El pasado 28 de enero, el Gobierno de Argentina logró un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para poder reestructurar la deuda que este país tiene con dicha entidad económica por más de 44 mil millones de dólares, evitando así caer en un default económico.

“Teníamos una soga al cuello, una espada de Damocles, y ahora tenemos un camino que podemos recorrer. Sin acuerdo, no teníamos un horizonte de futuro. Con este acuerdo podemos ordenar el presente y construir un futuro”, explicó el presidente Alberto Fernández, en medio de una intervención en la que dio a conocer la “feliz noticia”.

Sin embargo, lo que para Argentina es una solución que puede ayudar a aligerar las cargas presentes hoy en día en su débil economía, para otros fue solo una muestra más de la “debilidad argentina” y de la necesidad de la deuda para saldar los problemas económicos que parecen no tener solución.

“Argentina, el país del Malbec y del bistec con una guarnición de inflación, llegó el viernes a un acuerdo preliminar con el Fondo Monetario Internacional para evitar el default del mayor rescate de la historia. El resultado: el FMI tardará años más en recuperar los muchos miles de millones que prestó a Argentina, que parece un agujero negro fiscal del que no se escapa ni un dólar”, explicó el periodista Anthony Faiola de The Washington Post.

Asimismo, indicó que “Argentina es un adicto a la deuda y el FMI es su dealer (distribuidor)”.

Por otra parte, dijo que esta decisión demuestra también la debilidad del FMI y las malas estrategias que tienen para hacerse respetar frente a los países deudores, pues, para Faiola, en este caso fue el gobierno de Fernández el que impuso las reglas de juego.

“El acuerdo se cerró cuando las poderosas facciones peronistas amenazaron con abandonar los reembolsos si no se lograban condiciones generosas, lo que es como decirle a la compañía de la tarjeta de crédito que más vale que se atenga a las reglas”, añadió el reconocido periodista.

¿De quién es la culpa de esta crisis económica?

Faiola explicó brevemente que, aunque en este escenario de crisis se ha intentado criticar a ambos protagonistas (Gobierno de Argentina y al FMI), lo cierto es que los dos tienen una cuota de responsabilidad.

Mientras que, por un lado, Argentina ha sido víctima de sus “heridas autoinfligidas”, por cuenta de la desastrosa administración realizada por los gobiernos de los últimos 90 años, por el otro, el FMI es una entidad que, en su afán por “ayudar” a los países, termina creando un caos mayor en el que la prevención no fue una buena arma.

“En una sincera autoevaluación del rescate de 2018, el FMI reconoció en diciembre la locura del acuerdo de 57 mil millones de dólares. El prestamista reconoció que no había logrado comprender cuán profundamente arraigados estaban los desafíos financieros en Argentina, un país que imprime dinero como si fuera papel y cuya gente tiene tan poca fe en el peso que esconden dólares estadounidenses cada vez que tienen la oportunidad”, explicó el analista.

“En el caso de Argentina, es precisamente el vicio del gasto excesivo el que ha sido su mayor fuente de angustia. Su deuda agobiante es un legado de fondos malgastados y corrupción oficial (…). Los votantes, por su parte, parecen dispuestos a aceptar la corrupción como un costo de ser argentino. ‘Sé que Cristina roba’, me dijo uno de sus seguidores en un barrio popular de Buenos Aires antes de las elecciones de 2019. ‘Pero al menos estábamos mejor con ella’”, es la radiografía hecha por Faiola, en la que asegura que el crédito fue una necesidad a la cual nunca se debió optar.