La COP26 de Glasgow es considerada por algunos expertos como positiva. En ella se lograron importantes acuerdos, como la mención que se hizo por primera vez del carbón como la principal fuente de calentamiento global, así como el compromiso de casi 200 países de limitar el aumento de la temperatura en hasta un 1,5°C.
Colombia tuvo una participación sobresaliente en la COP26, pues el país logró conseguir financiación por US$ 1.200 millones para hacer frente al cambio climático, así como también el que quizás sea el éxito más importante a nivel diplomático de la administración del presidente Duque, la tan anhelada reunión con su homólogo Joe Biden en la que se tendieron puentes entre Colombia y Estados Unidos.
A pesar de la euforia, para otros como la activista sueca Greta Thunberg, la COP26 fue un fracaso, una celebración del blablablá y un festival de lavado de imagen del norte global. La reina Isabel II, que en su largo mandato se ha destacado por su prudencia, apartándose de esta tradición un par de semanas atrás haría un comentario similar al de Thunberg al afirmar que es irritante ver cómo políticos y líderes mundiales hablan, pero no actúan frente al cambio climático.
Colombia es un país que se destaca a nivel internacional por su gran compromiso hacia la adaptación y mitigación del cambio climático. La Operación Artemisa liderada por el Ejército Nacional es una demostración clara de ello, así como de la lucha contra los cultivos ilícitos.
En el marco de operaciones como Artemisa, hace un par de semanas en el municipio de Tibú fueron secuestrados 187 soldados del Ejército Nacional, justamente por querer proteger los bosques de la deforestación y de los cultivos ilícitos, así como por honrar los compromisos adquiridos internacionalmente en materia de cambio climático. A pesar de la gravedad de los hechos, no existió una condena al unísono por la comunidad internacional de ese desafortunado episodio que, finalmente, pudo resolverse. ¿Por qué nosotros siempre estamos para la comunidad internacional, pero no siempre ellos para nosotros?
Con relación a Glasgow y en general a todas las COP, la realidad de las comunidades es bastante lejana de los tecnicismos científicos. ¿Qué hacer entonces para demostrar a un campesino cocalero que es una mejor opción el pago por servicios ambientales que los cultivos ilícitos? ¿Cómo probar a la comunidad que la semana pasada secuestró a 187 soldados en el Catatumbo, la zona con más narcocultivos del mundo, que puede ser mejor para ellos la venta de créditos de carbono generados por sus bosques que el acabar con ellos para sembrar coca? Cuando todos empecemos a hablar un mismo idioma, la historia será diferente. Por ahora, eso no está sucediendo y mientras tanto el consumo de estupefacientes seguirá disparado. La comunidad internacional tiene una gran responsabilidad.
Si la comunidad internacional, que anualmente se reúne en París, Glasgow o Madrid con ocasión de las COP, realmente quiere poner freno al Cambio Climático, debe empezar a hablar el mismo idioma de los campesinos de Colombia, sus necesidades y desgracias. La mayoría de campesinos no sabe para qué sirve limitar en 1,5°C el aumento de la temperatura global; solo saben que sus hijos tienen necesidades diarias que deben ser atendidas y que la deforestación es una salida válida para ello.
Si como país se nos exige cumplir con acuerdos a nivel internacional en materia de lucha contra las drogas, así como contra el cambio climático, es deber de la comunidad internacional dar un mayor acompañamiento a Colombia cuando ocurren insucesos como el secuestro de más de 187 campesinos hace un par de semanas en Tibú, sobre el que no hubo ni un pronunciamiento.
Mientras no existan acciones más contundentes por la comunidad internacional contra el narcotráfico y el cambio climático en nuestro país, conferencias como la de Glasgow serán solo blablablá. Es hora de menos palabras y más acciones, solo así habrán menos muertos y secuestros en nuestro país.