Ya no se puede decir que las finanzas sostenibles son un tema nuevo para las instituciones financieras. Se cuenta con diferentes referencias, iniciativas e incluso regulación para esto en los distintos países. Pero las dudas sobre la estructura organizacional más efectiva para gestionar los riesgos y aprovechar las oportunidades relacionadas al tema siguen latentes.

De hecho, hay algunas razones para esto. La primera es que, aunque no sea un asunto tan nuevo, la agenda de las finanzas sostenibles sigue madurando y es muy dinámica. En este sentido, es frecuente el surgimiento de nuevas demandas por parte del mercado, como las exigencias de fondeadores internacionales para intermediarios financieros o mejores prácticas establecidas por iniciativas como TCFD, y los reguladores, como la nueva Circular 031 de la SFC.

Otro factor es que, así como las demandas de mercado y regulación para materias financieras y distintos asuntos, las exigencias en relación a la sostenibilidad cambian según las características de la institución financiera. Es decir, de un banco de actuación regional restringida y con una cartera pequeña y poco diversificada -por ejemplo, enfocada en PYMES- no se esperan procesos tan sofisticados de gestión de riesgos ambientales como de un gran banco de desarrollo, expuesto a potenciales problemas mucho más complejos y amplios en número.

De ser así, la única respuesta posible a la pregunta sobre la estructura organizacional más apropiada para la gestión de cuestiones relacionadas con las finanzas sostenibles en una institución financiera es: depende. Y depende de las ya mencionadas características de la cartera, pero también de su cultura y de qué exigen sus inversionistas, reguladores y otras partes interesadas.

Por este factor, existen diferentes ejemplos que pueden ser ofrecidos. Hay instituciones financieras con áreas técnicas dedicadas a la sostenibilidad, para temas y/o sectores más relevantes en su cartera; un área única de sostenibilidad, que puede estar bajo diferentes vicepresidencias -negocios, riesgos, o aún comunicación-; profesionales dedicados a la sostenibilidad en varias áreas.

Asimismo, hay dos modelos que se destacan. Un abordaje centralizado, con un área dedicada a la sostenibilidad y, posiblemente, diferentes especialistas para temas y segmentos diversos de esta agenda; por otro lado, puede existir un abordaje transversal, con especialistas distribuidos por las diferentes áreas “tradicionales” de una institución, como negocios, crédito y riesgos.

De hecho, estos modelos no son necesariamente excluyentes y la realidad en las instituciones financieras suele ser algún punto en el medio. Por ejemplo, tener un área dedicada a la sostenibilidad, pero para la dimensión institucional -como la participación en iniciativas sectoriales y definición de medidas de ecoeficiencia, por ejemplo-, más un conjunto de especialistas ubicados en las diferentes áreas operativas tradicionales, que se reúnen en comités temáticos para discutir cuestiones específicas. Este es el modelo más común en bancos comerciales.

Por otro lado, es posible tener diferentes áreas dedicadas a la sostenibilidad, con una vicepresidencia como responsable final. Por ejemplo, varios bancos de desarrollo y multilaterales poseen áreas temáticas (clima, género, por ejemplo) y/o sectoriales (construcción, agricultura, entre otras) que incorporan los temas de sostenibilidad como su responsabilidad.

En ambos modelos, así como en los puntos medios, hay algunos aspectos fundamentales. En primer lugar, debe existir un responsable a nivel ejecutivo, que debe garantizar que existan los recursos y aplicación de las políticas para alcanzar los objetivos, principios y directrices en sostenibilidad definidos por la institución financiera. Además, debe garantizar la discusión del asunto en las instancias más altas, incluida la junta directiva y sus comités.

Eso depende de qué políticas y procedimientos para la sostenibilidad estén formalizados, al mismo tiempo que este compromiso a alto nivel apoya en la formalización de políticas e implementación de prácticas. Además, proporciona una señal y puede ofrecer incentivos para que el equipo operativo considere el tema de modo efectivo.

Sobre este mismo equipo operativo, tener profesionales calificados -aunque, para algunas actividades, tercerizadas- es imprescindible. También es necesaria la inversión en la capacitación continua de este equipo para mantenerse al tanto de las crecientes y ya mencionadas dinámicas demandas de la agenda de la sostenibilidad y las prácticas establecidas por la institución financiera.

En resumen, no es necesaria una única respuesta para la pregunta inicial de este artículo. Pero la respuesta debe ser siempre la más correcta según lo que necesita y puede ofrecer la institución financiera. La manera de llegar a ella es a través de la incorporación en serio de la sostenibilidad en las políticas de la organización y su práctica consistente.