La economía colombiana ha venido expandiéndose a buen ritmo. El sector industrial y de comercio han logrado sobreponerse al duro choque que ocasionaron la covid–19 y los cierres de la economía, que pasados dos años de pandemia parecen exagerados porque la crisis se habría podido manejar sin cierres tan severos y con menor afectación en la economía.
El impacto de la variable ómicron afortunadamente ha sido mucho menor y el esquema de vacunación, aunque imperfecto, ha dado resultados.
Ahora los principales lastres en la economía son: las presiones inflacionarias, en especial de alimentos, que afecta en mayor medida a los hogares de menores ingresos; el costo de la energía, que viene en ascenso con un petróleo Brent en el terreno de los US$ 90 por barril, y el precio de la energía colombiana en bolsa, que se ha quintuplicado en los últimos meses elevando las cargas para las familias y los costos de producción para la industria.
Esas fuerzas, sumadas a los cuellos de botella de la cadena logística mundial, y la depreciación del peso frente al dólar que lo ha mantenido en el nivel de $ 4.000, han llevado al alza la mayoría de los precios, provocando que el Banco de la República actúe con el fin de evitar que las presiones de inflación se conviertan en expectativas constantes de aceleración de los precios, algo que es indeseable porque si los precios se mantienen en constante ascenso el efecto es la pérdida de poder de compra de los hogares y, con ello, el menor consumo y al final una menor producción.
No obstante, controlar la inflación en una coyuntura como la actual tiene una contrapartida que igualmente afecta a las familias, y es la contención del crecimiento, y por esa vía menos generación de puestos de trabajo, inclusive la pérdida de algunos recién creados. Conforme la inflación del año pasado cerro en 5,65 % y el salario mínimo creció en 10 %, varias voces abogan porque el Banco de la República apriete fuertemente las tasas de interés para reducir el consumo y un poco la inversión privada, que son justamente los principales motores del crecimiento–recuperación experimentados.
Esas voces olvidan que una parte sustancial de la inflación está explicada por el atasco en las cadenas de suministro mundiales que ha ocasionado escases artificial de productos y materias primas. Otra parte por el alza del petróleo, en el cual los recortes en las inversiones por cuenta del freno de la pandemia han impedido elevar la producción mientras la demanda y recobró los niveles prepandemia. Y también, porque buena parte de los hogares que conservaron sus trabajos redujeron deudas y aumentaron el ahorro, y ahora están empleando sus excedentes en consumo.
Esos factores son temporales, las cadenas de suministro irán paulatinamente volviendo a la normalidad, los excedentes de los hogares también se reducirán en la medida que se gastan, mientras el crudo ha recogido una parte de las tensiones entre Rusia, Ucrania y la Otan, que al subsanarse pueden reducir en al menos US$ 3 los precios.
Controlar la inflación, por supuesto que es importante, pero debe hacerse pensando en el crecimiento y sobre todo en la generación de empleo; todavía no llegamos a los niveles de ocupados y a la tasa de empleo anteriores a la pandemia. De hecho los hogares que perdieron sus empleos dejaron de recibir en conjunto más de 32 billones de pesos, entonces tolerar un poco de inflación a cambio de generar empleo, cuando fuerzas externas han contribuido al alza de precios, no es irresponsable, naturalmente monitoreando de forma permanente la evolución de los precios y los mercados.
No hay que pensar únicamente en el control de la inflación porque el Banco de la República ha demostrado con sobrada suficiencia su capacidad, y el esquema de inflación objetivo ha sido exitoso. Se debe pensar desde ahora en un doble mandato tanto de estabilidad de precios, como de crecimiento sostenible de la economía.
La subida ayer de la tasa de intervención del 3 % al 4 % no debe ser tomada como una señal de próximos incrementos de ese porte, más bien como una indicación de que los siguientes movimientos serán más mesurados, porque ir a frenar la inflación bruscamente será también frenar la incipiente recuperación.