En el marco del día del maestro, es pertinente reflexionar en torno al rol, los cambios, los retos y la proyección de la labor docente. La pandemia ha avanzado y, con ella, muchos aprendizajes no solo para los estudiantes y su adaptación a las clases virtuales, sino también para los colegios, las universidades, los padres de familia y, obviamente, para los profes, los docentes, los maestros, quienes, detrás de cámaras y plataformas, y con un proceso arduo, forjan sus cursos.

Alternancia, distanciamiento y nueva infraestructura, los componentes que predominan en los colegios este 2021. | Foto: N/A

Después de ese momento abrupto de adaptación a la virtualidad, llegó un tiempo de asimilación y aprendizaje en diversas competencias. El profesor ganó en el cambio de su rol: transformó su esencia de solo emisor de temas a un papel de líder de su propio ambiente de aprendizaje.

En este escenario, transformó su presencia no solo ante una cámara, sino también en la preparación de contenido, en planeación de cursos, en un reto creativo de recrear su ambiente de aprendizaje y en cómo guiar en este a sus estudiantes.

De igual forma, el rol comunicativo en el acto de aprendizaje se ha transformado. Ahora, los maestros han enriquecido tal acción. La participación colectiva de la clase se ha enriquecido y, sobre todo, no se limita a este espacio, sino que el aprendizaje continúa constantemente en un ambiente virtual, con mayor acceso, capacidad de consulta y a ritmo propio por parte del estudiante. Y este ritmo propio requiere siempre de un maestro acompañante, guía de viaje.

El maestro es ahora una persona con mayor disposición y facilidades para escuchar a sus estudiantes. De igual forma, el estudiante actúa con mayor confianza y apertura a consultar dudas o inquietudes académicas y de motivación personal. El maestro es, ahora, mejor oyente en el proceso de aprendizaje y, además, está más atento, con más medios y oportunidades de seguir el crecimiento propio, autónomo y en colectivo de sus estudiantes.

Claro está, este escenario de crecimiento, de rol enriquecido del maestro, se da en un ambiente de conectividad óptima, con recursos privados o públicos que lo permitan, con capacitación por parte de las universidades y colegios y, sobre todo, con la garantía de continuidad del proceso de aprendizaje.

El maestro enriquecido en sí mismo es un privilegiado de poder contar con estas capacidades, por la realidad actual y por el reto formativo que se avecina. Sin embargo, no es la generalidad de todos los maestros ni de la gran totalidad del sector educativo.

Los profesores pueden ser el eslabón débil de la cadena no solo por su capacidad de adaptación a la virtualidad, sino porque ahora el aula –es decir, el espacio de aprendizaje– se amplió.

El acceso a la conectividad, la inequidad en cobertura y la brecha tecnológica son apenas algunos de los desafíos de la virtualidad; sobre todo en zonas rurales: son los estudiantes de la ruralidad quienes más han padecido esto y han buscado otras opciones caseras, extremas y, por tal motivo, dignas de reconocimiento, pero, especialmente, de apoyo.

Estos tiempos de educación en pandemia develaron estas diferencias: por un lado, la exaltación de la condición del maestro con su rol enriquecido, más competente para la realidad actual y más protagonista de su ambiente de aprendizaje; por el otro, los maestros sin conexión, con estudiantes incomunicados. En todo caso, maestros autodidactas en un ápice de educación virtual, pero virtuosos y con temple frente a su papel educativo.

Ahora, la nueva normalidad que vivimos, y la que se avecina, nos llevará a las universidades a ser protagonistas más activos no solo para titulaciones o para ofertar programas de pregrado y postgrados, sino también como eslabones esenciales de una relación estratégica: esa sinergia y ese diálogo permanente entre la universidad, la empresa, el Estado y la sociedad, que permita agregar valor en las relaciones y que refuerce en sus maestros las capacidades para ser pilares de esta acción estratégica mancomunada.

Para los maestros, una exaltación de su labor en la conmemoración clásica de su trabajo. Un agradecimiento por su vocación, profesionalismo, capacidad de adaptación y esfuerzo; sobre todo, por la capacidad de mantener el indispensable tacto pedagógico a pesar de las recaídas emocionales y las múltiples tareas en sus propios hogares. Cada realidad, con sus limitaciones y oportunidades, da cuenta de la noble tarea que ejercen y de su innegable resiliencia.

Feliz día, maestros.