La necesidad de los inversionistas de contar con información fiable sobre la solvencia de empresas y gobiernos llevó al surgimiento de las agencias calificadoras de riesgo, las cuales hoy son actores determinantes para el éxito de cualquier emisión de deuda pública o privada.
Las tres más grandes del mundo son Moody’s, Standard & Poor’s y Fitch y precisamente esta última acaba de completar 30 años de operaciones en Colombia y 40 en América Latina. Alejandro Bertuol, CEO de Colombia y Carlos Fiorillo, director general de Latinoamérica, aseguraron que son la calificadora con mayor presencia en la región, con más de 2.500 evaluaciones.
Entraron por Brasil y, como en el resto del mundo, comenzaron analizando al sector financiero, pero luego fueron expandiendo sus coberturas por países y por sectores. Recuerdan que un punto de inflexión para su negocio en la región fue el desarrollo de los fondos de pensiones chilenos, que para poder invertir su dinero necesitaban de la calificación de activos nacionales y de su comparación con similares en el exterior. Posteriormente, las empresas exportadoras requirieron calificarse para poder acceder a los mercados financieros y luego, lo requirieron los activos especializados como las finanzas estructuradas.
“En el caso de Colombia, la regulación local también hacía que se requirieran calificaciones para emitir en el mercado de valores. Más recientemente, hitos como el financiamiento de la infraestructura fueron un punto importante para esta actividad y no solo en Colombia, sino en toda la región, pues la infraestructura es una de las grandes necesidades de Latinoamérica en términos de financiamiento, en especial porque esta no es ejecutada en 100% por los gobiernos, sino que requiere de los privados”, explica Fiorillo.
Fitch, que era un negocio mayormente de cobertura en Estados Unidos, llegó a América Latina tras adquirir Duff & Phelps, una calificadora que había crecido en la región mediante joint ventures con accionistas locales de cada país.
Debido a que manejan datos que buscan reducir las asimetrías de información que hay entre los inversionistas, su actividad se considera sensible para los mercados de capitales y, por eso, en los países en los que operan son reguladas por las autoridades bursátiles como la SEC en Estados Unidos, Esma en Europa y la Superfinanciera en Colombia.
Frente a la mecánica con la que operan, teniendo en cuenta que los calificados pagan para ser evaluados, lo cual podría implicar conflictos de interés, los directivos de Fitch aseguran que ese riesgo lo mitigan separando sus equipos analíticos de los comerciales. “Los analistas no tienen ningún tipo de interacción con cuánto paga un emisor o cuál es su relevancia en el portafolio de cobertura, esto con el fin de garantizar que sus decisiones sean independientes”, precisa Fiorillo y agrega que el mayor activo que tiene la agencia es la credibilidad, por ende, no lo pueden poner en juego.
Los directivos de Fitch aclaran que se esfuerzan no solo por emitir una calificación (que generalmente se expresa en letras que van de la C a la AAA), sino también por explicarles a los inversionistas del por qué de la calificación y cuáles son las tendencias del sector al cual está relacionado el activo evaluado. “La idea es ir más allá de hacer checklists de cosas que hay que tener para asignar una calificación, sino que sea un análisis completo”, dice Bertuol.
Igualmente, explicaron la diferenciación entre las calificaciones nacionales e internacionales. Las primeras son las que normalmente intentan cubrir la necesidad de una comparación relativa de los riesgos en un mismo mercado. Así, si un inversionista colombiano está enfocado solo en invertir en el país, le interesa entender cuál es el mejor o el peor riesgo dentro del mercado local y quizá no le interese tanto cómo eso se compara con Suiza o con Alemania. La segunda, la calificación internacional, es cuando se desea hacer una comparación global. Añaden que por este motivo no tienen expertos de todos los temas en todos los países en los que operan, sino que sus equipos están agrupados por sectores . Por ejemplo, desde Nueva York cubren todas las petroleras de la región, así como las calificaciones soberanas, con la idea de poder comparar los mercados de Colombia, Perú, México o Brasil.
Igualmente, tienen analistas basados en Bogotá con responsabilidades regionales como cabezas de equipo. Acá trabajan 32 de sus 300 empleados ubicados en América Latina.
Bertuol y Fiorillo consideran que los mercados locales se han vuelto más atractivos para el financiamiento de las empresas latinoamericanas, lo que ha hecho que ya no aspiren solo a financiarse en el exterior, sino también dentro de sus propios países. “Y ahí es donde ha habido cada vez más necesidades de opiniones como la nuestra porque los inversionistas se han vuelto más sofisticados”, reiteran.