Ante una inflación que no cede, los bancos centrales del mundo buscan controlarla a como dé lugar, incluso pagando un precio muy alto. Esta semana, la Reserva Federal de los Estados Unidos elevó sus tasas de interés de referencia a un rango de 3 a 3,25 por ciento, el más alto desde principios de 2008, luego de un incremento de 0,75 puntos porcentuales, el tercero en forma consecutiva. Indicó, además, que seguirá subiendo muy por encima del nivel actual.
Con esta decisión, que era esperada por los analistas, busca reducir una inflación que hoy bordea sus niveles más altos desde principios de la década de los 80.
El aumento de tasas está llevando a otros bancos centrales a seguir la misma senda. En Suiza y Noruega aumentaron sus tasas y en Colombia se espera que el Banco de la República haga lo propio. En julio, cuando se conoció el incremento de 150 puntos básicos por parte de la junta directiva del Emisor, que llevó las tasas a 9 por ciento, los analistas estimaron que era el último incremento grande en el año y que en lo que restaba de 2022 habría pequeños ajustes de máximo 50 puntos básicos.
Sin embargo, nadie esperaba el sorpresivo dato de inflación de agosto de 10,8 por ciento anual. Esta cifra no solo puso a todos los analistas a recalcular sus proyecciones, sino que, seguramente, llevará al Banco de la República a mantener el ritmo de aumento de tasas que traía e incluso a tomar decisiones más drásticas.“Teniendo en cuenta la magnitud, el momento del año y su amplia composición, esta sorpresa alcista impactará el nivel al que cerrará la inflación este año, y forzará al Banco de la República a continuar realizando alzas marcadas en su tasa de referencia”, señaló un informe de Bancolombia.
De hecho, esta entidad espera una acción del banco “más contundente”, con un incremento de 150 puntos básicos de la tasa a finales del mes de septiembre, lo que la llevaría a doble dígito, algo que no había pasado en los últimos años.
De acuerdo con Oxford Economics, para final del año se espera una tasa cercana al 11 por ciento, aunque otros consideran que puede ser, incluso, más alta.
Las presiones inflacionarias, lejos de desvanecer, parecen intensificarse. El aumento en el precio de la gasolina, la volatilidad del dólar –incluso con tendencia al alza, tras la decisión de la FED–, el invierno y la presión en alimentos y hasta la discusión del salario mínimo seguirán causando tensión en el costo de vida.
En el campo internacional, ya les están pasando la cuenta de cobro a los bancos centrales por una eventual recesión global; es decir, que el remedio puede resultar peor que la enfermedad. Y la advertencia la hizo el Banco Mundial.
“Cuando todos los bancos centrales aumentan simultáneamente las tasas de interés para responder a la inflación, el mundo podría estar avanzando poco a poco hacia una recesión global en 2023 y a una serie de crisis financieras en los mercados emergentes y las economías en desarrollo que les podrían causar daños duraderos”, dice en un informe de la entidad. La recesión, entonces, puede ser el precio en la lucha contra la inflación.
Además, advierte que este año, la subida de las tasas de interés por parte de los bancos emisores ha tenido una característica: “Un grado de sincronización no visto en las últimas cinco décadas”. Pero además advierte un problema, que es posible que la trayectoria prevista en la actualidad de los aumentos de las tasas de interés y de otras medidas de política no sea suficiente para reducir la inflación mundial a los niveles registrados antes de la pandemia. ¿Peor el remedio que la enfermedad?