Si el conflicto en Ucrania se intensifica, el petróleo puede buscar los US$ 160. Si el conflicto continúa como una guerra fría, el petróleo probablemente tiene un gran soporte alrededor de US$ 100. Si la narrativa dominante es recesión, el petróleo brent buscará los US$ 70 por barril.

Foto: Columna Guillermo Valencia | Foto: Foto: Columna Guillermo Valencia

Los anteriores escenarios son útiles para tomar decisiones en los próximos 6 meses. No obstante, no reflejan el contexto de largo plazo de la industria energética.

Contexto de la industria energética

En marzo del 2020, el barril de petróleo Brent alcanzó niveles negativos. Ese año, Arabia Saudita y Rusia se coordinaron para aumentar la demanda y sacar del mercado a las compañías de shale oil de Estados Unidos, las cuales han sido sus más fuertes competidores.

Hoy, dos años después, vemos cómo el precio del petróleo alcanza nuevos máximos, impulsando la inflación en muchos productos que dependen de este combustible para ser transportados.

El aumento de su precio, sumado a la guerra en Ucrania, nos ha mostrado un problema estructural para Occidente: la energía.

La crisis energética, exacerbada por cuenta de la expulsión de Rusia del comercio mundial, nos evidenció que Europa depende en gran medida de los productos y combustibles rusos y que la revolución de energías renovables está lejos de ser un hecho.

Este golpe de realidad crea dos preguntas para todo inversionista: ¿cuál es el problema y cuál es su respectiva solución?

El problema es la falta de fuentes de energía que puedan cubrir la demanda actual y la futura, teniendo en cuenta que la civilización del siglo XXI demandará una mayor electricidad para poner a andar la automatización de fábricas, el 5G y los vehículos autónomos, entre otras tecnologías.

¿De dónde saldrá esta energía? Los candidatos son el gas, la nuclear y el carbón.

Este último es cuestionado desde el punto de vista ambiental, mientras que gas ya está siendo empleado en países como Japón.

Por su parte, la energía nuclear está teniendo una mayor aceptación.

Lo interesante es que cada transición energética se corresponde con una guerra. Por ejemplo, durante la Primera Guerra Mundial, el Imperio Británico intervino para acelerar la caída del Imperio Otomano, porque tenía claro que Medio Oriente sería una fuente clave de combustible.

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La pregunta hoy es, ¿qué puede reemplazar el petróleo que consumen los aviones y la mayoría de sistemas de transporte de carga? Es entonces cuando aparece potenciales soluciones como el hidrógeno.

Sin entrar en los detalles de su producción, el hidrógeno todavía no es una fuente de energía barata, aunque sí muy prometedora.

Tanto el problema como solución pueden ser aprovechados por un inversionista. Invertir en el petróleo es hacerlo una representación del problema, mientras que las soluciones están en nuclear e hidrógeno, la fuente de energía y almacenamiento. Por otro lado, el cobre como medio de transmisión.