Si bien el dólar ayer cerró (14 de octubre) en niveles récord de $ 4.698 después de tocar un máximo de $ 4.705, lo cierto es que su valor fundamental es menor y debería estar bordeando el rango de $ 3.850 - $ 4.100, pero existen factores que contribuyen con la apreciación del dólar a nivel global, inclusive frente a las principales divisas como el euro, la libra, el yen y el dólar canadiense, más otros que agregan incertidumbre sobre el peso colombiano y el rumbo de la economía.
El dólar viene escalando aceleradamente porque el mensaje difundido desde la FED (de Estados Unidos) es que las tasas de interés de ese país continuarán subiendo hasta que la inflación esté controlada, independientemente de si la causan choques de oferta o de demanda. El aumento de las tasas de interés por parte de la FED está causando que el carry trade de monedas (endeudarse en dólares a tasas bajas para invertir en otras monedas) se esté revirtiendo.
Antes, los inversionistas tomaron dólares prestados con tasas bajas para invertir en activos en otras monedas, lo que llevó a la pérdida de valor del dólar, puesto que endeudarse en una moneda es el equivalente a venderla, mientras que invertir en una moneda equivale a comprarla.
Con la actual alza de intereses viene ocurriendo lo contrario: los inversionistas están vendiendo sus activos en otras monedas diferentes al dólar para cubrir sus deudas y, además, buscando invertir su liquidez en dólares. El efecto es que reducir el endeudamiento o invertir en una moneda es igual que comprarla, llevando a que el dólar se valorice significativamente. Colombia y los mercados emergentes son los más afectados.
A la realidad económica global se suman otros factores desde Colombia, como los anuncios desde miembros del Gobierno que aumentan la incertidumbre sobre el futuro de la economía colombiana y su capacidad para cubrir el déficit fiscal que se ubica en 6 % del PIB y el déficit externo, que ronda una cifra similar.
Los anuncios sobre parar totalmente la nueva exploración de petróleo y gas, mina la confianza en que el ritmo de exportaciones pueda continuar en los próximos años, así se diga que los contratos de producción actuales se mantienen, pues para los inversionistas es lógico que la continuidad de esas rentas depende de la exploración que se haga hoy.
Igualmente, ocurre con Ecopetrol, que responde por sí sola por el 30 % de las exportaciones totales y le ha aportado a la Nación $ 20 billones anuales en promedio durante los últimos años. Si hay incertidumbre en que pueda operar su negocio, naturalmente los mercados asumen que la Nación perderá o reducirá sus ingresos desde esa fuente.
Adicionalmente, la reforma tributaria, combinada con los comentarios sobre controles de capital, ha llevado a que las empresas adelanten el pago de dividendos a sus socios, prepaguen préstamos recibidos desde los mismos y esas personas naturales decidan sacar su dinero del país, previendo eventuales impuestos y controles de cambio que impidan ponerlo en activos denominados en otras monedas. Esas acciones presionan bruscamente la tasa de cambio, alejándola vía prima de riesgo de su valor fundamental.
Si se agregan los comentarios de pagar las compras de tierra con deuda pública, se eleva el riesgo de crédito con la consecuente desvalorización de los bonos del Estado, y menor disposición a comprar activos en pesos, o su liquidación para buscar dólares. Y más incertidumbre sobre si la economía será capaz de financiar el déficit externo, mientras renuncia a la principal fuente de divisas, como es el sector petrolero, y si los mercados se rehúsan a mantener grandes inventarios de deuda colombiana.
Evitar esa situación requiere de un mensaje coordinado con lenguaje claro del Gobierno sobre la forma de conducir la política económica. El dólar debería estar más abajo, si solo se tienen en cuenta los fundamentales de la economía, y subidas hacia $ 5.000 no deberían pasar, pero ¡sorpresas te da la vida!