Esta semana se conoció el sentido del fallo de la Corte Constitucional que al parecer despenaliza el aborto y deja en libertad a las mujeres para interrumpir la gestación de sus hijos, si lo hacen antes de la semana 24 de embarazo. Digo al parecer porque la Corte sigue acostumbrándonos a “legislar” por “comunicado de prensa”. Ya son varias la sentencias, muy trascendentales, cuyos fallos – en especial sus salvamentos de voto – brillan por su ausencia después de meses, incluso años.
Para empezar, debo indicar que soy de aquellos “eclécticos” que, a pesar de estar en contra del aborto, considera que la sentencia de la misma Corte del año 2006, que permitió la interrupción voluntaria del embarazo en caso de violación, malformación severa del feto o en eventos de riesgo inminente de la vida de la madre, fue acertada y debía mantenerse por muchas razones.
Lastimosamente esa sentencia fue mal aplicada y muchos profesionales de la salud se prestaron para certificar que la vida de la madre estaba en peligro ante la simple manifestación de no estar “preparada” para afrontar la maternidad. Ahora bien, existía una especie de control ético médico tácito que indicaba que ese “esguince” a la sentencia solo se aceptaba en las primeras semanas del embarazo. Los médicos, por más mente abierta que tuvieran, rara vez se atrevían a acabar con la vida de un ser cuyo corazón ya palpitaba, sus pulmones ya respiraban y su cerebro ya funcionaba.
Lo que nos anuncia el comunicado de prensa es radicalmente distinto. La Corte estableció que una mujer podrá abortar, sin ninguna justificación, incluso cuando su hijo ya cuente con 6 meses de vida, es decir, cuando ya se ha formado completamente y en caso de nacer, a la luz de los avances científicos actuales, es completamente viable.
En otras palabras, para efectos netamente médicos, no hay ninguna diferencia entre un prematuro de 6 meses de gestación y un recién nacido que estuvo en el vientre de su madre durante 9 meses, salvo que el primero requiere de cuidados muy especiales para preservar su vida. De resto, dígase lo que se diga, se trata de un ser humano. El que afirme lo contrario, simplemente quiere engañarse a sí mismo. ¡Punto!
Los defensores del aborto sin condiciones y sin límite, cuando se les advierte esa evidencia científica irrefutable, suelen banalizar el debate alegando que cualquier provida es un fanático religioso o que simplemente es un machista “negacionista” de los derechos de las mujeres. Pues no, simplemente defendemos a los niños, lógicamente sus vidas y un feto de 6 meses, es un niño.
Creo que a la Corte se le fue la mano. Al parecer la sentencia indica que las 24 semanas obedecen a las barreras de acceso a los sistemas de salud que sugieren que algunas mujeres llegan tarde a solicitar un aborto. Eso, estén dispuestos a aceptarlo o no, es cosificar al niño que está por nacer. Es hacer prevalecer el presunto derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo sobre la vida misma de un ser indefenso, al extremo de hacerlo esperar a convertirse en un humano para segar su vida.
La verdad no creo que la pena de prisión sea la solución, pero tampoco la impunidad, en especial, cuando de por medio está la vida de un ser indefenso. El Congreso, no la Corte, es el llamado a pensar en alternativas que inicien por evitar que el aborto se convierta en un simple método de planificación familiar. No me cabe en la cabeza que alguien pueda matar a su propio hijo e incluso se le “promocione” estatalmente para que lo haga.
De otro lado, en términos estrictamente jurídicos, es claro que este tema estaba decidido. Eso que a pocos les importa, se llama cosa juzgada constitucional. Es decir, a la Corte no le estaba permitido cambiar su propia determinación, entre otras razones, porque la Constitución sigue siendo la misma y la confianza en las decisiones judiciales es uno de los pilares fundamentales de cualquier sistema jurídico.
Paradójicamente la mitad de la Corte, entre ellas casi todas las mujeres, no estuvo de acuerdo con ese fallo y las razones radican principalmente en que ya existía una decisión tomada y debía respetarse. No obstante, hoy están satanizando a esas magistradas y eso es ridiculizar la discusión e irrespetar a personas que han dedicado su vida entera a defender derechos.
Finalmente, la sentencia es ilógica en los tiempos y en las razones, lo cual abre otros debates. Por ejemplo, ¿para qué seguir protegiendo la maternidad en asuntos laborales si la misma está sustentada en la presunta protección del niño que está por nacer al que, a partir de ahora, no se le reconoce ningún derecho? o la más triste de todas, vernos obligados a pensar que algunos animales merecen protección porque son “seres sintientes”, pero los niños de 6 meses de gestación no. Meditar sobre eso lleva a incoherencias que no resisten mayores argumentos.
Por ahora, esperar para que el proselitismo judicial no siga relativizado los derechos, los valores y los principios de la sociedad. Este fallo no solo es preocupante, es realmente triste, muy triste.