerable, que las diferencias cada vez se ahondan más.
Cualquier choque impacta la desigualdad. Más aún, uno tan fuerte como el de la pandemia, y otro, como el del cambio climático.
Es así como en la actualidad Colombia es el primer país entre los integrantes de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde) con mayor desigualdad, y ocupa el segundo lugar con la desigualdad más alta entre 18 países de América Latina.
Así lo revela el informe presentado por el Banco Mundial, en el que Colombia se raja en todo, empezando porque no ha podido reducir ni un milímetro en una verdad que duele: “Los ingresos del 10 % de la población más rica de los colombianos es once veces mayor que la del 10 % más pobre”.
Resultados devastadores
Lo que encontró el Banco Mundial en Colombia simplemente es como si un estudiante perdiera todas las materias de una carrera que cursa.
En materia de desigualdad, “una mujer en Colombia tiene 1,7 veces más probabilidades de estar desempleada que un hombre. Un indígena colombiano recibe en promedio dos años menos de escolaridad que otros colombianos, y un afrocolombiano tiene el doble de probabilidad de vivir en un barrio pobre. Dos tercios de los hijos de migrantes desde Venezuela no están matriculados en colegios, en comparación con menos de una décima parte de los no migrantes”.
En el informe del Banco Mundial se destaca que “la desigualdad en Colombia se extiende más allá de los aspectos materiales de los medios de vida. Los colombianos con menos educación, la población rural y los desempleados o pobres tienen muchas menos probabilidades de considerarse felices”.
Peor aún es que las desigualdades también persisten entre generaciones. “Los niños en Colombia enfrentan perspectivas de vida muy diferentes, debido a las circunstancias en las que nacen: es probable que un hijo de un padre con bajos ingresos gane menos que un hijo de un padre con altos ingresos. Entre un grupo de 75 países, la transferencia de la brecha de ingresos de una generación a la siguiente en Colombia es la más arraigada”.
Más que un asunto moral
Según el Banco Mundial, reducir las desigualdades no es solo asunto moral, también tiene un buen sentido económico.
Por esa razón, enfatiza el organismo internacional, “abordar las desigualdades puede conducir a una fuerza laboral mejor preparada, más capacitada y productiva; un crecimiento económico más fuerte y sostenible, y una cohesión social más estrecha. Por ejemplo, se estima que, para 2050, cerrar las brechas de género en la participación en la fuerza laboral y la educación aumentaría el PIB per cápita de Colombia en un 14 % (Devadas y Kim, 2020)”.
Por eso resulta difícil entender que los gobiernos no logren cambiar la realidad de la desigualdad, ya que “una sociedad más igualitaria significaría mejores vidas para todos”.
Impuestos no funcionan para bajar desigualdad
En los países que hacen parte del club de naciones ricas (Ocde), el pago de impuestos es clave para reducir la desigualdad, puesto que el cobro de los tributos ayuda a la redistribución de la riqueza (el que más tiene más aporta). En cambio, en Colombia, “los impuestos y las transferencias (subsidios) hacen poco para abordar las desigualdades evidentes”.
Según el Banco Mundial, “en Colombia, los impuestos y las transferencias hacen poco para reducir la desigualdad de ingresos. Debido a que las deducciones y los umbrales tributarios en el impuesto a la renta personal son muy altos, las personas comienzan a pagarlo solo si sus ingresos son muy altos, aproximadamente cuatro veces el ingreso medio”.
Los recursos que se obtienen con los impuestos es lo que usan los países con buenas prácticas para redistribuir riqueza. No obstante, en Colombia, como está siempre flotando el fantasma de la corrupción, muchos prefieren no aportar, con la excusa de que se roban la plata. Eso se convierte en una cadena interminable que lleva a que sean unos pocos los que pagan impuestos y que se distribuyan mal las cargas tributarias.
Con las malas prácticas tributarias “se priva al Estado de recursos que podrían redistribuirse entre los más pobres”, señala el informe.
Subsidios y gabelas tributarias que se fugan hacia hogares ricos
El Banco Mundial pone el foco en las exenciones del IVA, tema que ya fue planteado en anteriores oportunidades por una comisión de expertos internacionales.
Ahora, el organismo internacional menciona las tasas cero del impuesto, las cuales “están destinadas a hacer que el IVA sea menos regresivo: terminan otorgando grandes descuentos fiscales a las personas de altos ingresos”. No en vano, más de la mitad (57 %) de los gastos tributarios en IVA benefician a los tres deciles superiores de la distribución del ingreso (a los más ricos)”.
Desenfoque: con razón no alcanza la plata
Para el Banco Mundial, los programas de transferencia monetaria y los subsidios al gas, el agua y la electricidad “sufren grandes fugas hacia los hogares de altos ingresos”.
De hecho, según enfatiza el Banco Mundial, más del 65 % de los hogares que reciben subsidios deberían recibir un subsidio menor o no recibir ningún subsidio.
Y el tema que no podía faltar, como generador de desigualdades, el de las pensiones, también fue tocado por el Banco Mundial, organismo según el cual, “el sistema público de pensiones genera subsidios implícitos (y bastante generosos) que se acumulan principalmente para los beneficiarios de pensiones elevadas”.