En los últimos 25 años, la producción de cine y televisión en Colombia ha vivido una metamorfosis. Se evidencia en una creciente producción de cortos y largometrajes, así como de series, que cada vez tienen más eco en las plataformas de streaming tipo Netflix y Amazon Prime.
El país pasó de ser un actor secundario, incluso un extra en la escena audiovisual latinoamericana, a convertirse en protagonista. Y las personas involucradas en la industria atribuyen ese logro al diseño de un esquema de incentivos que motiva al sector privado nacional y externo para traer sus recursos. Eso, a su vez, ha ayudado a mejorar la calidad de los productos y servicios ofrecidos, así como el talento humano. Esto, al final, ha redundado en un círculo virtuoso, que se refleja en la llegada de producciones totalmente en inglés que se vienen a grabar al país o al hecho de que una de las series más vistas de Netflix en el mundo este año tenga un sello absolutamente colombiano: Pálpito (cuya segunda temporada ya se empezó a grabar).
Ese buen balance, que, además, trae la generación constante de empleos, es el que explica por qué las industrias culturales, de las cuales forma parte la audiovisual, aportaron 0,7 por ciento del valor agregado nacional entre 2014 y 2021.
Por tal motivo, el sector prendió sus alarmas cuando se conoció el texto de la reforma tributaria que fue radicada en el Congreso y en el cual se propone derogar los artículos en los que se crearon incentivos tributarios.
Más que apuntar directamente a esta industria, el equipo económico de Petro aspira a eliminar las exenciones que abundan en el estatuto tributario y, con esa meta, la producción de cine y televisión podría ser una víctima colateral.
A eso se suma un tema semántico que tiene que ver con el anuncio del Gobierno de no continuar con el concepto de economía naranja (impulsado por sus predecesores) con el argumento de que quieren que sea “multicolor” y, por ende, más inclusiva, aunque han aclarado que seguirán los programas de fomento.
El impacto
La preocupación de la industria está en la posible derogación de dos incentivos tributarios: uno, creado en 2003 y modificado en 2012, en el que las personas físicas y jurídicas que aporten recursos a una obra de cine local pueden deducir de su impuesto de renta el 165 por ciento sobre el valor otorgado a la película. El segundo incentivo nació en 2012, fue modificado en 2019 y permite que las obras audiovisuales no nacionales (cine, video, series, videojuegos, videoclips) que contraten servicios artísticos, técnicos, de hotelería, alimentación o transportes en Colombia puedan recibir títulos tributarios denominados Certificados de Inversión Audiovisual (Cina), transables en el mercado de valores y representativos de un 35 por ciento del valor de la inversión. En otras palabras, se trata de un crédito tributario que el productor extranjero puede utilizar si transa el título en el mercado, en una ecuación que implica que por cada peso que contrate en el circuito económico audiovisual nacional recibe una devolución amparada en el Cina de 35 por ciento del valor gastado efectivamente.
Ambos incentivos han obtenido grandes impactos en el crecimiento de esta industria. Con el que reduce la renta de quienes financien el cine, se canalizaron 345.000 millones de pesos entre 2004 y 2022, tiempo en el que se estrenaron 420 largometrajes nacionales y más de 1.000 cortometrajes, mientras que entre el primer filme nacional y 2003 apenas se llegó a 270 películas.
En cuanto el impacto de los Cina, entre 2020 y 2022 se han aprobado 58 proyectos, con una inversión comprometida por 1,3 billones de pesos, que aportarán 30 empresas extranjeras que ven a Colombia como un buen destino de rodaje y posproducción.
Las acciones
Ante la posibilidad de un cambio en un sistema de financiación exitoso, que ha servido para consolidar una cadena de valor audiovisual, las agremiaciones del sector empezaron a moverse. Lo primero que se conoció fue un audio filtrado de una conversación entre el director de cine Harold Trompetero y el senador Gustavo Bolívar, quien viene del sector y hoy preside la Comisión Tercera, que es la de asuntos económicos. En él, Bolívar se compromete a frenar la posible eliminación de beneficios.
Después, Proimágenes Colombia, entidad encargada de promover la industria cinematográfica nacional, envió una carta a los ministerios de Hacienda y de Cultura, a la Dian y a los congresistas ponentes de la tributaria para que del proyecto se retire la derogatoria de los beneficios. Por ahora, no han recibido respuesta oficial a la misiva, pero el Ministerio de Hacienda ya ha dado pistas de que corregiría el tema en el trámite de la reforma, dado el éxito que han tenido estas políticas de fomento.
Claudia Triana, directora de Proimágenes, insiste en que es necesario mantener el actual sistema de estímulos para el sector audiovisual, pues incluye herramientas económicas, administrativas, técnicas y culturales en campos fiscales, parafiscales, aduaneros, crediticios, comerciales, de visados y de muchos otros que facilitan y vigorizan la operación del sector audiovisual. “Los estímulos tributarios complementan los fondos parafiscales y del presupuesto general de la nación, que en los últimos 25 años han sido insuficientes para fortalecer la industria cinematográfica y audiovisual”, dice.
Asimismo, Andrés Jaramillo, abogado experto en audiovisual y en derechos de autor, explica que los estímulos tributarios no solo sirven para atraer inversionistas locales, sino para competir con el resto del mundo, pues en Estados Unidos, considerado la meca del cine, Reino Unido y España también existen esos beneficios. En Argentina los quitaron por temas políticos y eso ha repercutido en una menor actividad audiovisual de ese país.
Jaramillo considera que difícilmente se puede reemplazar la financiación privada por la pública, pues con las necesidades del país es complicado entregar recursos a la producción audiovisual, que no es tan vital como la salud o la vivienda. En su concepto, las posibles derogaciones de los beneficios no solo afectan a una industria, sino al proyecto de vida de miles de colombianos (actores, camarógrafos, luminotécnicos, editores, etcétera), que antes no creían posible vivir de hacer cine y hoy lo están logrando.