Las tensiones de la era de la abundancia
La globalización expandió la democracia y las transferencias de tecnología en todas direcciones del globo. La idea de inversión más exitosa estaba en los países que aún no se habían desarrollado y la herramienta fue el carry trade, el cual consiste en fondearse en Estados Unidos para invertir papeles de deuda de países emergentes.
Sin lugar a dudas, China fue el gran ganador de la globalización: sacó a 1 billón de chinos de la pobreza. Creció hasta el punto en el cual su modelo autocrático desafía la estructura geopolítica mundial. Hoy, Beijing exige protagonismo.
Occidente cedió a China la fabricación de productos, la ayudó a convertirse en la fábrica del mundo. Esta decisión positiva, desde el punto de vista de optimización de costos, resultó pésima en términos de seguridad nacional. El talón de Aquiles de la globalización es que cuando nos conectamos tanto se crean fragilidades. La tragedia de las torres gemelas, en 2001, demostró el peligro de un mundo interconectado y sin barreras. Luego, la quiebra del banco Lehman Brothers, en 2008, y la crisis inmobiliaria que desató se expandió como un efecto en cadena que se sintió en la economía mundial. La pandemia de 2020 fue la consecuencia más reciente de esta fragilidad. Nos mostró cuán fácil se puede transmitir un virus en un mundo interconectado.
Los ganadores y perdedores
Si bien la globalización permitió la difusión de tecnologías a nivel mundial, redujo la productividad. Esto hizo del crecimiento un juego de suma cero, en el que hay ganadores y perdedores. La ilusión de la abundancia generada por la globalización solo benefició al 20 % que podía invertir en activos financieros y tenía acceso a financiamiento a tasas muy baratas. Mientras tanto, el otro 80 %, que no tenía estas herramientas, no la pasó bien con la globalización. Los perdedores de la globalización reaccionaron políticamente. Los vimos en el Brexit, la llegada de Donald Trump al poder y una Latinoamérica que giró por completo hacia la izquierda. Este año lo vemos con un Vladimir Putin que provoca una guerra para tratar de asegurar su supervivencia, mostrando que existe un nuevo orden mundial donde las grandes superpotencias compiten por energía, recursos naturales y tecnología.
El dólar fuerte
El juego de suma cero está alcanzado su clímax. El flujo del dinero se está revirtiendo y los dólares están regresando a Estados Unidos. El aumento en las tasas de interés de la Reserva Federal (FED) y el hecho de que este país sea un exportador neto de energía lo demuestran.
Un dólar fuerte es la idea de inversión contraria al carry trade, es la señal de que un jaque mate está por ocurrir. Su fortaleza se ve contra la Libra esterlina, que alcanzó precios mínimos de la década de 1980, mientras el euro podría tocar mínimos del 2000. Por su parte, el yen japonés, el won surcoreano y la rupia india están dando señales de una crisis general de monedas.
El dólar es el arma de destrucción masiva más fuerte de Estados Unidos contra sus antagonistas geopolíticos, China y Rusia. En medio del fuego cruzado está Latinoamérica, una región de desajustes fiscales y baja productividad, está muy mal parada en este escenario.
Un dólar fuerte hará que los líderes populistas del mundo apliquen, a cualquier costo, medidas como el control de capitales para contener la devaluación de sus monedas. Rusia y China ya están mostrando un camino en esa dirección. Se levanta una nueva cortina de hierro en el sistema financiero global.