Luis Daza había sido cliente de una empresa de telecomunicaciones durante más de una década. Aunque la empresa debería conocerlo tras tantos años de relación comercial, no vio problema en despachar un televisor de 50 pulgadas, que vendía en su página web, a una dirección distinta a la suya y a una persona que se hizo pasar por Luis, para luego cobrárselo a su cliente en su factura mensual.
Cuando Luis se percató del cobro extra en la factura y de la suplantación, inmediatamente hizo el reclamo, pero en la empresa primero le pidieron que pagara la factura para que no le cortaran el servicio y luego le exigieron demostrar que él sí era él. Le solicitaron una copia de su cédula y otros documentos de identificación, algo que no entiende por qué no le pidieron al suplantador y, más de dos meses después, aún no le han devuelto lo que pagó de más en su factura, pues el falso Luis había debitado la compra a un año.
Lamentablemente, casos como el de Luis se repiten cada vez con más frecuencia y no solo en empresas de telecomunicaciones o en bancos (en donde los suplantadores suelen obtener créditos a nombre de otros), sino en diferentes sectores económicos.
Camilo Zea, fundador Pronus, una firma que ofrece soluciones para evitar la suplantación, explica que este delito se da sobre todo al momento de la vinculación de un cliente nuevo y, paradójicamente, aunque la digitalización de la economía se ha convertido en un caldo de cultivo para quienes buscan hacerse pasar por otras personas, usando diversos delitos informáticos, hoy es más riesgoso incluso la vinculación presencial que la virtual, pues el ojo humano no es tan preciso como los robots para detectar los documentos falsos.
“Los robots permiten analizar las características biométricas de la persona y compararlas con el documento de identidad que presenta, para luego contrastarlo contra bases de datos y así saber si los papeles son legítimos. Eso garantiza que la persona es la que dijo ser. Por el contrario, en una vinculación presencial y sin tecnología es más difícil hacer ese análisis, dado que cada vez es mayor la sofisticación de cédulas falsas”, explica.
Problema global
Según la Dijin de la Policía Nacional, en 2020 la suplantación de identidad se disparó 409 % en Colombia y un estudio de la central de información financiera, TransUnion, indica que la suplantación digital creció a una tasa de 149 % en el mundo, pero 243 % en Colombia.
Así mismo, la encuesta PwC´s Global Economic Crime and Fraud, realizada a 5.000 entidades en 99 territorios del mundo en los últimos 24 meses, asegura que 47 % de las compañías han experimentado fraude. Con un costo de 42.000 millones de dólares.
Para frenar este flagelo en Colombia, los bancos agremiados en Asobancaria han invertido más de 200 millones de dólares. Tan solo para 2020, la asociación reportó 30.410 casos de delitos cibernéticos. De las quejas realizadas a entidades bancarias, 42 % representan phishing, 28 % suplantación de identidad y 16% fraudes en medios en línea.
Mala reputación
Zea agrega que la suplantación de identidad no solo afecta a las personas víctimas de este delito, sino que pone en riesgo la reputación de las empresas (en el caso de Luis, esta mala experiencia lo motivó a cambiar de operador de telecomunicaciones).
Pese a que Pronus es una banca de inversión colombiana enfocada en el sector financiero, que básicamente ayuda en el proceso legal y tecnológico para la creación de nuevos bancos, ha venido creciendo en el combate a la suplantación, pues entre las exigencias para abrir una nueva entidad financiera están los requisitos tecnológicos para gestionar riesgos.
“Con nuestra unidad Pronus Control, que es una regtech —firma de base tecnológica cuyo objetivo consiste en mejorar los parámetros de cumplimiento normativo en las empresas— hemos venido reforzando este servicio, pues la transaccionalidad por medios digitales ha venido acompañada de un aumento del fraude y si bien muchos bancos han protegido sus plataformas con firewalls, no han sido igual de juicios para mejorar los procesos de verificación de clientes para ver si son quienes dicen ser”, explica el empresario y añade que los lavadores de activos suelen suplantar personas y buscan entidades en donde la puerta no está asegurada.
Para Zea los sistemas de vinculación de clientes con robots y virtuales no solo sirven para evitar la suplantación, sino que fueron claves en las épocas de confinamiento. Ya Pronus Control no solo atiende bancos, sino también firmas de abogados, de minería de infraestructura y retailers; pues así su negocio no sea financiero, no se pueden dar el lujo de vincular a alguien que no sea quien dice ser.
De hecho, sus resultados recientes han llamado la atención de inversionistas que quieren financiar la plataforma de vinculación de Pronus para expandir su servicio.