Óscar García, directivo del Teatrino de los Andes, recuerda que todo estaba listo para que el 14 de marzo pasado se realizara un gran concierto con Sergio Vargas, Jerry Rivera y un grupo de artistas internacionales.
Entonces, la pandemia ya se había empezado a mostrar con su faceta más agresiva en muchas partes del mundo. En Colombia, las medidas de protección para la población apenas se estaban iniciando. Justo el día anterior del evento, las autoridades anunciaron que quedaban prohibidos en Colombia toda clase de reuniones masivas.
Empezaba así la tragedia para este grupo de cuatro empresas que organizan eventos: allí hay productores de audio, video, luces y todo lo relacionado con actividades como conciertos y actividades masivas.
“Nos quedamos sin poder hacer nada”, recuerda García.
La crisis para el sector del entretenimiento ha sido profunda: según el Dane, en el segundo trimestre de este año, este sector registró una caída de 37 por ciento en comparación con el mismo período del año pasado. Es la industria más golpeada.
El problema tenía que ser resuelto y, a partir de la experiencia de Asia y Europa, consideraron que era necesario empezar a definir protocolos de bioseguridad, para que cuando se diera la posibilidad de abrir nuevamente, tuvieran el tema superado: distanciamiento, tapabocas y aseo de manos y superficies son la clave de las medidas.
En Inglaterra, recuerda García, hubo experiencias de eventos masivos luego de la primera ola del virus y fue ahí cuando decidieron inventarse una nueva manera de hacer conciertos y espectáculos masivos en Colombia.
Desde antes de la pandemia venían realizando estas actividades en un escenario que resulta ahora ideal: el hipódromo de los Andes. Se trata de un terreno de cerca de 17.000 metros cuadrados.
Pero no bastaba con eso, porque aunque pensaran en ubicar a las personas alejadas unas de las otras, quedaba el desafío de que la experiencia fuera agradable para todos y sin que hubiera riesgos de bioseguridad.
Así que pensaron en que la asistencia a los espectáculos fuera en carro.
Empezaron entonces con la logística para que se pudieran ofrecer conciertos, stand up comedies y hasta rumbas con la gente subida en sus vehículos.
“El carro es el segundo lugar más seguro en la pandemia después del hogar”, explica el empresario.
Empezaron a desarrollar actividades: tributo a The Beatles, Tributo a Ana Gabriel, concierto de Yessi Uribe, Vallenato Fest, concierto de Rasta Cuando, concierto de Julieta son algunas de las actividades que han desarrollado hasta el momento. Viene un mano a mano entre Paola Jara y Ana del Castillo, esperan hacer una rumba Full 80′s y un Comusic (mezcla de comedia y música) en el que tienen ya un cartel de lujo con The Mills, Superlitio, Dr. Crápula, Jhovanoty e Iván Marín, entre otros.
“Tenemos muchos plus en nuestra oferta: el distanciamiento de 2,5 a 3 metros por vehículos, un espacio de 17.000 metros cuadrados donde caben hasta 260 carros y unas 1.100 personas y una buena experiencia en sonido, imagen y luces”, afirma el empresario.
Igualmente la boletería ha estado al alcance de muchas personas, porque han cobrado la entrada desde 20.000 pesos. Pero también les ha dado para ofrecer palcos hasta de un millón de pesos.
Un tema sensible es la apuesta de retorno, porque los empresarios del entretenimiento se quejan de que sin el aforo suficiente, es mejor no hacer shows, porque solo se producen pérdidas. Dice García, que esperan lograr rentabilidad pronto.
“Estamos apuntando a lograr el punto de equilibrio en tres meses. Hasta el momento los resultados han sido mejores que lo proyectado: la gente le gusta, el sitio es mágico. La gente se va contenta con la experiencia”, dice García.
El mundo del espectáculo ha sufrido mucho el impacto de la pandemia y del confinamiento. Lograr adaptarse a la nueva realidad parecía difícil, pero este grupo de empresarios encontró una fórmula. Ojalá que el experimento rinda sus frutos. Eso es clave para la supervivencia de muchos que creen que “el show debe continuar”.