Hace un tiempo, mientras estudiaba los comportamientos humanos para tratar de ser una buena o al menos aceptable coach, hice una pequeña investigación para poder chequear cuál es el miedo más recurrente que tenemos los seres humanos.
Las respuestas variaron muchísimo, hice preguntas a 35 personas de diferente género, profesión, edad y poder adquisitivo. Aunque no fue precisamente una encuesta con validez estadística me mostró que al final todos tenemos comportamientos similares y miedos diferentes, pero al final miedos.
Pareciera que el miedo es muy afín al momento de vida. Ni siquiera a la edad de cada individuo. Es asÍ que las mujeres madres tenían mucho más temor a que les pasara algo a sus hijos que a ellas mismas, su interés de protección maternal era infinito. Sin importar la edad, parecía un temor que siempre estaba presente.
Varios de los hombres con los que hablé decían no tener miedo a nada en particular. Parecía que no podía mostrarse ningún tipo de temor, algo así como que no se permitían estos sentimientos. En ellos el fracaso económico era muy nombrado. Perder el empleo, que su negocio estuviera mal o tener una enfermedad que los incapacitara.
Si nos vamos a los más jóvenes, el miedo eran cosas menos simples y a la vez un poco existenciales. A morir, a sufrir, a fracasar. De alguna manera, generaba ansiedad ver el abanico de posibilidades que tenía la vida misma.
Lo más curioso es que todos, sin importar ningún tipo de diferencia negaron tener algún miedo. Pensaban y daban vueltas, incluso reían pensando en confesar sus temores. Y en eso estamos como sociedad, lo increíble es que tras hablar mucho con ellos concluí que el mayor temor de todos es a la incertidumbre.
Por eso los colombianos tenemos miedo. Físico miedo a que la vida nos cambie de repente con un nuevo estilo de gobierno, de líderes, de discurso. De perder mi empleo, mi pensión, mi libertad. Temor a la anarquía, a que me quiten lo poco o mucho que tengo, a que mi empresa extranjera se vaya, a quedar pobres o a ser Venezuela.
Nos vamos a los extremos tras un proceso simple de pensamiento que se enaltece con otras voces más asustadas aún. No voy a hablar de política, ese no es mi tema aquí. Es de cómo debemos manejar el miedo para no perdernos en terrenos oscuros que como sociedad nos pueden hundir.
Es bueno tomar un poco de aire y entender que el país en el que estamos es este. Lo que está pasando, nos guste o no, está pasando. Así que lo más sensato es tratar de construir un futuro mejor para todos desde la consciencia, desde el respeto a una democracia que ha sido maltratada históricamente pero que al final sigue estando presente.
No veamos lejano el tema de los que gobiernan. Tengamos un poco de responsabilidad, aunque entiendo el cansancio de todos con la inequidad, la injusticia, la famosa corrupción. Algo hay que hacer, así que al menos informémonos y tratemos de buscar lógica en lo que se nos viene.