Hace más de 100 años, Henry Ford anunció que iba a empezar a pagar 5 dólares al día a los trabajadores de la planta de montaje de su modelo ‘T’ y reducir la jornada diaria a 8 horas. En plata blanca, Ford les estaba doblando el salario a sus empleados. El objetivo principal que buscaba el magnate era reducir la rotación de los trabajadores y aumentar su productividad. Dicho aumento salarial fue posible, según los entendidos, gracias a la enorme mejora de la productividad lograda gracias a la introducción de la cadena de montaje, instalada por primera vez en la planta de Ford en Michigan.
El presidente Iván Duque ha hecho una propuesta para el reajuste del salario mínimo para el 2022 del 10,07 %, lo que lo dejaría alrededor de $1 millón sin contar el subsidio de transporte. El incremento propuesto es muy superior al dato que contemplan los empresarios, que si acaso superaría levemente la inflación que está proyectada por los expertos del Banco de la República en 5,3 %.
Los argumentos del presidente fueron varios: el primero es que un aumento significativo dispararía la demanda, justo lo que se necesita para darle empuje a la reactivación de todos los sectores; el reconocimiento a los trabajadores que han sufrido mucho en los últimos dos años de cuenta de la pandemia y la inflación; y obviamente, el momento político que vive el país, con las elecciones legislativas y presidenciales.
El autor de esta columna quisiera hacer unas reflexiones sobre dicho aumento, no sin antes recalcar algunas preocupantes estadísticas:
- La tasa de desempleo continua en un 12,8 %, lo que implica que Colombia aún tiene 700 mil empleos menos que en 2019 y cerca de 500 mil desempleados más.
- La informalidad laboral nacional supera el 63 %.
- El endeudamiento público es superior al 64 por ciento del PIB.
El próximo gobierno tendrá que generar ingresos tributarios muy superiores a los que hoy se recaudan a nivel nacional: apenas 14 % del PIB antes de la pandemia, a pesar de que el gasto público a nivel nacional llegaba ya a 20 % del PIB (sin incluir servicio de la deuda). Con las demandas sociales insatisfechas generadas por la pandemia, y la necesidad apremiante de reducir el endeudamiento, los ingresos tributarios anuales del gobierno nacional deben subir al menos 4 % del PIB en el próximo cuatrienio.
El Director de Fedesarrollo, Luis Fernando Mejía, hace unas pertinentes observaciones sobre el salario mínimo que deben tenerse en cuenta: “Un aumento del salario mínimo muy por encima del 7,5 % pondrá en riesgo la recuperación del empleo formal, especialmente en aquellos sectores económicos que aún no han retornado a sus niveles prepandemia, como el de la construcción, y en aquellos municipios de ingresos bajos y medios, especialmente los rurales, en donde la incidencia de la informalidad laboral supera ampliamente la ya excesiva tasa del 63 % en el total nacional… es preciso tener en cuenta que no solamente una enorme mayoría de los ocupados en Colombia son informales, sino que también cerca de la mitad de los ocupados en el país, 10 millones de personas, tienen ingresos inferiores a un salario mínimo… aumentos grandes del salario mínimo pondrán barreras más altas para esos 10 millones de colombianos con ingresos inferiores a un salario mínimo que quieren dar el salto hacia un empleo formal”.
Sin desconocer las buenas intenciones del presidente Duque y de su Ministro de Trabajo, el autor de esta nota cree que, al no haber conseguido ventajas en lo laboral como el salario integral por horas, lo que se ha hecho es catapultar la informalidad.